Para comprender mejor la realidad del sector hortícola santafesino, es clave conocer sus orígenes, que tienen una fuerte impronta inmigratoria. “El cinturón hortícola de Santa Fe se constituyó principalmente con inmigrantes alemanes, portugueses y españoles. Luego, a mediados del Siglo XX, se suman trabajadores y trabajadoras de Italia y más tarde de Bolivia”, cuenta Guillermo Beckmann, experimentado productor hortícola de la ciudad de Santa Fe y presidente de la Sociedad de Quinteros desde los años 90.
Quinteros santafesinos: mucho más que producir alimentos
Su propia historia familiar es un reflejo de esto que comenta: “Mi familia vino de Alemania en 1870. En aquel entonces el gobierno pagaba los trabajos con tierra. Y así fueron colonizando. Primero haciendo quintas en lo que hoy es el centro de la ciudad de Santa Fe (Bv. Gálvez) y luego se trasladaron hacia el norte”.
El cordón hortícola de Santa Fe, se ubica al norte de la ciudad. Entre la Laguna Setúbal y la ruta Nacional Nº 11. Se extiende aproximadamente hasta el km 21. Comprende parte de los distritos de Monte Vera, Arroyo Aguiar, Recreo, Santa Fe y Santo Tomé.
La superficie de las quintas oscila entre 3 y 5 hectáreas, aunque existen explotaciones mayores que no superan las 10 hectáreas. En una época los tomates eran “los reyes de la producción”. Hoy las “hojas verdes” son las que más se plantan. Entre todos los quinteros “chicos” trabajan unas 1500 hectáreas.
Guillermo estudió en la Escuela Industrial Superior de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y se recibió como Técnico Electromecánico. Dos años antes de recibirse, falleció su padre y le tocó hacerse cargo de la huerta familiar: “En los 70 era muy floreciente la quinta. Mientras estudiaba, trabajaba. Me iba bien”, cuenta.
En ese entonces, comenzó a participar de la Sociedad de Quinteros, una entidad creada en 1950. Por diversos motivos, confiesa, no estaba muy de acuerdo con la dirigencia de aquella época y se acercó. Así, ya muy joven, comienza a trabajar en la entidad, hasta llegar a su presidencia: “Desde hace más de 20 años sigo allí: nadie quiere agarrar”, dice entre risas. Actualmente, la entidad agrupa alrededor de 300 pequeños productores.
Tomate colorado
El mercado de Santa Fe abastece desde la ciudad hacia el norte a compradores de un radio aproximado de 500 kilómetros. Córdoba, Entre Ríos, Chaco y Misiones son algunas provincias desde donde vienen a abastecerse.
Durante mucho tiempo el tomate fue la fortaleza para los quinteros. Los memoriosos aún recuerdan que se ganaba mucha plata. “En los 90, el tomate importado venía de Salta. Ante la falta de abastecimiento en algunas épocas del año, decidimos tomar la posta junto con la gente de Rosario y La Plata. En esa década comienzan los invernaderos y La Plata nos supera en tiempo y calidad. A esto se suma que en el 96 perdimos 3 cosechas seguidas”, recuerda el productor santafesino.
En la época del uno a uno, se importaba de Paraguay o Brasil: “Todos estos factores hicieron que el sector se vaya reconvirtiendo. En 2005 comenzamos de lleno con las verduras de hoja y hoy hacemos apenas unas 50 hectáreas de tomate en noviembre y diciembre. El año pasado se llegó a vender el cajón a $100, pues en esa época hay tomates de todos lados”, comenta Guillermo.
Feria de quinteros
Desde hace 7 años y gracias a las gestiones de la Sociedad de Quinteros, funciona la Feria de Quinteros en un predio cercano a la Granja Esmeralda. Están sólo los sábados, “para no chocar con los comercios del barrio”. Según cuenta Guillermo, son alrededor de 200 horticultores que ofrecen sus productos a los consumidores e “incluso vienen las verdulerías de la zona a abastecerse”. En el lugar también se ofrece carne vacuna, de cerdo, pescado de río, panadería, lácteos. Y es que lo que se busca es trabajar en conjunto y no competir con los negocios.
Desde un principio, la asociación luchó para que los productores trabajen con un precio mínimo para que sea rentable y con un precio máximo “para que no haya abusos”. Así fueron aprendiendo que “en la cantidad y la mejora de la calidad estaba la ganancia”.
Uno de los logros de la Feria fue que el pequeño productor “perdió el miedo, aprendió a comercializar y a tratar con la gente. Están inscriptos en Afip, que es lo que le exige el mercado, y entienden que se trata de un beneficio. “Desde la Sociedad de Quinteros colaboramos para que 120 productores que no podían abastecer al mercado por no tener los papeles correspondientes, hoy lo puedan hacer. Y así no llegan los intermediarios”, destaca Beckmann.
Sobre este último punto, cuenta que el “pasamanos era todo un tema”: “Al quintero alguien le ofrecía sacarle la verdura y llevarla al mercado. Si la vendía a $100, al productor le pagaba $50. Hoy afortunadamente casi no hay más pasamanos y el productor aprendió a defender su trabajo”.
La Sociedad de Quinteros
Beckmann destaca que la Feria les permitió aprender a “articular con el Gobierno de la Provincia y de Nación”. Además, la Sociedad de Quinteros integra la mesa chica de CAMEs. “Estamos en las paritarias agrícolas de Santa Fe, a la par de la Sociedad Rural, CRA, Coninagro y Federación Agraria. Y las paritarias que logramos junto a los representantes de los trabajadores son ejemplo para otras provincias”, cuenta orgulloso.
“Estuvimos a punto de hacer un pequeño mercado modelo de productores para competir con el más grande. Con facilidades para el productor, buenos precios. Pero, por mezquindades que nos tiene acostumbrados la política -dónde instalarse, intendentes que buscan su propio rédito, entre otros-, no se pudo concretar. Perdimos la oportunidad de tener un mercado de productores manejado por productores”, lamenta.
En 2011 recibieron una ayuda de Nación para la compra de mediasombra. Allí se aplicó la primera tecnología. Hasta ese momento, era todo trabajo a campo. “Fuimos aprendiendo sobre la marcha: primero las colocamos elevadas pero los vientos las rompían. Entonces tuvimos que colocarlas al ras de la tierra. Gracias a eso, hoy es lo único que nos protege en Santa Fe, ya que no tenemos cortinas de protección de los vientos (cañaveral, árboles)”, explica el productor.
La Verdecita y la UTT
En 2005, un fuerte conflicto gremial hizo que las quintas más grandes se dedicaran a otras producciones: “Fueron momentos muy difíciles”, recuerda Beckmann. “Los trabajadores que no pudieron emigrar ante el cierre de su fuente laboral, quedaron en la zona. Los invitamos a que se agrupen y alquilen algunas quintas”, cuenta.
En este momento de la charla, Beckmann muestra cierta incertidumbre y preocupación: “En 2015 ingresaron agrupaciones como La Verdecita y la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) que tienen otros intereses. Nos sacan productores de la feria y les dan dinero para que formen parte de esas agrupaciones. Destruyen todo lo que se hizo durante 70 años. Y eso molesta. Estamos en ese tema, de divisiones. No nos gusta su metodología. Protestas, cortes de calle, de ruta, reclamando cuestiones. Todos nos ganamos la tierra de una manera u otra con el trabajo. Hoy se exige que luego de dos años se entreguen tierra y casa”.
Calidad y BPA que nadie exige
“Hoy el sector está trabajando bien y la producción es de muy buena calidad. Nosotros apoyamos con capacitaciones sobre buenas prácticas agrícolas, pero no viene fácil porque el mercado debe exigir BPA. El productor no puede contratar un ingeniero agrónomo, por eso desde la asociación les damos una mano. Trabajamos con la Bolsa de Comercio de Santa Fe (BCSF) que nos invitó a formar parte y nos pareció brillante”.
Actualmente trabajan junto con dos ingenieros agrónomos de la Bolsa santafesina que ayudan a los distintos productores. “Formamos una Mesa Frutihortícola, hacemos reuniones periódicas, hicimos un convenio con la BCSF para los estudios de agua y de suelo, organizamos cursos de manipulación de alimentos”, enumera y acota: “Mientras el mercado no exija estas pautas, es difícil entusiasmar al productor”.
A modo de reflexión sobre el momento que atraviesa el sector huertero santafesino, Beckmann dijo: “A pesar de los problemas y los enfrentamientos, nuestro sector no se cae sino que se fortalece cada día. Es cierto que estamos lejos de ser La Plata o Mendoza que abastecen durante todo el año, pero la calidad de nuestras hortalizas generan entusiasmo. Faltaría un poco de acompañamiento del Estado, que se involucre un poco más. Todo es una lucha constante”.