Desde hace menos de 40 años, cada 11 de noviembre, China festeja el “Día del Soltero”. Ese día, se realizan millones de “obsequios” online por montos que superan holgadamente el equivalente a las exportaciones de un año de Argentina. Una verdadera locura.
Cómo el agro puede aprovechar el día del soltero en China y su boom de ventas por internet
Los regalos van desde perfumes hasta alimentos de alta calidad. “Años atrás, a las dos de la mañana de ese día, Argentina vendió todo el stock de langostinos patagónicos congelados. Y a las tres de la mañana, no había más vino malbec argentino. Productos de alta calidad de base nacional, eran muy aceptados por el mercado”, describe Fernando Vilella, director del Programa de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba).
Este momento de alguna manera permite dimensionar al país asiático, donde más de 400 millones de sus habitantes pertenecen a una “clase media urbana”, ávida de consumo de productos sustentables.
En este contexto, ¿está Argentina preparada para aprovechar esa realidad?. “No está preparada”, sentencia Vilella, quien también es el “padre” del concepto Vaca Viva, sinónimo de bioeconomía, de cadenas agroindustriales productoras de alimentos de origen vegetal y animal, bioproductos, energía y fibra. Y es que la realidad muestra que Argentina sigue siendo principalmente exportadora de alimentos para animales más que de productos con agregado de valor.
Celebrar la soltería
La plataforma de ventas online más importante de China, Alibaba, registró la marca “Día del Soltero” y desde 2012 comenzó a monetizar (y con creces) este festejo. Una fiesta que nació en 1993 en la Universidad de Nanjing como evento que celebraba la soltería, en contraste con el día de los enamorados. Por eso el 11/11. Cuatro “unos”. En 2020, se vendió a través de Alibaba por 75 mil millones de dólares.
Para tener una dimensión, Argentina durante todo ese año exportó por 53 mil millones.
De un festejo universitario pasó a ser “el mecanismo de ventas online más importante a nivel internacional. En 2013, se vendió por 6 mil millones de dólares y esa cifra sube año tras año”, cuenta Vilella. “Este año -agrega- las ventas superarán los 90 mil millones de dólares: 10 y 15 veces más que el Black Friday o Día de Acción de Gracias de Estados Unidos”.
- Más allá del día, ¿este fenómeno habla de alguna manera de una clase media china ávida de consumo?
China tiene 450 millones de personas con un ingreso promedio semejante al estadounidense. Su capacidad de compra es enorme. Cambiaron el perfil y el tipo de productos que consumen: cada vez más sofisticados, asociados a ese nuevo mundo al que estamos ingresando, que exige más en términos ambientales. Este consumidor de alto poder adquisitivo, copia los formatos de los consumidores globales.
En el gigante asiático hay 600 millones de campesinos que, si bien tienen una mejor calidad de vida que sus antecesores, viven en establecimientos de un cuarto de hectárea. Desde la década del 70, cada año, más de 20 millones de chinos se trasladan del campo a la ciudad, transformándose en clase media urbana, y adquiriendo los hábitos de consumo de alimentos que tiene la ciudad. Para dimensionar, ese éxodo rural chino significa una Argentina cada dos años. Esto transformó el comercio de alimentos a nivel global.
- ¿Cómo ingresa Argentina como productora de alimentos en este proceso, teniendo en cuenta un horizonte de post pandemia?
China es el único país grande que creció y el primero en salir de la pandemia. Este año llegará a tasas de crecimiento históricas, en torno al 8%. Esto arrastra al comercio y las compras de múltiples productos. El tema es que Argentina no está preparada para abastecer esa demanda. Seguimos siendo exportadores de alimentos para animales: la harina de soja y el maíz que vendemos como grano, dos de cada tres que producimos, sin agregado de valor. Como contrapartida, Brasil vende al exterior sólo el 40% del grano que produce y Estados Unidos menos del 20%. Ellos lo transforman en proteína animal, en bioplástico, en biocombustible, etc. Lo que deberíamos hacer es agregar valor en el territorio. Pero esto requiere inversiones que necesitan un marco macroeconómico que, claramente, Argentina no está brindando. Somos muy eficientes incluso en el término de huella ambiental (producción con el mínimo de contaminación/degradación) en los procesos de elaboración de granos y de insumos para la industria de la proteína o de los bioderivados. Pero no podemos avanzar.
- En términos ambientales, ¿qué lugar ocupa Argentina en el ranking mundial?
Hay pocas mediciones. Por ejemplo Argentrigo encargó al Inta e Inti la medición de la huella de carbono tanto del grano de trigo como de productos procesados con ese grano (fideos, por ejemplo). Y la conclusión fue que tenemos una huella de 60% menos que la que deja el grano europeo (somos no contaminantes en ese porcentaje). Los fideos elaborados aquí producen un 70% menos huella que los italianos Barilla. Estamos 30% por debajo de Australia, con sistema productivo similar al nuestro. Las pocas mediciones de huella hídrica (eficiencia en el uso del agua dulce en los cultivos) marcan lo mismo. Nuestro sistema basado en siembra directa y rotaciones es mejor y genera menor huella ambiental. Eso lo aprovechará el que nos compre ese tipo de productos (materia prima como grano) para después elaborar lo suyo. Tenemos una base buenísima pero la estamos perdiendo por no invertir en valor agregado industrial.
-Volviendo a ese “nuevo consumidor” chino con el ícono del día del soltero y sin caer en una chinadependecia, ¿hay allí una oportunidad para Argentina?
Hablábamos de estos productos elaborados como el vino o el langostino patagónico, pero podemos hablar de frutas y de otros productos. Pero no existen por problemas de oferta por parte de Argentina, no de demanda. Las inversiones requieren de consensos de las alianzas políticas. Se necesitan reglas claras en términos impositivos, gremiales, etc., con un horizonte a 20 años.