Después de años de caída, la soja recupera terreno. Por segunda campaña crecerá la superficie sembrada. Ese viraje entusiasma a la cadena de valor del cultivo, que apuesta a retomar la curva de expansión que la llevó a ser durante mucho tiempo la reina del agro argentino. Pero la parada es brava. No sólo porque este renacer tiene todavía más que ver con problemas ajenos que con fortalezas propias sino porque el mercado internacional no ayuda. Los precios están en mínimos de veinte años y la industria exportadora de harina y aceite, locomotora del sector, viene perdiendo posiciones frente a los grandes competidores. En este marco, dos grandes temas convocan al sector como estrategia para pasar la tormenta: el reclamo de bajar las retenciones, que hoy paga 33% por la exportación de poroto, y la adecuación a las nuevas exigencias del mercado europeo.
La soja retoma la punta en una carrera de obstáculos
Acsoja 2024. La soja crecerá en área sembrada, por los problemas de otros cultivos. Pero enfrenta un mercado hostil. Piden bajar retenciones
Por Álvaro Torriglia
Estas problemáticas estuvieron presentes en el seminario anual de la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja), entidad que cumplió 20 años. Nació en tiempos en los que el boom sojero parecía no tener fin, ni en área sembrada ni en capacidad de molienda.
Luego vinieron tiempos más amargos, con retracción de siembra, estancamiento de la producción y un freno en el proceso de ampliación del crushing que lleva una década. ¿Tocó piso ese proceso? Por lo pronto, en la campaña pasada, la pérdida de superficie se detuvo. “Por los problemas macroeconómicos, la siembra de soja, que es el cultivo más seguro, aumentó un millón de hectáreas”, recordó el presidente de Acsoja, Rodolfo Rossi.
En la campaña gruesa que se inicia, luego de la experiencia demoledora de la chicharrita en el maíz tardío, se estima que el área a implantar con la oleaginosa aumentará entre 8% y 10%, lo que podría llevar la producción a 55 millones de toneladas. Este repunte llevó a la asociación a subtitular el congreso de los 20 años con una consigna gráfica y optimista: “Retomando la curva”. Lema que, según su propio presidente, debe consolidarse “con méritos propios”, de la mano de un salto tecnológico.
Pero, a su juicio, poco se podrá hacer si no se eliminan o, al menos, ajan las retenciones. “La diferencia de competitividad con otros cultivos pasa por el elevado nivel de derechos de exportación que grava a la soja, las retenciones impactan en atraso tecnológico y por eso estamos estancados”, dijo.
El gobierno de Javier Milei había despertado mucha expectativa en el sector, que lo abrazó políticamente pero que ahora está inquieto e impaciente. “La soja está preparada para recuperarse pero los derechos de exportación reducen la competitividad”, dijo Rossi. Desde las provincias también llegaron quejas. El secretario de Agricultura de Córdoba, Marcos Blanda, señaló que mientras el cobro del impuesto inmobiliario en Marcos Juárez transfiere 49 kilos de soja por hectárea del productor al fisco provincial, las retenciones se llevan 1.500 kilos. “Para los productores las dos son cargas pero las provincias vemos cómo la Nación se lleva recursos y nos deja la obligación de invertir en infraestructura, energía, seguridad, etcétera”, se quejó. Su par entrerriano, Guillermo Bernaudo, azuzó al gobierno nacional: “Los que venían con las propuestas de shock son muy gradualistas para bajar las retenciones”.
Las eternas retenciones
Este clima no es ajeno a la cautela con el que los productores administran su stock sojero, en un contexto en el que la industria recupera actividad después de la sequía. La tensión por la provisión de mercadería alentó rumores sobre la importación de soja estadounidense en las últimas semanas, que luego fueron desmentidas. “Igual no estamos lejos de ver eso porque la soja local está cara respecto de Estados Unidos”, dijo Diego Lerini, de Molinos Agro, quien destacó que “en un escenario de mucha competencia en el mundo”, en Argentina hay un “bajo farmer selling”
Juan Tizado, de LDC, describió un mercado global sobrestockeado, con una demanda china muy tranquila. “Estados Unidos tiene una cosecha prácticamente récord, los stocks son los más altos de la historia y Brasil en cinco años le agregó al mundo un volumen equivalente al de una buena cosecha argentina”, señaló. En el mercado de harina de soja, Argentina viene perdiendo peso. “Hubo inversiones en otras partes del mundo, como Túnez y Egipto, y Estados Unidos va a moler 5 millones más de toneladas este año y otras 5 millones adicionales el que viene por impulso de la producción de aceite”, agregó.
Aunque los CEOs del complejo aceitero nunca descartan la irrupción de un “cisne negro”, como sequías o conflictos bélicos, lo que se ve por ahora es que “el superciclo de commodities que impulsó el boom de la soja en los 90 terminó”. Así lo sentenció Pablo Scarafoni, de Cargill, quien recordó que en el inicio de su carrera profesional alcanzó a ver “cómo era el mundo antes de que la demanda china entrara de forma violenta” al mercado y, sumada al crecimiento del biocombustible, llevara el negocio a otro nivel.
“Ese boom de demanda adicional hizo que el negocio creciera a tasas gigantescas, traccionando un aumento de la producción y la oferta mundial”. Esto hasta que el mercado chino maduró y “los mandatos de biocombustibles desaceleraron”.
Esta vuelta a los tiempos del pre boom encuentra al mercado con una oferta mayor. Brasil, por ejemplo, triplicó la cosecha de soja en veinte años. Es probable, en este escenario, que los precios internacionales se queden un tiempo largo. “Argentina no puede competir en este mundo más hostil con este nivel de presión impositiva”, advirtió el ejecutivo de Cargill. Y disparó: “Con un sistema impositivo un poco más amigable, a lo mejor tenemos otra Vaca Muerta en el campo”. Entre críticas a las retenciones y el tipo de cambio, los directivos de la industria aceitera filtraron algo de ácido por el tratamiento diferencial que se le da al petróleo, gas y minería, a través de esquemas como el Rigi.
Mientras transitan estas tensiones, los grandes jugadores del complejo oleaginoso auscultan las “oportunidades” de mercado en este nuevo mundo. Para Ezequiel Cornejo, de Cofco, la transición energética es una de ellas. “Lo que pasa con la energía en el mundo no es poca cosa y la soja es en parte energía, en Estados Unidos y Brasil los mandatos energéticos mejoraron los márgenes e incentivaron las inversiones en plantas de molienda”, dijo. En Argentina, en cambio, “la falta de un marco regulatorio adecuado” limitó frenó las inversiones biodiesel.
Tizado ubicó este nicho en el marco de una tendencia la descomoditización que transforma el mercado. También las exigencias de demostrar la sustentabilidad de las prácticas agrícolas. El sector trabaja con una deadline impuesta por la Unión Europea, mayor cliente de la harina de soja argentina, para certificar desde enero que la mercadería enviada no proviene de áreas deforestadas después de 2020. El complejo sojero respondió al desafío con la creación de Visec, una plataforma digital de monitoreo y certificación.
El sector es refractario a estas exigencias, que no garantizan de por sí un premio en precio. Pero el emplazamiento está e involucra a un mercado importante. La industria localizada en Argentina provee 7 millones de toneladas a la UE. Y los empresarios entienden que la cadena argentina está en mejores condiciones de las de otros países competidores para “asegurar” esa plaza. “El mismo sistema de regulación argentino, facilita el camino de la trazabilidad”, agregó Lerini.
Los CEOS del complejo oleaginoso no descartan, y más bien sospechan, que estas exigencias se ampliarán a otros productos y también a otros mercados.