Se le adjudica a Alejo Carpentier una frase respecto a que el mundo se movía por la plusvalía y el sexo. Pero, aún mucho antes, el padre del cálculo y la utilidad, René Descartes con el Discurso del Método nos va a introducir en la noción de las ventajas o utilidades de las cosas, siendo la duda la llave en la construcción del mundo de las ciencias.
Es de lesa ambientalidad el agua en Wall Street
Agua. “Cotiza la vida”, dijo el autor.
También, el padre de la economía de mercado Adam Smith nos va a indicar que el motor en las transacciones comerciales es el egoísmo del provecho propio y no el beneficio o solidaridad con el otro, con la humanidad.
Una mercancía es objeto de transacciones mercantiles, cuándo reúne ciertas características: no es insustituible para las necesidades de la vida, no es esencial en el mismo sentido, no es un derecho humano.
Las mercaderías son aquellos objetos y expectativas que no construyen ni hacen a la dignidad de los habitantes de la Tierra. El mercado es un espacio, como podemos ver, que transforma necesidades en negocios para la obtención de ganancias es decir de plusvalía. Técnicamente funciona así la morfología y fisiología mercantil, industrial y financiera.
La lucha del derecho, en alguno de sus aspectos, fue y será poder rescatar personas que el mercado quiere fagocitar. Y, la historia, entre otras cuestiones, es la beligerancia continua para construir derechos para la autonomía de ésas personas.
En el Derecho Romano al pobre deudor se lo vendía como esclavo. De la pobreza se obtenían una ganancia. La historia es una constante. No una continuidad.
Observemos, que la esclavitud fue un negocio de mucha plusvalía para el dominante en la modernidad durante los siglos XV hasta la casi totalidad del XIX. En la esclavitud, como sabemos, se vendían personas en cuerpo y alma. Se cosificaba la humanidad. La beligerancia por el derecho humano de la persona y su dignidad, pudo en su momento rescatar a muchísima gente en situación de mercancía.
El contexto de mercadería, es la nueva y antigua modalidad de obtener ganancias del sistema. La biomercantilización ya no va sólo por la apropiación de la fuerza energética de los cuerpos, sino y lo más grave, va por la totalidad de los cuerpos. También va por los bienes comunes públicos y derechos humanos como el agua, el aire, el conocimiento y el suelo. Sin que nadie lo perciba.
Colocar como materia prima a futuro el agua, que es un bien común y derecho humano, por parte de Wall Street, es la barbarie de someterla al funcionamiento del mercado donde prima la especulación individualista, como vimos antes en sus orígenes y desarrollo mercantil y financiero. Las 2.100 millones de personas en el mundo que no acceden al agua integral segura, es un ámbito que el biomercantilismo lo concibe para la obtención de ganancias como así también las 4.200 millones de personas que no acceden a saneamiento seguro. Resulta palmario la búsqueda negocial sobre un “mercado” de tantos seres humanos con necesidades de agua.
El derecho humano al agua y bien común público, es el reconocimiento que es una sustancia de vida, necesaria, imprescindible, insustituible y no comerciable
El derecho humano al agua y bien común público, es el reconocimiento que es una sustancia de vida, necesaria, imprescindible, insustituible y no comerciable. La vida no se la puede mercadear, al agua lo mismo, no se la puede someter a especulación financiera como si fuera un objeto. No se la vende ni se la compra. Pues la vida no debe ser objeto de transacciones económicas.
Los gastos de potabilización, expansión, y distribución del agua potable debe ser soportada por la estructura tributaria de los Estados de la Tierra. Como sucede con dos derechos humanos importantes: la educación pública y la salud pública. El agua es la esencia de la salud.
El 7 de diciembre de 2020, es el viernes negro para el agua. En la Bolsa de Wall Street, se empezó a cotizar como materia prima para mercado futuro, el agua, a razón de 486,53 dólares por cada 1.233 metros cúbicos. Un escándalo. Le pusieron precio a la vida, a un derecho humano y a un bien común público universal.
Wall Street abrió el primer mercado de cotización de la vida por medio de un negocio especulativo éticamente ilícito. Esto va a producir que más personas en el mundo no puedan acceder al agua. Los precios de construcción, expansión y potabilización estarán impactados. Casi todo lo relacionado con el vital elemento aumentará de distintas maneras. La pobreza de agua crecerá y las empresas principales y laterales privadas se enriquecerán más. Han sostenido los cotizantes de mercado del vital elemento, que la especulación financiera ayudará a cuidar el consumo. Es una falacia argumental.
Científicamente las privatizaciones del agua de los años 90 del siglo XX y parte del siglo XXI fracasaron. Con tarifas altas no lograron bajar el consumo, lo que sí lograron las privatizadas es enriquecerse y muchas personas se quedaron sin acceder a la esencial sustancia.
El problema también de este proceso de biomercantilización es que no se detiene, el próximo paso va a ser la cotización por distintos medios, de otro derecho humano y bien común público para los habitantes de la Tierra: es decir nos referimos al aire.
La mejor manera de permitir este proceso de mercantilización y financiarización de la existencia, es renunciar a la sensibilidad, al conocimiento científico, al asombro, a la indignación y quedarnos con el acostumbramiento de la barbarie. Hete aquí nuestro desafío, que es el de poder pensarnos en un mundo que no habite la hostilidad, y que se haga ahora, pero ahora, la justicia social y ambiental.
(*) Magíster en Ambiente y Desarrollo Sustentable
Director de la Cátedra del Agua UNR Fcpolit
Director Centro Interdisciplinario del Agua UNR