Pensar el suelo como un ambiente vivo, que tiene un conjunto de interacciones biológicas que funcionan como una suerte de red social interconectada, es el desafío de la nueva agricultura.
Larga vida al suelo: la revolución de los bichos
Por Sandra Cicaré
Por el suelo. Las prácticas para cuidar el recurso profundizan la captura de carbono.
La biología del suelo fue el tema central de las principales presentaciones que se realizaron en el congreso de siembra directa.
Si bien desde hace décadas _y tras largos procesos de usos intensivos y poco saludables_ se viene trabajando en mapeos para medir su rendimiento o detectar deficiencias de nutrientes, la clave ahora pasa por pensar al suelo como un sistema en el que conviven organismos y microorganismos capaces de alimentarlo e incluso, regenerarlo, incluso muchos de ellos considerados a priori por el productor como una amenaza para sus cultivos.
“El ambiente suelo tiene un peso relativo superior para sostener el alto rendimiento en años con ofertas climáticas escasas, como los últimos que tuvimos”, indicó Jorge Romagnoli, ex presidente y uno de los fundadores de la Asociación de Productores de Siembra Directa (Aapresid), en el marco del 30 congreso de la entidad que se realizó en Rosario. “El suelo juega mucho en sostener la estabilidad de los resultados que tienen los rendimientos”, agregó.
Justamente el suelo fue el foco del congreso anual de la entidad y todas las miradas estuvieron puestas en un recurso que es el origen de la generación de alimentos, energía y una transformación ambiental de cara al cambio climático, las grandes demandas que hoy marcan la agenda mundial.
En ese camino, los especialistas que debatieron en ese espacio insistieron con profundizar prácticas que mejoren la salud del suelo, entre las que destacaron la implementación de cultivos de cobertura, incluso variados y rotando, la combinación de leguminosas con gramíneas y los monitoreos de lotes. Así lo planteó Luis Wall, investigador del Conicet y experto en microbiología de suelos.
Pero también, insistieron en remarcar la vigencia en materia ambiental que provee la siembra directa, ante la seducción de muchos productores por retomar algunas prácticas de labranza ante el avance de malezas. “A veces estamos tentados a dar una respuesta física a problemas físicos del suelo y eso ocurre ahora cuando removemos aunque sea con labranza una parte superficial”, dijo Marcelo Arriola, director del Sistema Chacras de Aapresid y con eso “estamos generando un gran problema”, porque “con la labranza aumentamos la exposición del suelo y profundizamos más el problema, porque liberamos más partículas que se acomodan luego como pueden y vemos esos suelos compactados”, agregó el especialista quien fue contundente: “El problema de la agricultura es físico por exceso de labores, por monocultivo, por exceso de barbecho, pero la solución es biológica”, indicó.
Las respuestas biológicas son aquellas que vienen, por ejemplo, de esa fauna benéfica (micro, meso o macro) que aporta biodiversidad al suelo. “Todas las especies son muy importantes porque brindan servicios ecosistémicos”, dijo Marie Bartz, investigadora del Centro de Ciencias Aplicadas a la Agricultura Biológica y del Centro de Ecología Funcional de la Universidad de Coimbra en Portugal, especializada en macrofauna como aquella compuesta por lombrices, hormigas, arácnidos, isópodos, larvas, entre otros.
La biodiversidad
Bartz explicó que “hay más de un millón de especies animales que viven en el suelo y solo conocemos 40%” y precisó que “el 25% de la biodiversidad está en el suelo”.
Por eso “es importante que los sistemas sean sostenibles para mantener la biodiversidad y producir más con menos”, agregó.
Esa fauna tiene “diferentes roles y funciones en el suelo”, precisó la investigadora como “mantener el estado del suelo, secuestrar arbono, descomponer materia orgánica, suprimir plagas y controlar el crecimiento vegetal, entre otras cosas”.
A la hora de dar ejemplos realizó algunas clasificaciones de esta macrofauna. Y dijo que en el caso de las lombrices descomponen materia orgánica y fragmentan desechos; o los geófagos como las termitas hacen cámaras en el suelo y lo reorganizan; también los escarabajos traen materia orgánica a zonas profundas y eso permite sumar fertilidad al suelo y retener agua. También las hormigas, que evitan plagas o los nematodos que controlan las larvas de la población de moscas.
“Todos funcionan pero no pueden trabajar solos, sino en conjunto, como una orquesta”, dijo Bartz y por eso “si la interacción se rompe, se produce un caos en el suelo y afecta la biodiversidad”. Indicó que esto puede ocurrir cuando se realizan sucesivas prácticas de monocultivos que “alteran la alimentación del suelo”.
“La idea es, desde la agricultura conservacionista, construir una estructura de suelo esponja que secuestre carbono y genere mucha materia orgánica y sólo se logra eso si se conserva la biología del suelo”, sentenció. “Debemos mantener ese engranaje para tener un suelo sano, si no veremos situaciones como compactación y otros problemas”, apuntó.
En esa línea, Wall cuestionó la escasa difusión que se le da a los microorganismos a la hora de analizar la estructura y la salud de los suelos. “En un gramo de suelo hay 10 mil millones de bacterias, 100 ó 200 mil hongos, 1 billón de virus y 10 mil protistas”, dijo el especialista quien reconoció que hoy la tecnología permite realizar un ADN del suelo.
“Las bacterias son el segundo gran grupo, luego de las plantas, que más capturan carbono”, dijo y por eso marcó su relevancia. “La microbiología, transforma la materia, genera estructura en el suelo y fomenta las redes de interacción que funcionan como una gran red social “, dijo Wall y explicó que “un sistema interconectado de esta manera es más sólido, más resistente y más resiliente”.
“Cuando perdemos estructura en el suelo, perdemos la conectividad de esas redes”, advirtió.
Tras detallar los rol de los microorganismos en los ciclos de nutrientes como el nitrógeno, el carbono y el fósforo, Wall advirtió sobre los inconvenientes de realizar aportes químicos. “Si colocamos fácilmente nitrógeno o fósforo estamos inhibiendo la interacción de los microorganismos y la biología”, indicó y fue optimista. Con prácticas como cultivos de servicio, diversificación, combinación de leguminosas y gramíneas y monitoreos, “un suelo bien trabajado se puede regenerar”, sentenció.