El cambio climático y los problemas ambientales mundiales marcan los puntos urgentes e importantes de la agenda de la producción y de los Estados, que se resumen en un pase definitivo a la bioeconomía, como un método de utilización de recursos, procesos y métodos biológicos para proporcionar bienes y servicios de forma sostenible en todos los sectores económicos. En Argentina, el cambio de paradigma está en su simiente, aunque las buenas prácticas, entre otros factores, siguen siendo la materia pendiente para lograr un cambio de modelo productivo.
Bioeconomía: la agenda de la producción y los Estados
Por Lizi Domínguez
“El modelo económico tradicional del siglo XX no es sustentable. No se puede mantener y es bastante claro que nos está costando el arranque para generar los cambios. La bioeconomía de triple impacto es un modelo de desarrollo cada vez más en boga en el mundo. Es un desafío una oportunidad no sólo en términos económicos sino desde el impacto social y ambiental que son claves en cualquier actividad que emprendamos”, explicó Claudio Sergio Dunan, director de estrategia de la empresa de investigación y desarrollo biotecnológico Bioceres, en el marco del último congreso de Aapresid.
El sobrepastoreo del planeta, las emisiones tóxicas que, de detenerse, elevarán la temperatura del planeta en 3 grados, “generarán consecuencias muy dramáticas”. Ello “abre una urgencia que no se puede dilatar más y esta década es clave para empezar a cambiar esa particular tendencia que tenemos, especialmente en el uso de combustibles fósiles y las emisiones que estamos generando”, alertó el directivo, y a ello agregó el paradigma en crisis de la producción de alimentos, que si bien supera la demanda mundial, por las deficiencias en las cadenas de abastecimiento hay 800 millones de personas malnutridas, y ascenderían a mil millones en menos de diez años”.
Y el impacto ambiental de la producción supera en un 150% al valor de los alimentos.
De allí que en la próxima década el desafío es bajar las emisiones de carbono, volver más eficiente el uso de recursos y que el proceso de transición sea socialmente inclusivo. La oportunidad de la bioeconomía consistirá entonces en incentivar la utilización de la biomasa como recurso renovable, sostenible y como reemplazo de gran parte de los recursos fósiles.
En ese punto “tenemos grandes oportunidades nosotros: ser grandes productores de biomasa, tener una bioeconomía que está en marcha pero que el 40% está basada en producción primaria, lo cual nos da una tremenda oportunidad de transformación. Producimos un montón de maíz, trigo, residuos forestales, frutales, pero todavía no lo estamos aprovechando. Estamos subutilizando las capacidades que tenemos para producir biocombustibles, combustibles para aviones, bioplásticos”, señaló Dunan, y todo ello “hoy es posible con la tecnología”.
El profesional observó finalmente que la producción de biomasa “es ineficiente desde el punto de vista económico y ambiental, por lo que la producción de valor es local, y no lejano del lugar donde se produce. Por lo tanto, el desarrollo es territorial y la fuente de trabajo es local, permite ampliar y diversificar las fuentes de rentabilidad del productor, en vez de hacerlo dependiente solamente de los granos. Hay distintas alternativas con las cuales puede afrontar el crecimiento de su empresa”, remató.
Para Marcelo Torres, socio de Aapresid y director de distintos programas de la entidad, es preciso “salir del incendio en el que estamos a nivel país, tratando de resolver lo urgente, mirando el futuro de la posibilidad que tenemos con la bioeconomía, procurar más conectividad en el campo, trazar un camino que nos lleve al desarrollo federal y a insertarnos en el mundo”.
En ese sentido señaló que “la tasa exponencial de la innovación hace que no podamos estar mucho más tiempo sin pensar fuertemente en este tema. Córdoba ya transforma una buena cantidad de maíz (es el octavo productor a nivel mundial del grano), Santa Fe tendría una gran oportunidad con los bajos submeridionales con la biomasa que se produce allí, y Buenos Aires posee grandes centros poblados, con una tensión urbana-rural creciente. Es preciso pensar a mediano y largo plazo porque la bioeconomía podría permitir transformar biomasa, rastrojo y residuos urbanos en bioenergía”, concluyó Torres, moderador del panel “De la producción primaria a la nueva oportunidad bioeconómica”.
De ese espacio participaron también los ministros de la producción agraria, ganadería e industria de Santa Fe, Alicia Ciciliani; el de Córdoba, Sergio Busso y el de Buenos Aires, Leonardo Sarquís, quienes contaron qué hace y que debería hacer cada provincia en ese sentido.
Al respecto la ministra santafesina citó el caso del transporte público que en la provincia funciona en un 100% con biocombustibles, lo cual redunda en un beneficio para la salud y el medio ambiente urbano, pero la producción de la materia prima para la fabricación de ese biocombustible “no se ajusta a las buenas prácticas agrícolas, por lo que es necesario un cambio de paradigma. Si no pensamos cómo producimos con un balance social y ambiental, el grano, el primer eslabón de la cadena, no vamos a tener capacidad de defender a los biocombustibles en la otra punta de la cadena”, remarcó.
Ciciliani comentó que Santa Fe trabaja en “un nuevo concepto de agricultura circular. Es viejo pensar en procesar residuos. Lo nuevo es cómo usar menos insumos y generar menos residuos, hacer circular los bienes a nivel local. Lo estamos haciendo a través de nuestro programa de buenas prácticas. Es necesario que se empiece a ver como un recurso lo que antes se veía como un residuo”.
Finalmente, la funcionaria alertó que “tenemos que pensar estratégicamente y no tenemos tiempo. Todos queremos cambiar paradigmas, lo estamos haciendo con las buenas prácticas agropecuarias, con tecnología, con regulaciones, biocombustibles y tenemos que bregar para que se estabilice la macroeconomía, para que ustedes (productores, empresarios) hagan las inversiones necesarias en su cambio. Tenemos un problema de financiamiento muy grande. Necesitamos estabilizar la macro y poner en práctica todo esto”.
Para Busso, es fundamental en este cometido el trabajo interprovincial, de manera que se puedan resolver problemas de infraestructura rural, cuencas, recursos naturales y suelos, entre otros. “Es primordial que podamos llevar adelante políticas concretas, medir qué cosas fuimos cambiando, porque si no, simplemente es retórica”, consideró. Y señaló como “otro gran desafío, generar valor agregado: mas allá de las políticas macroeconómicas que pueden ayudar, los gobiernos provinciales tenemos que ponernos al frente. El sector agroalimentario es generador de fuentes de trabajo”, remató.
Sarquís, por su parte, opinó que “la bioeconomía es un tema viejo. Tenemos que empezar a hablar de bionegocios”, dijo y apuntó a la generación de biocombustibles. “Todavía en Argentina tenemos que pensar de tener cuidado para que no se enojen los de los combustibles tradicionales. En este país hay lugar para vaca muerta y para vaca viva”.
“Cuando sumamos lo que producimos las tres provincias (Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires), vemos que un 75% de la producción nacional pasa por aquí. Entonces tenemos una gran responsabilidad: coordinar acciones entre las tres con el Estado nacional y presentar proyectos sustentables. Aprovechar la biomasa proveniente del maíz y otros cultivos, hay proyectos millonarios en marcha”, comentó el ministro bonaerense.
“La bioeconomía acerca. Es necesaria la participación público-privada para que sea posible, y toda una cadena de coherencia. No hace falta más reuniones. Hay que laburar con proyectos. Esto cambia la vida de la gente”, culminó Sarquís.