En mayo de 2021, pocos días después de que Michael Dover decidiera desprenderse de un campo ganadero arrendado para vender parte del rodeo de cría, el gobierno nacional anunció el cierre del mercado de exportación de carne vacuna por tiempo indeterminado.
La familia que reconvirtió su empresa agropecuaria con foco en la sostenibilidad
“La decisión ya había sido tomada tiempo atrás y justo en mayo de 2021 vencía el contrato de alquiler, mes en el que se anunció la intervención del mercado externo de carne vacuna; por eso, tuvimos que demorar la salida por la imposibilidad de vender hacienda, y luego el precio cayó alrededor de un 20%”, explica Dover, integrante del CREA Arroyo del Medio (región Norte de Buenos Aires), en una nota publicada por la revista CREA.
Finalmente, en junio de ese año se completó la venta de unas 300 vacas para derivar otras 300 al establecimiento propio: unas 2000 hectáreas localizadas en la localidad bonaerense de Pergamino, de las cuales el 70% tienen aptitud agrícola. Así logró armar un rodeo de cría de unas 700 cabezas en el campo familiar.
La integración del rodeo de cría en el campo propio se realizó de manera complementaria con la actividad agrícola, dado que, si bien los animales ocupan mayormente los sectores con aptitud ganadera, también emplean los cultivos de servicio a modo de “verdeos de servicio”.
“Con un consumo moderado y manejo cuidado, las vacas contribuyen al rebrote de los cultivos de servicio al tiempo que aportan nutrientes al suelo por medio de los bosteos”, comenta el productor.
Unos veinte pozos de agua, que había realizado la empresa años atrás para producciones de semilla bajo contrato con pivotes de riego, fueron aprovechados para alimentar bebederos móviles que funcionan con bombas accionadas por energía solar (paneles fotovoltaicos). “Así logramos aprovechar estratégicamente los verdeos de servicio y empleamos a la hacienda como fuente de fertilización orgánica de los lotes”, apunta el empresario.
El equipo de producción, integrado por un encargado y seis empleados a tiempo completo, si bien tiene tareas principales asignadas, pasó a trabajar en el marco de un régimen más flexible en el cual, en función de las necesidades, todos pueden ser convocados por el responsable de producción para realizar diferentes actividades tanto agrícolas como ganaderas.
“El experto en siembras, por ejemplo, también ayuda en la manga. El responsable de ganadería está aprendiendo a sembrar. Son todos líberos. El trabajo se organiza por objetivos, aprovechando equipos bien consolidados; así el sistema se vuelve más robusto y las tareas se hacen más interesantes para el personal porque dejan de ser rutinarias y además pueden adquirir nuevas habilidades”, comenta Michael.
El cambio de metodología resultó muy útil porque ahora todos están atentos a lo que sucede en las diferentes dinámicas de procesos presentes en la empresa, de manera tal que, si detectan un desajuste, avisan de inmediato a sus compañeros o bien al responsable de producción. “Así como intensificamos e integramos las actividades agrícolas con las ganaderas, ese proceso también se instrumentó en el perfil y los roles de los integrantes del equipo de trabajo”, remarca.
La intensificación agrícola que venían implementando hace tiempo –con 1,70 cultivos/ha/año– vino en parte de la mano de un cultivo invernal muy particular, la manzanilla, que si bien funciona como una suerte de cultivo de servicio con renta, se cosecha en el marco de un acuerdo con la empresa pergaminense ArgenMilla, que se dedica a producir y procesar ese producto desde más de cinco décadas.
Las elevadas exigencias presentes en el cultivo de manzanilla llevaron a la empresa a realizar la certificación europea UZT (ahora integrada en Rainforest Alliance), que contempla todos los procesos –agronómicos, ambientales, laborales, logísticos, etcétera– presentes en una empresa agropecuaria.
“Si bien la certificación conlleva un premio en el precio de la manzanilla, la motivación principal al momento de realizar la misma fue mejorar la calidad de cada uno de los procesos que intervienen en la empresa. Parte de la certificación, entre los muchos ítems que es necesario validar, requiere realizar capacitaciones en primeros auxilios y establecer un protocolo de acción en caso de una emergencia, gracias al que pudimos salvar a un empleado que se descompensó mientras estaba trabajando en el campo”, señala Michael.
La manzanilla se siembra a mediados de mayo para cosecharse en la primera quincena de octubre, de manera tal que, si las condiciones ambientales son las adecuadas, puede sembrarse detrás de la misma una soja a comienzos de noviembre.
La manzanilla se cosecha siempre de noche porque debe enviarse húmeda, de manera inmediata, a la planta de secado para que las propiedades del cultivo permanezcan intactas. A partir del mismo se obtiene polvo, flores y polen de manzanilla que se emplea para elaborar infusiones, extracción de aceites esenciales, productos farmacéuticos y cosméticos.
“El único inconveniente con la manzanilla es que, como se cosecha verde, al encontrarnos en una zona sin aporte de napa freática, si las lluvias no acompañan tenemos que esperar varias semanas hasta poder tener la humedad necesaria para sembrar soja”, advierte el empresario CREA.
Además de cultivos de servicios y manzanilla, en el período invernal producen trigo, arveja y avena. Parte de este último cultivo se emplea para hacer rollos para la hacienda. Los cultivos de servicio se siembran al voleo con una fertilizadora Altina antes de la cosecha de maíces tempranos para disponer de cobertura hasta la siembra del siguiente cultivo de cosecha.
“En nuestro establecimiento nos gusta que, al pararte en algún punto, puedas hacer un recorrido en 360 grados y ver que en todas partes hay diferentes cultivos. Además de disponer de diferentes monedas agrícolas y promover la biodiversidad, el hecho de que el campo esté siempre verde mejora con el tiempo las propiedades físicas y químicas del suelo y hacen que el sistema sea más resiliente cuando se presentan campañas con restricciones hídricas, como las que venimos soportando en los últimos cuatro años”, apunta.
Claro que el proceso de intensificación no se dio de un día para el otro: una década atrás la familia Dover comenzó un proceso de transición generacional que pronto se transformó en una reconversión organizacional y productiva tan profunda que aquella empresa se parece bastante poco a la actual.
Se propusieron entonces ser una empresa más atractiva tanto para los accionistas actuales –Patricia con sus cuatro hijos– como para los once que vienen en camino, los empleados, socios e integrantes de la comunidad. “Una empresa funciona bien cuando funciona para cada uno de los que se relacionan con ella”, resume.
Michael, quien había trabajado en corporaciones globales en el exterior del país, regresó a Argentina y, junto a su madre y hermanos, pusieron manos a la obra para encarar el desafío, que implicó repensar procesos, tareas y tecnologías hasta entonces empleadas. “La primera prioridad fue poner el foco en la sostenibilidad del recurso suelo, lo que llevó a realizar una ambientación de los diferentes sectores del establecimiento para retirar a la agricultura de aquellos más frágiles, que presentaban riesgo de degradación o erosión”, remarca.
“En 2015 realizamos una planialtrimetría total del establecimiento y su cuenca para diseñar un proyecto integral de sistematización, con el fin de garantizar una mayor eficacia en el manejo y conducción del agua, evitando así tanto la erosión como anegamientos temporales; esto requirió un mega-proyecto de infraestructura y movimiento de tierra para la reparación y construcción de nuevas terrazas, además de la implementación de vías vegetadas, badenes y ensanchamiento de cunetas que permitieron una mejor gestión de los excesos hídricos”, comenta.
La obra mejoró la transitabilidad de los caminos internos y redujo de manera considerable su costo de mantenimiento.
Un aspecto central –poco usual en las empresas agropecuarias– fue la incorporación de un profesional en el directorio que no forma parte de la familia. Se trata de Juan Radrizzani, el asesor del CREA Arroyo del Medio. Esa decisión fue vital para contar con una mirada diferente y además para evitar que las cuestiones familiares no vinculadas con los intereses de la empresa se inmiscuyeran en las reuniones de directorio, que son, precisamente, donde se define el rumbo estratégico de la organización.
No existe posibilidad de cambio alguno si no se dispone de un equipo de trabajo organizado, capacitado y motivado, razón por la cual el proceso requirió una reorganización laboral que no dejó posición sin revisar.
“Con mucho diálogo y foco en las aspiraciones personales, se llevó a cabo un proceso, que llevó cinco año, en el que se reconfiguró el 100% del equipo administrativo-operativo; se trató de un proceso de aprendizaje y adaptación muy fuerte para todos y no exento de dificultades, particularmente al incorporar jóvenes con concepciones, aspiraciones y necesidades muy distintas a las presentes en otras generaciones”, señala Michael.
Finalmente, dieron con el perfil adecuado de personal y actualmente la empresa cuenta con cuatro familias residiendo en el establecimiento y otras en el pueblo cercano (Villa Angélica, conocido en la zona como El Socorro), donde tienen ahora el desafío de conseguir viviendas para el personal que se va sumando a la organización.
La intensificación de tareas y el recambio de equipos de trabajo requirió repensar la empresa maquinaria propia, de manera tal de redimensionarla para hacerla más eficiente y ágil ante las nuevas actividades. Así se adquirieron nuevos tractores y pulverizadoras con piloto automático y cortes por secciones, además de retroexcavadoras, palas frontales y niveladoras para realizar por cuenta propia trabajos de sistematización en el establecimiento; también se sumaron guinches para el manejo de insumos con big bags.
“Para aprovechar al máximo determinados adelantos tecnológicos, ciertas actividades se tercerizaron, como es el caso de la siembra de maíz, que se hace con contratista certificado y que posee equipos de Precision Planting”, comenta Michael.
El cultivo de maíz se realiza en el marco de un esquema asociativo con la empresa Pedro A. Lacau e Hijos SRL –integrante de los grupos CREA Lincoln, Guanaco Las Toscas y Guayacán–, en el que ambas empresas participan en las utilidades de manera proporcional a los aportes realizados en cada campaña. “El hecho de contar con socios estratégicos, de los cuales aprendemos mucho, nos motiva a buscar la innovación constante, además de lograr equipos de trabajo flexibles y capacitados en procesos, lo que nos permite afrontar los momentos difíciles con mucha holgura”, remarca Michael.
“Cuando la situación climática y comercial es óptima, las diferencias entre empresas agropecuarias se diluyen, mientras que en situaciones adversas se evidencian. Los sistemas, tanto en términos organizacionales como productivos, muestran su fortaleza cuando las condiciones se tornan desfavorables”, concluye.
Experiencia CREA
Cuando Michael Dover estaba estudiando agronomía, perdió a su padre. Su madre, Patricia, con 47 años de edad, debió tomar las riendas de la empresa, para lo que el apoyo constante de los integrantes del CREA Arroyo del Medio fue un factor crucial. “Los integrantes del CREA actuaron como una suerte de directorio: la ayudaron a armar un equipo de trabajo sólido con la incorporación de un administrador externo no-familiar y la acompañaron hasta que mi madre tuvo la confianza necesaria para gestionar la empresa. Le recomendaron que no me incluyera en la organización, porque consideraron que lo mejor era que terminase de estudiar para formarme profesionalmente. Y fue la mejor decisión. Nuestra empresa familiar le debe muchísimo a CREA”, explica Michael.
*Fuente: Revista CREA