Esta semana, el Ministerio de la Producción de Santa Fe, presentó un proyecto de ley de gestión de riesgos de emergencias agropecuarias, que tiene la particularidad de considerar el 70% de los productores que realizar sus tareas sobre campos alquilados y requieren un cambio de enfoque ante la eventualidades de emergencia o desastre.
La sequía y los grandes desórdenes productivos
La iniciativa, que busca reemplazar la ley 11.297 dictada en 1995, habla de herramientas de prevención, mitigación y recomposición de capital de trabajo ante las reiteradas contingencias que ha venido causando el clima en las últimas décadas.
La iniciativa cuenta con el aval de todas las gremiales del sector, los institutos técnicos y las cadenas productivas, y al mismo tiempo, vuelva a reinsertar la idea de constituir un fondo integrado con el 40% del impuesto inmobiliario rural, luego de ser coparticipado con municipios y comunas.
La herramienta mejoraría la asistencia financiera y económica durante el lapso que duran los eventos con clima adverso.
Es un paso adelante, aunque los principales especialistas de clima y agua del país advierten que estamos en una cuenta regresiva sobre lo que se podría venir en la próxima década.
Ante esto, el meteorólogo y divulgador científico Mauricio Saldívar, volvió a remarcar que los patrones de temperaturas y precipitaciones son factores determinantes en el desarrollo económico.
Asimismo, expresó que las corrientes climatológicas constantes e intensas han disparado -hace varias décadas-, una serie de tormentas económicas cuantiosas, que fluctuaron entre las sequias extremas, los excesos de humedad y la transformación generada -por el hombre- sobre el ambiente frente a las desesperación por apaciguar los impactos.
Saldivar, resaltó a la corriente climatológica Niña (de fuerte a moderada), y la posicionó como responsable del incremento de desigualdades y grandes problemas socioeconómicos de nuestro país y la región. De hecho, en Sudamérica se estima una caída mayor a las 20 millones de toneladas de granos y en Argentina la soja viene cayendo por el orden de 5 millones de toneladas entre los 2 últimos ciclos. Cerca de 6 millones son las pérdidas del maíz.
Si bien estas bajas productivas son atenuadas por los altos precios internacionales, el clima de crisis es constante y de mayor intensidad en las economías vulnerables y los países pobres.
Para Argentina, a partir del mes de agosto los indicadores marcan la finalización del efecto Niña, aunque el corto lapso de interrupción de la misma, no permitirá acomodar el daño sobre varias regiones. Ni hablar si uno lo mira desde el punto de vista económico, ya que sobre fin de año se espera una tercera fase la Niña debido al enfriamiento en la temperatura del Océano Pacífico. “El agro que viene complicado en diversas zonas del planeta, podría transitar por problemas mayores en el primer semestre de 2023”, enfatizó el analista.