La acción de plantar dos o más especies en una misma área al mismo tiempo, lo que se conoce como intercultivo, representa una oportunidad de producir de manera eficaz, alterando mínimamente los servicios ecosistémicos.
Intercultivos, aliados de los rendimientos y los agroecosistemas
Ernesto Giardina, docente de Edafología de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), señaló que “el interés de este trabajo está puesto en el estudio de la competencia interespecífica y en la mejor utilización de ciertos atributos del recurso suelo en la producción vegetal, donde diferentes especies se benefician mutuamente cuando crecen juntas, colaborando con la biodiversidad del sistema por la suma de sus relaciones ecológicas que implica, no solo el uso de dos especies productivas al mismo tiempo, sino en la mejora del ambiente por un uso más adecuado de ese recurso”.
Según Ángel Romito, investigador del Inta e integrante del Laboratorio de Terramecánica e Implantación de Cultivos, “el hecho de realizar esfuerzos para evaluar y valorar los servicios ecosistémicos, especialmente de agroecosistemas, ofrece herramientas que posibilitan generar estrategias de manejo de la agricultura para favorecerlos sin dejar de lado la producción”.
“Los cultivos intercalados de cereales y oleaginosas presentan no sólo la mejora de los rendimientos sino también la sostenibilidad de los agroecosistemas gracias a las interacciones positivas planta-suelo-microorganismos”, destacó Lucrecia Brutti, investigadora del Instituto de Suelos del Inta.
La implementación de estos sistemas permite aprovechar rasgos funcionales de las distintas plantas como la producción de aleloquímicos específicos, la capacidad de fijación de nitrógeno atmosférico o la posibilidad de atraer insectos benéficos.
La combinación de cultivos permite un manejo temporal de los recursos, lo que permite que las fases de crecimiento o los períodos críticos de las especies no coincidan en el tiempo o lo hagan cuando los nutrientes son aprovechados de diferentes maneras.
“Realizamos un trabajo para evaluar las ventajas productivas para el intercultivo maíz-soja por la importancia productiva de ambas especies en la región”, explicó Marcos Roba, integrante del Instituto de Investigación Ingeniería Rural del Inta. El estudio se realizó en dos fechas de siembra, una temprana y una tardía, con tres tratamientos, en el campo experimental del Instituto de Ingeniería Rural en Castelar, Buenos Aires.
“Además de mejorar la eficiencia en el uso del suelo en sistemas extensivos, los intercultivos de maíz y soja producen grandes ventajas para los productores de bajo capital y en ambientes con riesgo de degradación”, resaltó Romito. El éxito de esta técnica depende de la correcta utilización de recursos, temporal y espacialmente, para favorecer las interacciones positivas comunes en los sistemas naturales.
Los resultados resaltaron que el número de mazorcas de maíz por planta, peso seco de la biomasa aérea y nitrógeno en hoja en la primera fecha de siembra del maíz fueron superiores en el intercultivo que en el cultivo puro. Por lo que, la productividad del sistema asociado fue biológicamente superior que en los cultivos puros.
Para el caso de la soja y en ambas fechas de siembra, las variables bajo estudio no presentaron diferencias significativas entre el cultivo solo y el asociado.
“Concluimos que el cultivo de maíz en un intercultivo tiene mayor competitividad que la soja, ya que notamos un aumento en el peso seco de la biomasa aérea y el número de mazorcas”, detalló Brutti. Esto indicaría que la combinación del cereal con la oleaginosa consigue una mayor eficiencia en el uso del nitrógeno, en comparación con los cultivos puros. “A su vez, cabe destacar que a nivel general la fecha de siembra fue un factor determinante”, agregó.
Fuente: Inta