Los 4 dirigentes de la cadenas que nuclean a los principales cultivos de nuestro país, alinearon sus reclamos en lo impositivo, anticipando que los números no van a dar, ya que la baja en el mercado internacional de los granos y la suba de todos los costos productivos se van a terminar llevando el dinero.
Las cadenas productivas en sintonía fina
“Es alto el costo fiscal, las regulaciones de provincias y municipios no están acompañando. Nosotros queremos que se impulse un acuerdo, que se alcance el Pacto de Mayo pero con reformas reales que permitan desatar todo el potencial productivos que hemos venidos expresando”, manifestaron los referentes.
El pedido, que se canalizó en un escenario (Expoagro) que llenó las calles de productores con intercambios de análisis, marcó una señal de guarda frente a una situación complicada que –de todos modos- no quita las esperanzas para seguir trabajando.
“Queremos una ayuda en el alivio fiscal. No transitoria, sino que permita -al final del mandato de la nueva administración de la Nación-, decir definitivamente que se terminaron los derechos de exportación (DEX)”, subrayó el presidente de Argentrigo, Martín Biscaisaque.
Este productor y dirigente, avanzó sobre una cronología de 20 años de retenciones y dejó en claro que son las principales responsables del estancamiento de la producción de granos (en toneladas) desde hace una década.
“No podemos despegar tecnología y desarrollo si tenemos una pata en la cabeza. Si no liberan esto no hay despegue”, dijo.
Según las 4 cadenas, es difícil hacer planteos agrícolas sino te generan un alivio en impuestos que te permita trabajar con un resto. Además, consideraron que es más propicio seguir quedándose al descubierto con tantas eventualidades que se presentan por el clima.
“Imagina lo difícil que se ha tornado todo esto. Es decir, las retenciones, el impuesto País a las importaciones de herbicidas y fertilizantes, las tasas municipales y provinciales, el adelanto de Ingresos Brutos en la provincia de Buenos Aires, están desorbitados y conforman un combo que ha destruido la red de seguridad que tenía el campo”, expresó Biscaisaque.
A su vez, remarcó que a la producción agropecuaria, siempre la han mantenido en la primera línea para sacarle una tajada o producirle un mordisco.
Fuera de orbita
Otro pasaje del reclamo, se centró en el alto costo de los insumos. El ejemplo más inmediato es que la urea el año pasado costaba 700 u 800 dólares la tonelada por el contexto de la guerra y otros problemas. “El efecto pasó para todos los países, menos para Argentina. Hoy, en Uruguay, Brasil valen un 60 % menos, ya que estas naciones no tienen tantos impuestos y castigo a la producción agropecuaria”.
Biscaisaque, resumió con números el descalabro financiero, los problemas que generó el Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA), los dólares oficiales y otros puntos que generaron en pasivo por regulaciones que –a muchos- le hizo perder demasiado dinero.
“Hoy una cosechadora en Argentina sale 1 millón de dólares, mientras que en cualquier país del Mercosur tiene un valor de 600 mil, con oferta crediticia acorde y sin demasiadas complicaciones”.
Todo está desarbitrado, la cadena está tensionada por el desequilibrio de las intervenciones estatales con demasiados parches.
Al cierre, hicieron un llamado a los productores, advirtiendo de la necesidad de tener mucho cuidado y estar atentos. “Hay que salir del piloto automático porque las condiciones cambiaron, pensar en los viejos riesgos de la convertibilidad que obligó a un cambio productivo. Sabemos que estamos en un avión en picada y se está tratando de estabilizar el vuelo”, reconoció el dirigente instando a esperar que las condiciones macroeconómicas mejoren.
A priori, durante el reclamo, muchos decían que hablar de créditos con tasas del 70 u 80 % a 4 años no es algo favorable, porque si al gobierno le va bien –como todos esperan- el porcentual sólo se transforma en algo razonable para los 2 primeros años. El resto, se torna enalgo cargoso para todo el sistema productivo. Hay miedo y preocupación frente a un cambio de sistema que aún no está definido.