Esta semana cumplió un año del conflicto de guerra entre Rusia y Ucrania, que puso patas arriba a la política y a la economía global. Los trastornos generados por la invasión rusa, hirieron de muerte a la arquitectura global erigida a principios de los 90 e impactaron fuertemente en las economías dependientes, entre ellas, la de Argentina.
Granos, energía y fertilizantes, los sectores que alteró la guerra
Por Facundo Budassi
El mercado de fertilizantes se alteró con la guerra en el Mar Negro.
“El impacto económico de la guerra europea resultó profundamente negativo para el país”, indicó un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) y señaló que “si bien los precios de los productos de la agroindustriales recibieron un impacto positivo, aquel margen ganado por las manufacturas agropecuarias fue superado con creces por la mayor necesidad de divisas para el pago de energía, fertilizantes y fletes, entre otros bienes”.
Los problemas en las cadenas de suministros y en la producción provocados por las cuarentenas a raíz del Covid 19, y la complicada reactivación pospandemia, generaron múltiples cuellos de botella en la provisión de insumos y en los costos de transporte, que se reflejaron en la escalada inflacionaria que se desató a nivel global sobre fines de 2021, que cimentó una escalera ascendente en el nivel de precios. La guerra terminó por detonar una bomba de costos y aceleró la espiral inflacionaria.
Esto tuvo un impacto singular en Argentina, que había cerrado 2021 con una inflación de 50,9%. Pero además, al incremento de los costos globales el país le combinaba una dura negociación de deuda soberana y la escasez de divisas.
Los alimentos
El aumento en los precios internacionales de los alimentos, puso en aprietos a las cotizaciones locales de los productos que se venden al exterior. Por ejemplo, los mayores precios globales del trigo empujaron al gobierno a impulsar un fideicomiso en torno al cereal para contener los precios de la harina y el pan. Camino también transitado por la industria cárnica, con la firma de un acuerdo entre el gobierno y los frigoríficos para facilitar el abastecimiento interno de 7 cortes para compras populares, que fue extendido de 6 mil toneladas a 18 mil toneladas y busca contener las presiones alcistas en los precios.
Por otro lado, las mayores presiones en términos de divisas que generó el conflicto bélico pesaron fuerte en la balanza comercial y drenaron montos por encima de los esperados y utilizados durante años anteriores. La expulsión del mercado de capitales privados y la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que experimentó el país el año 2018, hoy se paga caro.
A causa de eso, Argentina se ve forzada en períodos turbulentos como este, a desprenderse de fondos vitales para el funcionamiento económico, a diseñar mecanismos que desvinculen al dólar de las transacciones corrientes del país con el resto del mundo _swap con China y Brasil_ o a la inauguración de tipos de cambio exclusivos para sectores exportadores como lo fueron las dos ediciones del dólar soja.
La incertidumbre sobre la disponibilidad de divisas en las arcas del Estado empujan el crecimiento de las cotizaciones paralelas. El aumento de la brecha entre el dólar oficial y las cotizaciones ilegales, comienza generar presiones devaluatorias que impactan de lleno en las expectativas de empresarios y asalariados. Ante tal escenario, la respuesta es cubrirse, y ese escudo es el aumento de precios.
Para empeorar la situación, los países centrales enfriaron sus economías elevando tasas de interés para combatir su inflación. Esa medida repercute en la deuda externa Argentina y el incremento de los rendimientos en depósitos locales coloca una carga adicional de u$s 1.000 millones a los pasivos del país, presionando más sobre las divisas.
El petróleo y el gas son insumos clave en la producción de bienes y servicios de todas las naciones. El enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, dos gigantes productores de estos insumos, elevó el precio de los combustibles desequilibrando las cuentas de todas las naciones e impulsando presiones inflacionarias. Argentina, a pesar de su gran potencial energético, depende de las importaciones de combustibles para sostener su actividad interna.
Si bien, las importaciones energéticas en el país no escalaron en cuanto a volumen _crecieron un 4% en 2022_, lo hicieron de manera estrepitosa en precios. Los valores de abastecimiento crecieron un 100% el año pasado. De acuerdo a las estimaciones de la BCR, las importaciones del complejo petrolero-petroquímico pasaron de u$s 7.147 millones en 2021 a u$s 14.138 millones en 2022. Esto en un contexto nacional signado por la restricción de divisas.
Fertilizantes
Por otra parte, Argentina se vio afectada por el incremento en el precio de los fertilizantes, un insumo del cual importa el 70%, debido a que la guerra generó aumento de costos en Rusia, que es el principal productor del mundo.
Aunque debido a la sequía en el país cayeron 31% las importaciones de este insumo en volumen, las siderales subas de precios elevó en más de un 20% su costo en dólares.
El transporte, otro costo que sube. Aunque se embarcó un 7% de productos nacionales en 2022, se pagaron un 40% por encima del 2021 y cerca de tres veces lo pagado en 2020. El transporte se paga en acto y el país erogó más de u$s4.100 millones en envíos.
Shock agrícola y ventajas
El 2022 cerró con récords nominales exportadores para los principales complejos del agro: soja, maíz, trigo, carne bovina, girasol y cebada mostraron las mayores exportaciones de su historia medidos en dólares corrientes. Sin embargo, el conjunto de los complejos agro, responsables del 63% de las exportaciones nacionales, vieron crecer sus exportaciones cerca de un 8,5% entre 2022 y 2021, una suba de u$s 4.337 millones. Este crecimiento se explica por la mejora de precios internacionales, ya que las cantidades exportadas el año pasado se mostraron por debajo del 2021.
El conflicto en el granero de Europa empujó los precios al alza. Las dos naciones en pugna representan cerca de un tercio de las exportaciones mundiales de trigo, un quinto del maíz exportado a nivel mundial, el 80% del aceite de girasol. Dejando un amplio margen para las producciones argentinas. El girasol, en particular, vio crecer su precio de forma exponencial, la cotización internacional de esta producción escaló un 438,4% en todo el 2022 y abre grandes posibilidades para el comercio nacional.
El complejo girasol argentino es el tercer exportador mundial, sólo se ubica por detrás de las dos naciones en pugna. La tensión aún persistente amenaza profundamente sus producciones y, por lo tanto, la provisión mundial del grano. Eso quita cualquier techo para el crecimiento de las ventas externas del complejo nacional, que se encuentra en condiciones de exportar un valor cercano a u$s1.713 millones en la próxima campaña.
Las proyecciones de precios del grano no tienen límites máximos, ya que se espera que la demanda supere a la oferta en la nueva campaña. De acuerdo a los últimos datos del Departamento de Agricultura y Ganadería de los Estados Unidos (Usda), la producción mundial de girasol se proyecta en 50,7 Millones de toneladas (Mt) para la actual campaña y se estima que el consumo de girasol ascenderá a 52,6 Mt, sobrepasando a la producción en un 3,7%.