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Propuestas para sacar a la agroindustria del estancamiento

Tres documentos de trabajo de Fundar delinean una nueva estrategia industrial para Argentina. El rol agroindustrial

7 de diciembre 2024 · 06:10hs

La agroindustria explica casi el 30% del PBI industrial y genera casi un millón de puestos de trabajo directos. Su poder exportador supera ampliamente la necesidad de importaciones y tiene una alta capilaridad territorial. Pese a su peso determinante en la economía nacional, desde 2011 presenta una situación de relativo estancamiento, por factores de política nacional y de mercado internacional. En el marco de una propuesta para “resetear” la política industrial argentina, el centro de estudios Fundar propone para este rubro de fuerte impacto en la región una serie de lineamientos que incluyen reestructurar el sistema tributario, invertir en infraestructura, incentivar el riego y la fertilización, fomentar el tránsito hacia la producción sustentable, mejorar la protección de propiedad intelectual y explorar nuevos mercados.

El capítulo agroindustrial ocupa una parte clave de los tres documentos de trabajo que presentó Fundar esta semana, con un análisis sobre el regreso de la política industrial en el mundo, una revisión de la historia argentina en la materia y una propuesta de políticas públicas que defienda este entramado productivo, con nuevas herramientas pero, también, exigencias.

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“La industria tiene un rol en el desarrollo y tiene un potencial que se puede materializar con políticas públicas”, dijo Daniel Schteingart, autor junto a Andrés Tavosnanska, Paula Isaak, Juan Manuel Antonietta y Matías Ginsberg, de los trabajos presentados por el centro de estudios. Aclaró que en el mundo “la política industrial está de regreso”, como herramienta para disputar la hegemonía tecnológica, fortalecer la autonomía y soberanía de las naciones, estimular la innovación, responder a los desafíos del cambio climático y contribuir a la cohesión social a través de la creación de puestos de trabajo, entre otras cosas.

Y Argentina, más allá de los gustos, tiene historia industrial. Pendular e incompleta pero lo suficientemente densa como para convertir al sector en un actor de peso inocultable y en un factor de innovación visible en actividades de nivel mundial, como la biotecnología o la producción de satélites y reactores nucleares. Un proceso que, no obstante, está también involucrado en distorsiones macro, como el efecto inflacionario de la excesiva protección a sectores industriales no competitivos, y el costo fiscal de regímenes promocionales de ensamblado, tal el caso de Tierra del Fuego.

Sin descuidar la reconversión y atención de los sectores más expuestos a un cambio de paradigma, los investigadores enumeraron propuestas de política industrial que conecten con la tendencia mundial y parte de la historia argentina, pero que al mismo tiempo no dilapiden recursos. Incluyen acciones transversales, como la estabilidad macro, la reducción de impuestos a la producción, el financiamiento, la promoción de exportaciones, algún grado de reforma laboral para las pymes y un marco de apertura comercial. También planes específicos, como la inversión en infraestructura, el “extensionismo industrial”, el apoyo a la educación aplicada, la ciencia y la tecnología, la atención de los programas de mitigación de la huella de carbono y la construcción de institucionalidad y capacidad de diseño de planes públicos. Siempre fijando metas y midiendo resultados.

Radiografía del sector agroindustrial

El diagnóstico de partida es que la industria argentina representa el 19% del PBI, emplea a 2,6 millones de personas, paga salarios que son 42% más altos que el promedio y tiene un nivel de formalidad laboral 10 puntos por encima de la media. Es responsable del 57% de las exportaciones nacionales, fundamentalmente por la agroindustria, y exhibe una productividad superior al promedio. También es mayor su efecto multiplicador.

Sin embargo, es un sector muy heterogéneo. Así lo describen los documentos de Fundar, que lo dividieron en cinco grandes bloques: agroindustria, industria capital intensiva (siderurgia, química, petroquímica, GNL, etc.), tradicional (textiles, calzados, etc.), metalmecánica y automotriz, industria del conocimiento (farma, biotech, satélites, etc.) y ensambladoras (la industria de electrónicos de Tierra del Fuego es el mayor pero no el único ejemplo).

Estos complejos difieren en capacidad exportadora y extensión territorial, en cantidad y calidad del empleo, en nivel tecnológico, innovación y potencial y peso en PBI industrial. La agroindustria saca ventaja en varios de estos puntos ya que “lidera en su contribución al producto y al empleo industrial y particularmente en las exportaciones”. El 38% de la producción es destinada al mercado externo, cifra que casi duplica la media industrial (20%). En 2022 Argentina exportó manufacturas agroindustriales por u$s 32.673 millones e importó por (u$s 1.844 millones. Es el único bloque superavitario de la industria argentina. Aunque genera casi un millón de puestos de trabajo, el porcentaje de empleo asalariado formal es relativamente bajo (41%), lo que se explica por un elevado peso del cuentapropismo.

Desde 2011, el dinamismo de la agroindustria fue de relativo estancamiento y pérdida de participación en los mercados mundiales. Se explica, señala Fundar, por cuatro factores: el sesgo anti agroindustrial de la política industrial durante buena parte de los últimos veinte años (materializado en elevados derechos de exportación y cupos de exportación); el fin del impulso tecnológico de los 90; el marco regulatorio sobre la propiedad intelectual que desincentiva la inversión en semillas; y la falta de suscripción de grandes acuerdos comerciales luego de la puesta en marcha del Mercosur en los 90. Otros dos factores suman presión: una demanda global proyectada moderada para la próxima década y una frontera agropecuaria con margen acotado de crecimiento.

Por otro lado, en las últimas décadas se registraron importantes transformaciones. La adopción de nuevas tecnologías en el eslabón primario y una demanda global de servicios agropecuarios vinculados a la adaptación al cambio climático.

Entre los lineamientos de Fundar para aumentar la inversión, la oferta y las exportaciones agroindustriales, figura la propuesta de reestructurar el esquema tributario, reduciendo a mediano plazo las retenciones a las exportaciones. “Tal reducción debería favorecer el procesamiento local de materias primas, lo que supondría retenciones cero para las manufacturas de origen agropecuario y algunos pocos puntos mayores para los cultivos sin procesar”, aclararon.

Biotecnología

La imbricación del complejo agroindustrial con el resto de los bloques es intensa pero en los últimos años, y al influjo de una política industrial activa, es notable su vinculación con la economía del conocimiento, el agrupamiento mejor posicionado en intensidad tecnológica, escala, formalidad y salarios.

El sector del conocimiento contempla a industrias intensivas en I+D, como la farmacéutica, los complejos nuclear, satelital, algunas industrias asociadas a la defensa (como la aeroespacial) y a parte de la biotecnología. De acuerdo al primer censo argentino de empresas de bio y nanotecnología, realizado en 2023, Argentina cuenta con 340 empresas biotecnológicas, lo que ubica al país en el noveno puesto a nivel mundial. Los orígenes del sector se remontan al desarrollo de medicamentos biológicos por parte de laboratorios farmacéuticos nacionales en los 80, aunque “en los últimos 15 años el sector biotecnológico tuvo un gran dinamismo, que contrasta con el desempeño de la economía argentina”, destacaron en Fundar.

En este período, la cantidad de empresas biotecnológicas casi se triplicó a partir de la conformación reciente de un núcleo de startups altamente innovadoras, varias de las cuales surgieron como desprendimientos (spin-offs) del sistema de ciencia y tecnología, o de otras empresas privadas. En 2022 facturaron u$s 1.323 millones en actividades biotecnológicas, equivalente al 0,4% de la industria manufacturera.

En términos muy generales, los investigadores concluyen que el sector tradicional, que es igualmente muy demandante de empleo, y el ensamblador, son los que enfrentan mayores dificultades. El tradicional, que tiene también mucho peso en la región, es “el primer bloque en cantidad de empresas y el segundo en empleo total, y se caracteriza por una alta integración nacional”. En cambio, son las peor posicionadas en “escala, formalidad y salarios”.

Dado el alto peso de las pequeñas unidades productivas, un primer lineamiento propuesto por el centro de estudios pasa por un régimen especial de contribuciones patronales, la extensión de los programas como Ahora12/Cuota Simple a las billeteras digitales, el financiamiento y capacitación para escalamiento productivo-tecnológico, la mejora de la calidad e innovaciones en diseño; y la mejora de procesos tecnológicos y la creación de mesas sectoriales.

En el marco de una estrategia gradual y con red, la propuesta de Fundar es avanzar con una nueva política industrial “más ofensiva que defensiva”, que brinde incentivos orientados a adquirir capacidades de competir internacionalmente, y que no dude ni en “elegir ganadores” ni en “soltar cuando la apuesta no sale bien”.

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