Esta semana el ministro de Economía, Martín Guzmán, comenzó con un recorrido por distintas provincias argentinas. Lo que en tiempos electorales puede leerse como una agenda de campaña, su paso por los territorios se pudo observar como una gira oficial para plantear los lineamientos del programa económico que el gobierno nacional pretende poner en funcionamiento este año. En esa agenda, que incluye como condición casi ineludible un pronto acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la inflación, el equilibrio fiscal y el desarrollo productivo aparecen en primera línea. Y en esa estrategia, la cadena agropecuaria y agroindustrial surgen como actores centrales.
Crónicas de campaña: Los granos y la pelea contra la inflación
La puja por los precios de los alimentos pone en tensión la relación entre el gobierno y el sector agropecuario.
Con la aceleración inflacionaria de fin del año pasado, donde el rubro alimentos picó en punta, el gobierno nacional puso el foco en la producción primaria y las industrias de segundo piso vinculadas. Eligió el camino de trazar “consensos”, como dijo en varias oportunidades Guzmán y reiteró el ministro de Agricultura Luis Basterra, en los sucesivos encuentros con la mesa intersectorial del maíz y la de trigo esta última semana.
Hasta ahora, la paz que sellaron gobierno y sector agroindustrial para evitar el cierre de la exportación de maíz sigue en pie. Se avanzó en el acuerdo para ofrecer cortes cárnicos un 30% más baratos hasta marzo con los frigoríficos, se ensaya algo similar con frutas, verduras y productos de la huerta, y en estos días se pretende que esos entendimientos sectoriales incluyan también a los cereales —insumos básicos de productos de la canasta alimentaria como aceites y harinas— y tambien hacer lo propio con el girasol.
“Quisiéramos no tener que recurrir a la política impositiva pero por supuesto que el gobierno cuenta con los instrumentos para implementar las políticas que terminen siendo necesarias para asegurar que el shock sea progresivo”, advirtió Guzmán en una de sus presentaciones provinciales y dejó abierta la posibilidad de que si los acuerdos no se cumplen, pueden jugar una carta con las retenciones.
Si bien la determinación del gobierno se mostró clara en ese sentido, las diversidad de intereses sectoriales juegan su partido. No en vano en la última reunión de gabinete económico se analizó la conformación de un pacto de precios y salarios anclados en el 29%, el incremento de precios previsto en la ley de presupuesto para este año. Un anhelo histórico en la Argentina pocas veces concretado que podría tener alguna chance después de la crisis que desató la pandemia.
Sin embargo, el contexto internacional, no ayuda. Si bien todos los países —los desarrollados y no tanto— no dudan de que el Estado debe cumplir un rol en la economía y mucho más tras semejante debacle mundial, la solidaridad no aplica para el mercado.
Además de las prácticas proteccionistas y las guerras comerciales, el clima se convirtió en un actor central para definir la evolución del precio de los commodities y por tanto, de los alimentos.
Esta última semana, la soja mostró vaivenes en Chicago muy fuertes, incluso hasta de u$s 7 en una jornada. Sin embargo, está asentada sobre el umbral de los u$s 500 y no perfora ese piso. Los cereales acompañan la tendencia y se mantienen firmes y eso no ayuda a agilizar las liquidaciones. Un informe de la Bolsa de Rosario indica que “en el total de la campaña, desde diciembre hasta la primera quincena de enero, los embarques de trigo llegaron a los 1,8 millones de toneladas, lo que representan menos de la mitad (-52%) del tonelaje que se llevaba embarcado en el mismo período en la campaña pasada”.
Si bien se atribuye al clima que trajo una menor cosecha y a la paralización de la actividad portuaria por la huelga aceitera, desde la industria molinera aseguran también que el productor vendió menos cereal por la escalada de los precios y a eso atribuyen la faltante de la materia prima para la elaboración de harina.
Menos soja
Volviendo a la soja, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) redujo en 500.000 toneladas la proyección de producción final de la campaña 2020-2021, con un estimado total de 46 millones de toneladas, lo que representa una caída de 1,08% respecto de la previsión realizada en septiembre pasado, de 46,5 millones de toneladas. De esta forma, el ciclo 2020-2021 marcará una reducción de 3,6 millones de toneladas de soja respecto de la temporada 2019-2020, cuando la cosecha ascendió a 49,6 millones de toneladas.
La diferencia entre una campaña y otra se explicó esencialmente en la sequía que afectó a las principales zonas productoras del país.
La entidad bursátil, en un comunicado de prensa, precisó que en la última semana finalizó la siembra de soja en todo el país, alcanzando una superficie total de 17,2 millones de hectáreas.
Durante la semana pasada, gran parte del área agrícola registró temperaturas por encima de la media y una limitada oferta hídrica, lo que generó que el área productiva del centro-este de Entre Ríos y centro-norte de Córdoba resultaran las más afectadas.
La Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la Bolsa de Rosario señaló el viernes que un 30% de la soja “está regular a mala” pero hay posibilidades de un cambio de escenario. La oleaginosa está “en una situación muy comprometida tras la ola de calor en la región núcleo y por eso, se necesitan al menos 50 milímetros en los próximos días”, algo que podría darse según los pronósticos de aquí en adelante. “Si los modelos se validan, puede haber una gran oportunidad para la región central” comentó José Luis Aiello, doctor en ciencias atmosféricas.
Sucede que la ola de calor de la semana dejó 1,36 millones de hectáreas en condiciones regulares a malas en un momento en que la oleaginosa está en plena “fructificación”. Por eso, en la semana se observaron acartuchamiento de hojas, plantas estresadas, amarillamiento de hojas inferiores, pérdida de flores y vaneos de vainas. También hay ataques de arañuelas y trips, plagas características de años secos.
Los maíces tempranos fueron los más afectados por la ola de calor. En pleno llenado de granos con estrés hídrico y térmico se intensificaron las perdidas en las áreas más afectadas por la sequía. Los lotes entre regulares y malas condiciones ascendieron a 350.000 hectáreas esta semana (25%), según GEA.
En el centro sur santafesino, como en El Trébol, Cañada Rosquin y Bigand “las últimas lluvias moderaron el impacto de la ola de calor y las reservas de agua alcanzarán para terminar el ciclo en los mejores lotes y se espera superar los 100 quintales por hectárea”, agregó GEA para dar cuenta de la heterogeneidad en los rindes.