El gobierno del presidente estadounidense Donald Trump cayó ayer en un nuevo escándalo sobre sus presuntos lazos con Rusia durante la campaña, tras revelaciones de que uno de sus ministros mintió sobre sus encuentros con el embajador de Moscú en Washington. Líderes de la oposición demócrata pidieron la renuncia del fiscal general y secretario de Justicia, Jeff Sessions, luego que éste confirmara que se reunió dos veces con el diplomático ruso, en clara contradicción a su testimonio ante el Senado durante su investidura. Las revelaciones relanzaron los llamados de varios legisladores al nombramiento de un investigador especial independiente para revisar la supuesta intervención rusa en la campaña para ayudar a Trump a ganar la Casa Blanca, acabando abruptamente con la tregua alentada por el celebrado discurso del mandatario el martes ante el Congreso.
Los nexos con Rusia desatan otra crisis en el gobierno de Trump
El nuevo capítulo del escándalo constituye otro golpe para la administración del presidente estadounidense, quien rechaza las acusaciones de injerencia de Rusia y desmintió en varias ocasiones sus eventuales vínculos con responsables de Moscú.
Venia presidencial
Al ser consultado,Trump respaldó ayer a su fiscal general, y negó haber estado al tanto de las reuniones que el funcionario mantuvo con el embajador ruso, Sergey Kysliak, mientras era su asesor de su campaña electoral el año pasado. Trump dijo que tiene "total confianza" en Sessions y rechazó el pedido de varios demócratas que salieron a exigir la renuncia del fiscal así como también el de los republicanos que consideraron que al menos debe renunciar a participar en las investigaciones sobre la supuesta injerencia rusa en las elecciones de Estados Unidos. Trump realizó estas declaraciones frente a un grupo de periodistas que lo acompañó al astillero Newport News, en Virginia, donde brindó un discurso a militares desde el portaaviones Gerald R. Ford.
Sessions, un ultraconservador de 70 años y uno de los primeros apoyos de Trump en el Partido Republicano, reconoció haberse reunido con el embajador ruso, Sergey Kislyak, en julio y en septiembre, contrariamente a lo que había declarado ante el Senado en su investidura. Pero afirmó que los encuentros tuvieron lugar en el marco de sus funciones de senador y no como asesor de Trump. En enero, en las audiencias del Senado, bajo juramento, Sessions había afirmado que "no tenía contactos con los rusos". "Nunca me he reunido con un responsable ruso para discutir una campaña política", dijo Sessions.
El joven gobierno estadounidense no ha escapado de la sombra sobre la presunta complicidad entre Moscú y el nuevo inquilino de la Casa Blanca, y el caso ya se cobró una víctima, con la renuncia en febrero del consejero de seguridad nacional nombrado por Trump, Michael Flynn, tras conocerse que mintió sobre una conversación entre él y el embajador ruso cuando Barack Obama era aún presidente.
La Casa Blanca confirmó los encuentros de Sessions pero afirmó que no había hecho nada reprochable, estimando que las revelaciones del Washington Post eran un nuevo "ataque" demócrata contra Trump. "Sessions se reunió con el embajador en su calidad oficial de miembro de la comisión de las fuerzas armadas del Senado, lo que es completamente coherente con su testimonio", afirmó un responsable de la Casa Blanca.
El cargo de Sessions está en el corazón del problema. Como fiscal general supervisa al FBI (policía federal) y por lo tanto la investigación de la policía federal sobre los posibles vínculos entre el entorno cercano de Trump y Moscú.
Frente a su casa, el ex senador declaró ayer a la prensa: "He dicho que, cuando sea adecuado, me recusaré (de la investigación). "No hay dudas sobre eso". Demócratas y cada vez más republicanos piden la designación de un investigador independiente para hacer luz sobre el asunto. "No me interesa ser parte de una cacería de brujas, pero tampoco seré parte de un encubrimiento", dijo el senador Marco Rubio. Miembros de la oposición demócrata van más allá y piden la renuncia del ministro de Trump.