Las podredumbres de tallo y raíz (PTR), son las problemáticas más frecuentes causadas por complejos de hongos y producen pérdidas de cosecha por muerte prematura de las plantas y vuelco. A diferencia de los causantes de enfermedades foliares, estos patógenos del suelo sobreviven en los rastrojos.
Enfermedades de tallo y raíz complican la cosecha de maíz en el norte
Según Facundo Colombo, jefe de la AER del INTA en Ceres, “tenemos una gran variabilidad de fechas de siembra de maíz de segunda, que se extiende desde finales de diciembre hasta el 10 de febrero. Esto amplía la ventana para la incidencia de enfermedades. A medida que se atrasa la siembra, la susceptibilidad a las PTR y la severidad son mayores debido a la exposición del cultivo a heladas tempranas y alta humedad en el llenado”.
Este año se lograron cubrir parcialmente las siembras en fecha óptima ya que la seca retrasó las tareas. Los maíces sembrados en fecha (desde fin de año hasta el 15 de enero) transitaron el llenado y secado de granos en un otoño e invierno secos y fríos. Así, estos maíces tuvieron baja incidencia y severidad. Los tardíos en cambio, pasaron la primera helada de mayo con un 70% a 80% del llenado, ofreciéndole a los patógenos ambientes más tentadores.
Colombo destaca que no habrá problemas de lluvias y lloviznas para la recolección, pero que la presencia de días nublados está retrasando la cosecha porque el contenido de humedad de los granos no baja.
“Acá se pone en juego si decidimos asumir las mermas de precio por anticipar la cosecha y el costo de secada; o esperar y tener un problema aún más grave: no poder cosechar por la caída de plantas”. Teniendo capacidad operativa de cosecha y buenos pronósticos se puede elegir el momento apropiado para entrar con las máquinas y analizar la magnitud de las pérdidas económicas.
Prevención: la única herramienta
Los tratamientos químicos que pueden dar resultados sobre enfermedades foliares o plagas no funcionan para las PTR. La prevención es la única medida de manejo eficiente. En este sentido el Ing. Agr. Fernando Guerra, coordinador de Agroservice de KWS para la zona norte de Argentina, resalta que “cuando la enfermedad está, nuestro margen de acción es nulo y por eso es tan importante ir un paso adelante”.
Es primordial el monitoreo desde la implantación, relevando el número de plantas con síntomas por cada 100 plantas muestreadas y evaluando cada planta desde la raíz a la panoja. Observar signos de pérdida de vigor o debilitamiento, plantas con maduración anticipada, pérdida de turgencia de la base del tallo, decoloración del tallo o entrenudos con coloración rosada, rojiza o café oscuro.
Otro síntoma es el enriado de la médula que se ve al cortar el tallo. Hacia el final del ciclo los síntomas se ven como podredumbre en espigas, granos dañados y vuelco, principales dificultades para la recolección.
El monitoreo debe continuar hasta la cosecha para evaluar el aumento o estabilización de la cantidad de plantas enfermas. “Ante la sospecha de ataques es clave acercar muestras a laboratorios, y dar aviso sobre el estado de la zona productiva. Esto nos dará ventajas para el control”, recomienda Guerra.
Colombo agrega que otra de las medidas preventivas es la siembra en fecha óptima y la correcta selección de materiales. Es importante disponer de genotipos con mayor tolerancia y adaptación al ambiente, y seleccionar híbridos con eventos para el control de barrenador del tallo, cogollero, isoca de la espiga e insectos del suelo, a fin de reducir las posibilidades de infección.
También es clave invertir en la protección del cultivo y el buen manejo nutricional, desde el uso adecuado de curasemillas hasta fertilizantes foliares. En estos casos, lo que parece un gasto se transforma en una ganancia para el cultivo.
Otra estrategia clave es la rotación de cultivos. “En zonas maiceras y sileras es común ver doble cultivo de maíz o maíz sobre trigo, y con esto la repetición de cultivos hospedantes que aumentan los riesgos de ataques”, explica Guerra.
Otra práctica recomendada en el NEA es reducir las densidades de siembra a fin de evitar el estrés hídrico y la competencia entre plantas, y para ello existen genotipos que permiten mantener buenos rindes aun con bajas densidades.