La bajante del río Paraná, considerada como un evento extremo si se compara con la histórica de 1944, plantea una serie de desafíos hídricos y ambientales que a entender de especialistas, deben ser abordados en forma integral como recurso a partir de un ordenamiento territorial de toda la Cuenca del Plata, y con medidas a largo plazo, de manera que se pueda garantizar la sustentabilidad ambiental, ecológica y del manejo estratégico de un recurso que es finito, y vulnerable.
Río Paraná: el ambiente y el hombre
Por Lizi Domínguez
Esta fue una de las conclusiones de la última charla organizada por el Encuentro Argentino de Transporte Fluvial (EEATF) y por el Instituto de Desarrollo Regional de Rosario (IDR) a través de Youtube sobre los “Desafíos hídricos y ambientales de la bajante en la Cuenca del Plata”, con la participación de actores políticos y especialistas en el tema, concretamente Juan Carlos Bertoni, presidente del Instituto Nacional del Agua (INA); el subsecretario de obras hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, Gustavo Villa Uría y Laura Bertaina, ingeniera ambiental y especialista en estudios de impacto ambiental de la UNR.
Respecto del estiaje del río, Bertoni recordó que “hoy estamos en un período neutro, saliendo de una Niña, pero con efectos remanentes de ésta” y que “todo indica _aunque no es seguro_ que podría llegar a producirse una nueva Niña”. Más allá de las precipitaciones, “hay que decir que las cuencas tanto del Paraná superior como del Paraguay, son muy grandes y tienen un comportamiento casi paquidérmico”, por lo que “no es fácil que se recuperen, lleva tiempo. Tendrá que llover una buena cantidad para que estos ríos cambien fuertemente la tendencia de una manera sostenida”.
Dada la situación tan extrema de bajante y los impactos de ésta, desde el INA “tuvimos que empezar a definir escenarios posibles a fin de año” y dado que “en las últimas semanas hemos visto que los aportes de caudales desde Brasil han sido superiores a los previstos”, se registró una estabilización de los niveles de la bajante, desde el territorio brasilero a Rosario. “Por lo tanto, las posibilidades son: la continuación progresiva de la tendencia de bajante; un panorama más crítico en situación intermedia y un tercero, más crítico, asociado a 1944 “porque la cuenca en sí misma está muy similar a la de ese año”, señaló.
De todas maneras, Bertoni consideró que el abordaje mediático de la bajante del Paraná es “catastrófico” y que “pocas veces se lo refiere como un hecho natural. Como país tenemos que estar mucho más consustanciados con los distintos momentos que vive el clima y las cuencas hidrográficas, y por lo tanto los ríos, que terminan siendo la síntesis de todo lo que hacemos en la cuenca”.
Comentó que a nivel mundial “las sequías están mucho menos estudiadas que las crecidas y sus implicancias, que muchas veces son las inundaciones. En la actual sequía, tenemos que entender que es parte de la naturaleza del río Paraná y del río Paraguay que no tiene una presa, tiene un funcionamiento absolutamente natural y que hoy está sufriendo una bajante muy importante producto de que el pantanal sufre la parte alta del Paraná una sequía extrema”.
Recomendó que hay que “adaptarse y comprender mejor estos procesos. Desde los 70 se hablaba de que había cambiado el Paraná. Posiblemente estos años nos hacen ver a todos que en realidad son ciclos, y todo indicaría que podríamos estar iniciando un período más seco, como ya hemos tenido períodos más húmedos desde los 70. Entonces es necesario tener planes de contingencia. Todo indica que hay cambio climático, que hay acciones del hombre que lamentablemente afectan el comportamiento hidrológico de las cuencas y termina teniendo resultados. Pero por otro lado, también tenemos que entender que hay una pata de comportamiento natural: las crecidas y las bajantes son parte de la naturaleza de los ríos y entonces tenemos que adaptar muchas de nuestras actividades a eso”, concluyó.
Escenarios posibles
A su turno Uría habló sobre la realidad, escenarios actuales, impactos, realidades sobre la medición del recurso y el estado general de la cuenca del Plata. Recordó en principio que el gobierno nacional decretó la emergencia hídrica sobre el Paraná por este evento extraordinario que se da tras 77 años de otro con características similares, mientras que Brasil y Paraguay dictaron resoluciones similares. A nivel local, se estableció un fondo de 1.000 millones de pesos para garantizar el funcionamiento de las tomas de agua y “desde la secretaría de Infraestructura y Política Hídrica y el Enosa estamos trabajando en estas acciones y actividades”, señaló.
En ese sentido, Uría mencionó la articulación interinstitucional con Brasil para acordar los desembalses del sistema de 50 represas del país vecino “que ayudaron a que el evento del año pasado no fuera tan grave como pudo haber sido”, y asegurando la navegación comercial de Corrientes a Rosario. “Esta bajante sería más grave si Brasil no hubiera almacenado agua. Tenemos línea caliente articulando decisiones sobre el sistema de embalses”, comentó y remarcó la “necesidad urgente de institucionalizar acuerdos y avanzar sobre trabajos sobre el río Paraná en toda su extensión: navegamos, consumimos agua, tenemos condiciones sobre el río Paraná como si éste fuera infinito, y ya sabemos que no lo es. Lo ha demostrado no sólo ahora sino muchas veces”.
Al respecto, el funcionario nacional renegó de que desde la década del 60 no se celebran tratados de relevancia a nivel de cuenca del Plata entre Argentina, Paraguay y Brasil, para acordar acciones y trabajos conjuntos para maximizar los beneficios del recurso, con una visión de desarrollo sostenible. Y “si hay algo que estamos seguros es que, con el cambio del clima, los eventos extremos serán más seguidos y se van a agravar, por lo cual hay que tratar de que se puedan minimizar los impactos”.
En este punto, Bertaina planteó la “necesidad de encarar a nivel de cuenca a todo el recurso, no sólo el del río, sino en el manejo de un ordenamiento territorial. Hay que estudiar las desforestaciones, distintas actividades, para que se sigan prestando los servicios ecológicos”.
Desafíos
“La Cuenca del Plata se ve enfrentada al doble desafío de mejorar las condiciones de vida de su población y simultáneamente mantener su capital natural y cultural, lo que puede potenciarse mediante la aplicación de modelos de desarrollo que incluyan la dimensión ambiental y social en los procesos de toma de decisiones. Es necesario una evaluación ambiental estratégica”, señaló la ingeniera ambiental.
Insistió en que es necesario “incrementar las políticas y el ordenamiento territorial de bosques, humedales, servicios ecosistémicos y definir, en función de estudios de investigación, cuáles son los usos más eficientes en función de la experiencia en otras regiones que llevan años desarrollando actividades agrícolo ganaderas”.
Planteó que también es preciso “incrementar ciencia y tecnología”, teniendo en cuenta que hay numerosos estudios que advierten que es posible satisfacer la tendencia de crecimiento en la producción agropecuaria a 2028, aún en escenarios de restricciones de deforestación más exigentes, minimizando impactos negativos. Esto sería consecuencia de buenas prácticas ambientales como evaluar los actuales usos de la tierra, implementar la aplicación de tecnología, implementar cambios en los manejos actuales de los sistemas productivos, implementación de un ordenamiento (por ejemplo, manejo integrado de ganadería en zonas de bosque y humedales).
“El desafío es construir una economía diferente poscovid: cuanto mejor gestionemos la naturaleza, mejor gestionaremos la salud humana. Un pilar importante en nuestro plan de recuperación debe ser llegar a un marco ambicioso, medible e inclusivo, porque mantener la naturaleza rica, diversa, floreciente, es parte integral del sistema de soporte de nuestra vida. Aún más importante si se considera que entre el 26% y 50% de los productos farmacéuticos se derivan de recursos genéticos”. remarcó Bertaina.
Al respecto, consideró que “las empresas pueden ser parte de esta solución si se comprometen a mejorar su eficiencia energética, reduciendo la huella de carbono de sus productos, servicios y procesos; estableciendo metas para esa reducción; aumentando la inversión en el desarrollo de productos y servicios innovadores e inclusivos, climáticamente inteligentes y con bajo nivel de emisión de carbono; preparándose para adaptarse al cambio climático y reforzando la resiliencia en sus operaciones, las cadenas de suministro y las comunidades en las que operan”.
Al cierre, el director del IDR, Juan Carlos Venesia, instó a “entender la sustentabilidad y el desarrollo de nuestras vías navegables. Si nosotros tenemos un recurso finito, que es estratégico pero es vulnerable, lo tenemos que preservar, cuidar y desarrollar, para poder contar con circulación de bienes, servicios, para desarrollar la producción, pero fundamentalmente para sostenernos como seres humanos. Hoy, que estamos interpelados por el Covid, y que también estábamos interpelados por nuestra crisis societal como país, como economía, estamos obligados a tener una visión y acciones de largo plazo”.
“Hay una preocupación y necesidad de tener en claro hacia dónde tenemos que ir. Se piensa que individualmente o sectorialmente se puede ir más rápido Pero tenemos la obligación de ir en forma conjunta porque vamos a llegar más lejos”, remató.