El gobierno nacional cumplió su promesa de efectivizar el veto a la ley antidespidos. Una norma que tuvo muchas idas y vueltas, donde en el medio de esta disputa electoralista y de agenda pública se encontraban las pymes. No es una situación menor, mucho más cuando se trata de un agente clave en la cadena de empleo y en un contexto social que precisa de políticas públicas fundamentales para encauzar una realidad incierta. Ante esta situación debemos preguntarnos acerca de los mitos reales o falsos que envuelven a la relación entre el empleo y las pymes.
El empleo en las pymes
El desconocimiento de la situación del empleo en nuestro país, resultante de la falta de estadísticas oficiales sobre el mercado de fuerza de trabajo, pero con indicios de la escasa o nula ocupación en los últimos años y de una disminución en el empleo por los despidos recientes, ha puesto en agenda este problema. Por un lado, la existencia de un sector de la oposición que pretendió una ley que prohibiese los despidos, el gobierno, por su parte, que anunció entre bombos y platillos su veto, y otra oposición racional que no desacuerda con la norma, pero que aspiró a una ley temporalmente corta y, al mismo tiempo, protegiendo e incentivando a las pequeñas y medianas empresas (pymes).
Es muy difícil aventurar los resultados efectivos de tal disposición sobre el nivel de empleo existente, en tanto responde a conductas empresariales de difícil simulación, pero, entre la flexibilización neoliberal, tan cara al empresariado, y un control circunstancial sobre el mercado laboral, hay que inclinarse por este último: como el control de precios para contener un proceso inflacionario, no es un instrumento que pueda perdurar en el tiempo pero que en plazos cortos es oportuna su utilización, mientras las medidas de sostenimiento de las pymes comienzan a tener efectos sobre su permanencia en el mercado.
Nadie puede poner en duda que las pymes han sido las más castigadas en términos relativos por el aumento de los servicios públicos (electricidad, gas y agua) y las paritarias salariales, lo que impactan directa e indirectamente sobre sus costos de producción, así como por la suba de las tasas de interés, lo que les encarece el financiamiento del capital de trabajo y dificulta eventuales inversiones futuras. Las medidas anunciadas por el gobierno se orientan a atenuar este problema que aqueja a las pymes existentes, pero es insuficiente para alentar que se amplíen o que se creen nuevas.
Estos tratamientos parciales de las problemática integral de las pymes (sus pro lemas son diversos: técnicos, laborales, financieros, económicos, de comercialización, tributarios, etcétera. Interrelacionados entre sí), derivan de ciertos equívocos: que el problema de las pymes se resuelve sólo con líneas de financiamiento (puede comprobarse que la mayoría de ellas se financia con recursos propios); que debe favorecerse su capitalización para que se transformen en grandes empresas, como si se supiera que todas las pymes desean ser grandes o que en el pasado de las grandes empresas siempre hubo una pyme (sólo excepcionalmente una gran empresa ha comenzado siendo pyme); que no atenderlas conspira contra el estrato de empresas que "más trabajo generan", confundiendo la oferta agregada de un momento con el incremento futuro de los puestos de trabajo. La fortaleza del sistema empresarial está dado por la solidez del tejido de relaciones entre las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas. Es un falso dilema plantear las pymes como alternativa de las grandes empresas, antes bien hay que pensarlas conjuntamente en una cadena de valor. Y en este entendido plantear una política industrial dentro de una estrategia global de desarrollo, y los adecuados instrumentos fiscales, cambiarios y crediticios.
Un gran falso dilema se generó cuando en palabras del presidente de la nación, reflejara que el nivel de empleo creado por las pymes alcanzaba el 70 por ciento del empleo. Ante esta afirmación errónea debemos citar, que tanto el Observatorio de Empleo del Ministerio de Trabajo de la Nación y la Fundación Observatorio Pyme (creada entre otros por la UIA), señalan que las pymes generan el 51 por ciento de los empleos. Obsérvese que las empresas grandes (6,6 por ciento del total) generaron el 49 por ciento del empleo. En otras palabras, cada empresa grande tiene en promedio 63,7 puestos de trabajo, mientras que una micro tiene 1,5, una pequeña 7,3 y una mediana 25,5 puestos de trabajo.
Así, en las crisis las pymes destruyen más empleo que el que crean en la expansión, mientras que en las grandes empresas sucede lo contrario. Pero no es menos cierto, entonces, que en las recesiones todas las empresas destruyen empleo, pero las empresas grandes tienen más recursos para solventar esa situación, por eso el presidente de la Fiat Argentina puede decir que a las grandes empresas la ley antidespido no les hace mella.
Además debemos aclarar que es verdad que la cantidad de empleos en las pymes en un momento determinado, es mayor o igual que el empleo en las grandes empresas. También es cierto que la creación de puestos de trabajo por las pymes es muy heterogéneo, tanto como ellas; algunas crean empleo productivo y otras no, algunas crean puestos de trabajo calificados y otras no; algunas crean empleos dignos y otras no tanto. Finalmente, es real que la creación de un puesto de trabajo en las pymes es más bajo que en la gran empresa: la planta nueva de GM dicen que costó 740 millones de dólares y los puestos de trabajo directos de alta calificación generados fueron 200.
Entonces, para que la mayor creación de puestos de trabajo por las pymes no sea un intento vano, con las medidas laborales regulatorias y las políticas fiscales y crediticias reiteradas durante décadas, se requiere ahora y siempre que haya una demanda volcada hacia ellas, que existan expectativas de su mantenimiento futuro, o sea una expansión de la actividad económica. En otras palabras, sin mercado interno no hay baja de impuestos, subsidios o financiamiento blando que fomenten la creación de empleo.
Que los empresarios decidan aumentar el tamaño de la planta o crear otra empresa dependerá de sus expectativas al respecto que favorecerá una tasa de ganancia aceptable. Luego, su ejecución requerirá un financiamiento adecuado para la inversión y el capital de trabajo necesario. Habrá así un empleo transitorio en su construcción y luego de un tiempo de maduración y según la tecnología que se adopte, se generarán más o menos puestos de trabajo que se convertirán en empleo permanente, si se encuentran los trabajadores con las habilidades necesarias para ocuparlos. O no se generarán más empleo si esos puestos de trabajo son llenados con horas extras.
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