El control de malezas plantea un juego de estrategia impensado luego de la etapa “feliz” del glifosato, con la incorporación de más herbicidas cuyos costos condicionan los resultados finales, los cuales dependen de un diagnóstico, planificación, aplicación y manejo adecuado. Todos estos aspectos, sumados a un análisis económico del sector agrícola, se abordaron en una charla organizada días atrás por Agroeducación, Agroverdad y la empresa FMC.
Malezas: la ecuación justa para no impactar en los costos
Por Lizi Domínguez
Complejidad. La expansión de las malezas resistentes al glifosato obligó a cambiar las estrategias de producción, en un ambiente más complicado.
Cuanto mayor sea la competencia de malezas, menores resultados se obtienen y “el activo puesto en juego puede ser mayor porque empezamos a aumentar los costos operativos de control de maleza”, advirtió el ingeniero agrónomo Marcelo de la Vega, referente de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).
“Durante muchos años vivimos una etapa feliz con los cultivos libres de maleza y poco a poco se fueron complicando hasta tener lotes completamente infectados. A lo largo del tiempo la infestación fue creciendo y por ende, va disminuyendo el rendimiento”, advirtió el malezólogo.
De la Vega explicó que antes de esta situación de resistencia al glifosato, éste “se llevaba prácticamente todo el mercado. Sin embargo ha ido cayendo proporcionalmente al resto de los otros herbicidas, no porque haya bajado la cantidad de glifosato que usamos, sino que va aumentando el resto de los otros productos”.
Dentro del mercado de fitosanitarios, los herbicidas son los que han cobrado más importancia y representan un 72%, mientras que el resto se reparte en un 13% para insecticidas, 10% para fungicidas, 3% para Seed Care, y 3% para otros tipo de productos. “Se cambió la curva y entonces ahora los herbicidas selectivos han superado el glifosato en la cantidad de uso”, acotó De la Vega.
Mientras tanto, “el activo puesto en juego sigue aumentando”, advirtió el especialista, en alusión a la evolución del aumento de los costos de control de malezas. “Vivimos en un campo de incertidumbre. Hay información sobre el desarrollo de productos, pero eso no es todo en el manejo de malezas, sino que es fundamental la planificación y el análisis de la situación”.
Al respecto, señaló la importancia de detectar la “maleza driver”, que es aquella que no se puede manejar con glifosato y a la que hay que apuntar, por ejemplo, un yuyo colorado. El ingeniero remarcó que para tener éxito en el control es preciso usar un producto eficaz, con una buena aplicación en el momento oportuno.
En este sentido “el glifosato no hizo una buena escuela porque no tiene un momento oportuno. Vemos que una gramínea, para ser controlada con un graminicida tiene que tener entre tres o cuatro macollos. Si es más grande, no se controla”.
Sobre una buena aplicación, el especialista entendió que mientras “el glifosato no necesita una buena calidad de aplicación”, para el resto de las aplicaciones “por ahí vamos a tener que aumentar los volúmenes para ser eficientes en el control”.
Lote a lote
De la charla participó también el ingeniero agrónomo Luis Lanfranconi, de Inta Río Primero y referente de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), quien destacó la importancia de realizar el reconomiento de las malezas en cada lote, para determinar un porcentaje de cobertura y de agresividad, para armar una planificación más completa.
El diagnóstico también incluye los datos de lluvias y de materia orgánica, y el pH del suelo. Asimismo, es preciso tener en cuenta el herbicida que se usó en la campaña anterior para evitar superposiciones que derivan en persistencia del herbicida y ello puede afectar el desarrollo del próximo cultivo.
Dentro de la planificación “hay que tener como objetivo principal la disminución de la producción de semillas de malezas, rotando los mecanismos de acción de herbicidas para evitar generar resistencia, tener en cuenta qué mezcla de herbicidas se pueden hacer, la persistencia de éstos en el suelo y ver cómo sigue esto dentro de la película en la rotación de cultivo. Y aquí los de cobertura son aliados indispensables”, señaló Lanfranconi.
Finalmente, el especialista cordobés añadió a lista de puntos a tener en cuenta, el manejo del cultivo, el solapado de herbicidas, los patrones de germinación de las malezas, la densidad y fecha de siembra, y el manejo de la fertilización. “La integración del conocimiento redunda en un mejor manejo del cultivo”, remató.
Sebastián Camba, gerente de marketing cono Sur de FMC, se mostró gratificado porque “nuestro sector de alguna manera nunca paró de trabajar y de seguir empujando este motor que es el agroconfianza”. También declaró optimismo en cuanto a la campaña en curso, y auguró que será buena. “El año 2020 va a quedar en el recuerdo de todos. Necesitamos que nos acompañen un poco las lluvias de invierno para que la siembra de trigo comience en todas las zonas argentinas”.
“Seguimos empujando desde la investigación el concepto de desarrollar productos, trabajar codo a codo con asesores, consultores, productores en Argentina. Creemos que esa es la manera de sacar adelante nuestra industria”, concluyó el directivo de FMC.
Finalmente el ingeniero Juan Caporicci, gerente de herbicidas para cono Sur de FMC, presentó el portfolio de la empresa para el control de malezas como rama negra, raigras, conyza y amaranthus, entre otras, con productos de contacto como Shark, que sirve para limpiar el lote de las malezas nacidas (en caso que el productor esté pensando en preparar el lote para el cultivo de trigo), Finesse, que tiene un efecto post emergente con acción residual, o Pelican, para el control de banco de semillas, entre otros productos.
Tiempos de barbijo
Pese al crítico escenario económico nacional para este año que sacude a todos los sectores, “con el campo no va a pasar nada. La agricultura está casi igual que 2019. No hay que compararse con el resto de los rubros porque en el campo argentino no hay menos cosecha. Va a haber 54 millones de toneladas de soja, 50 millones de toneladas de maíz, ya hicieron 20 de trigo van a hacer más trigo y cebada”, consideró el analista económico Salvador Di Stéfano, en la charla organizada por Agroeducación, Agroverdad y FMC.
“El PBI agrícola es muy distinto al resto del PBI, con lo cual hay que seguir firmes con la carrera de la competitividad productividad y el campo con los rindes”, agregó.
En tanto, “el dólar podría devaluarse en el mundo y subir las materias primas no ligadas al petróleo, que buscaría un valor de equilibrio en torno de los u$s45 el barril a fin de año. Sería un buen precio porque arrastra el etanol y hace un trencito con el maíz y la soja”, añadió.
“Dentro del campo tenés que entrar con las botas y hacer la mayor productividad y competitividad. Después te tenés que poner los zapatos de gamuza y tratar de arbitrar los precios de los granos con el dólar, con la tasa de interés y financieramente probablemente ganes más en los mercados de futuro que en el lote, pero acordate que lo importante es el lote y lo otro es lo secundario”, recomendó Di Stéfano.