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Prohuerta, el programa que siempre dice presente

Creado en 1990 en un contexto de crisis hiperinflacionaria, el sistema de apoyo a la producción agroecológica tuvo un rol fundamental a lo largo de los años.
8 de agosto 2020 · 00:00hs

Prohuerta, el programa nacional que promueve prácticas productivas agroecológicas para el autoabastecimiento y la educación alimentaria, entre otros cometidos, cumplió esta semana 30 años de implementación ininterrumpida, los cuales que dan cuenta de la necesidad y efectividad de esta política alimentaria que logró subsistir, más allá de los distintos ciclos de gobiernos, e incluso expandirse y perfeccionarse de la mano ejecutora del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta).

El programa del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación se lanzó el 3 de agosto de 1990, en el Gran Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Mendoza y la región patagónica, en un contexto de crisis hiperinflacionaria. Los resultados de las iniciativas demostraron que era posible mejorar las condiciones de vida en el trabajo junto a las comunidades, con la gente y a partir de en principio el cultivo de la huerta familiar, comunitaria e institucional.

Así es como de a poco comenzó a expandirse por todo el territorio nacional, con el objetivo inicial de que, a través del aporte de los promotores del Inta, los sectores más vulnerables tuviesen acceso a una alimentación adecuada, produciendo sus propios alimentos.

Hoy es una de las políticas públicas alimentarias más importantes de Argentina encabezada por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación en forma conjunta con el instituto, y promueve no sólo el acceso a alimentos saludables a través de la producción agroecológica sino al agua para uso integral.

Prohuerta está dirigido a familias de organizaciones de productores en situación de vulnerabilidad social, las de menores ingresos, personas con capacidades diferentes y adictos en recuperación. No obstante, el plan nunca cerró las puertas a personas de clase media sin problemas de ese tipo, interesadas en ingresar y participar. En este caso, lo único que se les solicita es ayuda con la divulgación del programa.

El eje de la exitosa iniciativa es la capacitación gratuita y el establecimiento de lazos solidarios entre las familias y el vecindario. De esta manera se arma una red de promotores que trabajan ad honorem, y que aprenden primero de la mano de los técnicos y luego enseñan ayudando a promover ese saber popular que ya está en los barrios. Entonces al revalorizar lo que se sabe, se lo comparte con otro. Así es como se va esparciendo la semilla de la solidaridad.

Soberanía alimentaria

El mayor desafío de Prohuerta es alcanzar seguridad y soberanía alimentaria. Para lograrlo, se desarrollan diferentes acciones como el impulso de huertas agroecológicas y granjas junto a familias, instituciones y espacios comunitarios; asistencia técnica y capacitación; financiamiento de proyectos productivos y de acceso al agua; apoyo a la comercialización a través de mercados y ferias populares; educación alimentaria y ambiental.

El trabajo del programa incluye actividades de un equipo técnico interdisciplinario, una amplia red de promotores voluntarios y población involucrada, la asistencia técnica, seguimiento permanente de emprendimientos productivos y provisión de insumos. Además, se promueve la creación de espacios para la generación constante de amplias redes sociales e interinstitucionales y el abordaje de diferentes temáticas que surgen de las propias demandas del permanente trabajo en cada territorio.

Actualmente el programa alcanza en todo el país a más de 4 millones de personas; impulsa 637.847 huertas, cuenta con 9 mil promotores y promotoras, 744 ferias agroecológicas, y permite el acceso al agua a más de 16 mil familias.

Línea de acción

El programa posee distintos componentes que definen su línea de acción, partiendo de la entrega de kits de semillas a través de las agencias de extensión rural, en función a la estacionalidad de las diferentes especies incluidas. Cada kit está compuesto por 14 variedades no híbridas, para el desarrollo de una huerta familiar con una superficie de 100 metros cuadrados, contemplando los requerimientos de consumo de hortalizas frescas para una familia de cinco integrantes.

Este año, debido a la pandemia y cuarentena por Covid-19, esa entrega estuvo limitada especialmente desde abril, lo cual afectó la campaña otoño-invierno del Prohuerta. Es así como en algunos municipios y comunas se generaron sistemas de emergencia, en su mayoría para hacer una distribución domiciliaria de las semillas, priorizando a quienes tienen un vínculo previo con el programa.

El componente “cultivos locales” está orientado al fortalecimiento de la producción local y regional de cultivos locales y semillas nativas. Busca promover estrategias de autoproducción de semillas, plantines y otros órganos de multiplicación vegetal capacitando y equipando en infraestructura productiva, herramientas e insumos a organizaciones del sector e instituciones.

Dentro del componente granja, el programa cuenta con un núcleo genético ubicado en Pergamino, sede de la coordinación nacional del componente, donde se generan reproductores de ponedoras negra y rubia para producción de huevos y pollos camperos para producción de carne. Se entregan a los Centros de Multiplicación ubicados principalmente en las diferentes estaciones experimentales de Inta, y en instituciones.

La integración de frutales a las huertas y granjas, convierte a este componente en una acción de educación alimentaria, facilitando el acceso tanto en cantidad como en calidad de diversidad de frutas producidas agroecológicamente. La capacitación se promueve a través de la formación en temáticas como la alimentación sana y saludable, autoproducción de alimentos, agroecología, comercialización, captación y uso del agua, valor agregado y procesamiento de materias primas, entre otros.

Los llamados proyectos especiales tienen como objetivo el desarrollo de actividades, la ejecución de obras y adquisición de equipamiento para mejorar la calidad de vida y garantizar derechos de comunidades rurales y periurbanas de todo el país.

El Grupo de Abastecimiento Local (GAL) es un componente que se orienta a apoyar de forma integral a su población objetivo, representada por la agricultura familiar de subsistencia, agricultura familiar en transición y población urbana y periurbana vulnerable, respetando su identidad y el reconocimiento de la producción para el autoconsumo y excedentes para venta.

Traducido a la realidad, ello significa que grupos de productores de forma participativa y organizada trabajan junto a un promotor facilitador y los técnicos para proveer de forma constante de productos sanos y de estación a sus localidades y comunidades cercanas por medio de canales cortos de comercialización.

Finalmente, el programa especial de cisternas rurales promueve la satisfacción del derecho de acceso al agua, a través del financiamiento de la construcción de cisternas de placa, por medio de la presentación de proyectos. Esta es una de las tecnologías más utilizadas y con mejor respuesta para la captación de agua de lluvia.

Trascendente

“El Programa Prohuerta es una política pública de gran arraigo institucional y comunitario. Se trata de una herramienta para el desarrollo rural, la seguridad y soberanía alimentaria que ha logrado trascender distintos ciclos de gobierno”, observó Héctor Espina, ex director nacional del Inta, en el prólogo del libro “Cien experiencias en cien relatos”, sobre proyectos especiales del programa, lanzado el año pasado y disponible en pdf.

Para el ex directivo, a quien desde noviembre pasado reemplaza Carlos Parera, la permanencia y el fortalecimiento del Prohuerta “se explican por las articulaciones que ha producido y porque se sostiene en la innegable necesidad de la intervención del Estado para el desarrollo sostenible e inclusivo en todo el territorio nacional”. Y “la territorialidad del Inta, con sus agencias desde la Puna hasta la Patagonia austral, es otra de sus fortalezas”, remató.

Frente a la emergencia alimentaria actual, Prohuerta es una indiscutible herramienta de promoción de derechos, y así lo postuló el presidente Alberto Fernández el pasado 1º de marzo al inaugurar el período de sesiones ordinarias del Congreso, donde afirmó que el plan federal Argentina contra el Hambre, “será potenciado de modo complementario con el Programa ‘Pro Huerta’, que permitirá el establecimiento de más de 200.000 huertas familiares en todo el país. Es también una herramienta para motorizar la economía de abajo hacia arriba”, afirmó.

También Susana Mirassou, flamante presidenta del Inta _y la primera mujer en ocupar este cargo desde la creación del instituto en 1956_, en el acto de su asunción destacó la importancia que tendrá en su gestión la agricultura familiar, el cooperativismo, los mercados populares, los programas Prohuerta y Cambio Rural, y los actores comunitarios. Al mismo tiempo, hizo hincapié que llevará a cabo una política activa en la temática de género en la institución.

El rol de género

“El programa Prohuerta muchas veces se ha interpretado superficialmente como un programa que ‘sólo reparte semillas’, sin embargo estamos en condiciones de afirmar que la huerta ha sido y es una herramienta sumamente valiosa para la lucha contra las desigualdades sociales en pos de la promoción y concreción de derechos: el derecho a una alimentación saludable; a la soberanía alimentaria; a vivir en condiciones dignas; al cuidado del medio ambiente y el hábitat a favor de futuras generaciones; a tener un trabajo; a participar activamente en la comunidad; a la equidad entre los géneros a partir de ser una posibilidad económica para muchas mujeres”, reza el prólogo de la publicación del Inta: “Prohuerta: Desde una mirada de los derechos humanos y las políticas de género”.

El texto, publicado en 2015, revela que “históricamente la mayoría de los promotores del Prohuerta son mujeres, así como también quienes llevan principalmente adelante las huertas familiares y quienes se organizan en las huertas comunitarias. El rol activo de las mujeres en el mejoramiento de las condiciones de vida de su familia, de su barrio, o del contexto general se vincula con los roles de género socialmente establecidos (madre-cuidadora); pero, al mismo tiempo, con la capacidad transformadora, de organización y de acción que las mujeres tienen para subvertir los roles pasivos a los que son encomendadas”.

El Prohuerta “también constituye una herramienta para que las mujeres puedan salir de situaciones de violencia al propiciar la formación de lazos, el autoabastecimiento y la posibilidad de un ingreso a partir de la venta de los productos de la huerta, lo que implica el empoderamiento económico y la mejora en la autoestima de las mujeres. Por otra parte, puede funcionar como detector de situaciones de violencia en articulación con otros programas sociales”, concluyó el texto, también disponible en formato digital.

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