Cambiar y reaccionar rápido es el desafío. La biorevolución ya comenzó en el campo y es momento de atender, y entender, esa otra forma de producir que demanda el consumidor. Se trata de transitar el camino para pasar de una agricultura tradicional a una agricultura regenerativa.
La biorevolución: la respuesta frente al cambio climático
Por Patricia Martino
Durante el 31º Congreso de Aapresid, Agustín Biagioni, vicepresidente global de Marketing de Rizobacter, planteó que se está frente a un momento bisagra en la biorevolución, en el que “la sociedad interpela la forma en la que estamos produciendo”.
Acá aparece en escena el cambio climático, el peso de las emisiones de gases de efecto invernadero de los sistemas productivos llevados adelante hasta el momento y las oportunidades de dar un giro en la historia. “La agricultura debe estar comprometida con el cambio climático, venimos de una gran sequía, el tema está a flor de piel”, advirtió. Por eso llamó a desarrollar sistemas más resilientes. “La agricultura es gran parte del problema, tiene un cuarto de las emisiones, pero de todos los sectores es el único que pueden convertirse y pasar de emisor a ser secuestrador neto”, aseguró. Y explicó que Argentina “está muy bien parada en ese sentido”.
Por el cambio climático se pronostica que los rendimientos de cara a 2050 van a caer un 10% pero al mismo tiempo la población va a crecer significativamente. Habrá que alimentar más gente con menos recursos por lo cual es imprescindible reconfigurar el escenario.
Biagioni mencionó que en Argentina muchas veces se piensa que estás tendencias vienen más de Europa y Estados Unidos, pero, según una encuesta que realizó Poliarquía en la pandemia, el 77% de los argentinos manifestó en ese momento que el cambio climático era igual o más importante que la pandemia. “Y el 73% manifestó que el cambio climático y el modo en que consumimos está relacionado”, señaló.
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Cada vez hay más restricciones, medidas que afectan a las exportaciones de Argentina, como las mediciones de huella de carbono de biocombustibles y las certificaciones de libre de desforestación. “Todas estas medidas a futuro, ya están presentes en los requisitos de Europa para exportar, y sabemos que China adopta cada vez más los estándares que adopta Europa y EEUU”, subrayó.
El referente de Rizobacter explicó que hay que adoptar los cambios antes que sean un problema. “Estar al tope de las discusiones internacionales y tener las soluciones listas para cuando el productor tenga que usarlas”, resaltó.
Describió el escenario: la sociedad busca alimentos sanos y de calidad, sustentabilidad, información, no le alcanza un sello, quiere buscar quién lo produjo, cómo se produjo. Quiere que la producción tenga menor huella de carbono y que emita menos gases de efecto invernadero. También quiere que los alimentos sean accesibles y a un precio económico. Y al mismo tiempo está buscando innovación y adaptabilidad de nuevos hábitos de consumo, como puede ser alimentación a base de plantas.
“Nosotros hablamos de conservación pero la sociedad ve al campo convencional, el monocultivo y siembra directa como una misma categoría, y a lo orgánico o agroecológico como el bolsón que se puede comprar en grandes ciudades”, dijo. Y arengó: “Podemos enojarnos, como hicimos durante mucho tiempo, o podemos intentar entender por qué la gente busca alimentos orgánicos”.
Luego explicó: “Cuando uno analiza la cantidad de insumos que se utilizan, la toxicidad es menor en la agricultura orgánica comparada con la química; el 55% de los productos registrados en Argentina tiene algún tipo de toxicidad para el operario si no se usa debidamente, esto nos daun contexto para entender por qué la gente busca lo que está buscando”.
Hoy se habla de transicionar desde la agricultura tradicional a la orgánica, agroecología, regenerativa o de siembra directa. Pero la propuesta de Biagioni es trabajar sobre el concepto que aglomera a todas ellas. Y eso es la salud del suelo. “Eso tienen que ver con insumos biológicos, eso es trasversal a todos”, destacó.
La adopción de biológicos crece a nivel global, pero aún resta mucho camino por recorrer. Un punto clave es generar herramientas que sean simples. En cultivos intensivos, el uso de biológicos es del 75%, pero está relación se invierte en el caso de los extensivos. “Los biológicos tienen que ser un puente que permita, en combinación con los químicos de buen perfil ambiental y toxicológico, poder desarrollar una agricultura más sustentable, con menor toxicidad”, concluyó.