Pedro Guglielmone
Sistema integrado: sinergia de ecología y producción
Inta Oliveros Especial para agroclave
La agricultura ocupa el 38 por ciento de la superficie libre de hielo del planeta y según datos estadísticos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), un tercio de la misma (13 por ciento) corresponde a tierras cultivadas, de las cuales el 18 por ciento está ocupado con maíz y soja y el 14 por ciento con trigo.
La Argentina posee el 2,6 por ciento de la superficie agrícola mundial, con el 52 por ciento y 14 por ciento sembrada con soja y maíz en verano y 13 por ciento con trigo en invierno. La región pampeana ocupa el 19 por ciento de las tierras cultivables a nivel nacional, y los cultivos mencionados ocupan una proporción similar.
Esta zona produce más del 80 por ciento de cada uno de los tres principales cultivos, evidenciando una alta homogeneidad de cultivo y de paisaje que reduce no solo la biodiversidad y la adaptabilidad de los sistemas agrícolas sino también la prosperidad actual y futura de la región.
De esta manera, un reto importante es compatibilizar un concepto integral de diseño y manejo de la agricultura. La diversificación de los cultivos en el tiempo (rotación) y en el espacio (cultivo en fajas y otros sistemas) tiene un gran potencial para aumentar la producción del sistema, como también para preservar y mejorar la salud de los ecosistemas y los beneficios que estos ofrecen a la sociedad: la polinización, el aire limpio, la descomposición de residuos, la infiltración del agua, entre otros.
Un estudio realizado por la Gloria Rótolo (Inta Oliveros), para determinar el desempeño ambiental de sistemas agrícolas integrados en el norte de la región pampeana, reveló información trascendental que debería advertirnos sobre la forma actual de producción agrícola en esta zona del país.
Los objetivos de este estudio fueron evaluar el uso de recursos y el impacto ambiental de la agricultura actual, para luego contrastar estos resultados con sistemas de agricultura de décadas anteriores.
De esta manera, se analizó la producción integrada de maíz, soja y trigo/soja de mayo a abril de los ciclos 1986-87, 1995-96 y2009-10. Por región pampeana norte se identificó a la zona que abarca la parte sur de la provincia de Santa Fe y sur oeste de Córdoba.
"La investigación abarcó tres períodos dentro de un lapso de aproximadamente 25 años. En ese devenir, ocurrieron diversos cambios tecnológicos que cambiaron radicalmente la forma de hacer agricultura. Me refiero a la siembra directa, al doble cultivo (trigo/soja), al incremento en el uso fertilizantes como así también a la introducción de cultivos transgénicos y a una nueva generación de agroquímicos con menor impacto ambiental" destacó Rótolo.
Estos cambios significaron un incremento de la producción agrícola en un 198 por ciento; pero esta práctica, también, tuvo un severo impacto en el ambiente debido al aumento en el uso de los insumos y a un requerimiento de una mayor área soporte para la producción.
"Los servicios ecosistémicos (SE) son los beneficios intangibles y no monetarios que las personas recibimos del ambiente", expresó la investigadora; de esos servicios, podemos mencionar al aire y al agua limpia, a la descomposición de residuos, a la captura de dióxido de carbono, al control de inundaciones y a la polinización.
Según lo que revela el estudio, la intensificación del uso de la tierra en esta región implicó una menor apropiación y uso de esos servicios por parte de los sistemas de producción. A su vez, la extracción continua de nutrientes por la cosecha, la ausencia de sistemas con pastoreo animal a campo para reponerlos y la inapropiada rotación de cultivos han aumentado el uso de fertilizantes químicos, lo que incrementó la acidificación en un 128 por ciento como así también la eutrofización en un 6 por ciento. Además, el potencial de daño de sustancia tóxicas presentes y liberadas al ambiente aumentó en un 17 por ciento.
Si bien se observó un acrecentamiento de la demanda de combustible a lo largo de la cadena de producción de los insumos utilizados en un 28 por ciento, "el consumo directo del mismo durante las labores en el cultivo disminuyó en un 70 por ciento, gracias al uso de la siembra directa. Esto resultó en una reducción del impacto al calentamiento global del 26 por ciento y en una reducción del uso de materiales (minerales o recursos abióticos) del 87 por ciento debido, entre otros factores, al menor uso de maquinaria" destacó Rótolo.
Sin embargo, el consumo de agua subterránea, requerida tanto para la producción de los insumos utilizados como para la aplicación de los agroquímicos en el terreno, aumentó en un 182 por ciento.
"Los resultados muestran que si una buena práctica agrícola para la conservación del suelo es empleada de manera aislada, como es la siembra directa, sin combinarla con otras prácticas como, por ejemplo, una rotación adecuada con cereales y legumbres puede, paradójicamente, llevar a un efecto rebote donde el uso eficiente y exitoso de un recurso conduce a un consumo mayor y más rápido del mismo" dijo Rótolo.
Alternativas para el cambio.El esquema actual de la agricultura tiene como objetivo principal maximizar los rindes productivos, soslayando los impactos negativos que dicha práctica tiene sobre el ambiente. Cada vez es menos lo que el sistema agroproductivo demanda a los servicios ecosistémicos, al mismo tiempo que tiene una creciente dependencia de los insumos externos, debilitando así al sistema de agricultura y el valor ecosistémico de la región.
"Se debería buscar la optimización de los procesos que se dan en un agroecosistema determinado, en lugar de enfocarnos en maximizar los rindes productivos", dijo Rótolo.
En este sentido argumentó que se podría dar lugar y tiempo al fomento de la biodiversidad y al manejo integrado de los recursos naturales (manejo integrado de plagas, manejo integrado de malezas, manejo integrado de ganadería y ganadería en campos agrícolas, etc.).
Entre otras cosas, lo que se buscó con este estudio fue ofrecer una mirada ambiental sustentada en alternativas agro-productivas, para evidenciar la necesidad de acompañar dichas alternativas con evaluaciones ambientales que puedan contribuir al mejoramiento del uso de los recursos para, así, maximizar la vitalidad del sistema.
El interés por una nueva agricultura que aumente la producción y que, al mismo tiempo, reduzca los impactos negativos al ambiente y aumente los beneficios sociales, es un desafío que requiere un nuevo enfoque que mida los impactos de los cambios tecnológicos sobre la producción de cultivos y las consecuencias ambientales de las prácticas de manejo.