“Cuando el río suena, piedras trae”, dice el refrán popular. Una alegoría oportuna de lo que está pasando en los corrillos del eslabón industrial lechero desde hace unas semanas, cuando comenzó a trascender con fuerza que el Gobierno estaría analizando algunas herramientas de intervención en este mercado, luego de que el índice global de precios en lácteos alcanzara un valor máximo, cuyo antecedente más cercano data de marzo de 2014.
Empresarios lácteos abren el paraguas ante una eventual intervención
Con la leche en polvo entera cotizando en el Global Dairy Trade en más de 4.320 dólares por tonelada, la lectura del vaso a la mitad puede efectivamente leerse de dos maneras. La del vaso medio lleno indica que está lloviendo sopa y es momento de agarrar firme la cuchara, porque estos lapsos de bonanza de la lechería mundial no suelen durar mucho tiempo.
Según quien opine sobre la coyuntura, el comercio internacional de commodities lácteos con estos precios, representa una gran oportunidad para la cadena argentina a la hora de captar dicha renta, en momentos donde las industrias necesitan urgente algo de previsibilidad y mejores resultados operativos que les ayuden a compensar los “acuerdos de precios” en un contexto inflacionario descomunal.
A su vez, se necesita mejorar el precio al productor en un lapso de baja estacional, donde el aumento de los costos fijos se agudiza, los insumos se encarecen frente al desdoblamiento cambiario y el valor de los granos, en tanto desde hace algunos meses el tambero ve con preocupación cómo se licúa su exigua rentabilidad.
El vaso medio vacío, en cambio, sería ver la parte negativa de este valor mundial, que indefectiblemente puede tensionar los precios internos, de la mano de una competencia creciente por la materia prima (con la predominancia de los exportadores para aprovechar el viento de cola). Dejando pasar el tren (una vez más) bajo el argumento de que no se puede trasladar precio a las góndolas, porque el bolsillo flaco de la población ya no convalida aumentos, el Gobierno vigila celosamente a través de su alfil en Comercio Interior, Roberto Feletti.
Esta última mirada implica desestimar el comercio internacional y que el Gobierno intervenga en el mercado exportador a través del aumento de retenciones (hoy en un 9% para LP y 4,5% en quesos y otros productos), el establecimiento de cupos o cuotas puntuales, precios de corte, cepos, etc. Medidas que en el pasado beneficiaron a unos pocos y sentenciaron el despegue de la actividad en general.
La industria se defiende
Ante este panorama, desde el Centro de la Industria Lechera están apurados en lograr un acuerdo con el Gobierno para evitar la intervención oficial o alguna medida restrictiva tal como le sucedió a la cadena cárnica el año pasado. “Hoy en el mundo hay una demanda muy firme de lácteos que está acompañada por muy buenos precios y me parece que como país no podemos volver a cometer los errores sistemáticos del pasado; esto es, que cuando llueve sopa nosotros estamos con el tenedor. Tenemos una excelente oportunidad y de nosotros depende saber aprovecharla”, opinó el presidente de los industriales lácteos, Ércole Felippa.
Ante las versiones que citan argumentos tales como la baja en el consumo interno y el aumento desmedido de los precios en góndola para los productos de la canasta láctea, el empresario advirtió: “En primer lugar es falso afirmar que está cayendo el consumo de lácteos a nivel interno, ya que si consideramos la producción total país, le restamos lo que se exporta y las existencias de stock, observamos que el nivel de consumo de 2021 fue incluso superior al de 2020. O sea, un consumo per cápita de 187 litros por año no es para nada despreciable, porque incluso está por arriba de lo que sugiere la Organización Mundial de la Salud”.
En segundo lugar, “es erróneo pensar que ante una menor oferta de productos y un mercado externo atractivo, las industrias se volcarán masivamente al negocio exportador en desmedro del mercado interno –explica Felippa-. Lo que está sucediendo con los precios internacionales es una excepción, no la regla; históricamente la contribución de las exportaciones es menor a lo que contribuye el mercado interno, y por otra parte, la mayoría de las empresas que exportamos en el país, sólo destinamos allí una parte de nuestra producción, que siempre es menor a la que incluimos en el mercado interno”.
Por lo tanto, “nunca ocurrió y no va a ocurrir, que alguna empresa resigne su cuota de mercado interno, con el esfuerzo que cuesta conseguirla, en función de volcar mayor volumen al mercado externo, sabiendo que se trata de una situación coyuntural”.
Según analiza Felippa, “hay que atravesar este valle de tres meses de menor producción estacional, hasta que en abril comience a crecer la oferta y podamos tener mayor volumen para exportar y más leche para abastecer el mercado interno”. Un beneficio que necesariamente debería derramarse a toda la cadena.
Respecto a los aumentos que desde las cadenas comerciales se acusa al sector industrial a la hora de trasladarlos a góndola, el presidente del CIL apeló a datos relevados por el Indec para contestar: “El índice de precios minoristas aumentó un 19% más que el índice de inflación mayorista (salida de fábrica), incluso si comparamos estos índices en los últimos dos años, la góndola aumentó un 24% más que nosotros (salida de fábrica)”.
Según el industrial, “la inflación existe porque hay serios problemas macroeconómicos en el país, como el déficit fiscal, la emisión monetaria, la brecha cambiaria, etc., es decir, los productos aumentan porque hay causas que generan la tensión en los precios, no al revés”.
En este sentido, Felippa propone: “Tanto desde la cadena como desde el Gobierno debemos actuar con enorme nivel de responsabilidad, porque una medida mal tomada, en un sector que el año pasado le aportó al país más de 1.300 millones de dólares por exportaciones, puede generar la caída de la producción y un menor ingreso de divisas al Estado”.
El alto riesgo de intervenir
Para el analista del mercado lácteo y titular de la consultora Economía Láctea, Ing. José Quintana, “los precios internacionales que se están viendo en el mundo deberían traducirse rápidamente en una mejora fenomenal en los precios que aquí no la estamos viendo que llegue aún”, en clara referencia al impacto que debiera tener el negocio exportador en lo que percibe el productor por su materia prima.
“Si bien el precio de la leche en enero ya subió bastante [en promedio se pagó 34,40 $/litro] y en febrero se espera que suba también por encima de la inflación [se estima que aumentará un 5% o 1,70 $/litro], siempre está latente la amenaza de una intervención del Gobierno para que esto no se traslade a precio final, tal como lo veníamos anticipando desde hace unos meses cuando la leche en polvo comenzó a subir”, indicó el analista.
“Lamentablemente, con la ola de calor en enero y zonas donde hubo excesos de lluvias, la producción bajó bastante, pero de ninguna manera se puede hablar de que está en riesgo el abastecimiento interno”, dijo sobre la argumentación que se suele utilizar para cerrar el grifo de la exportación.
Según Quintana, “son muchos los actores de la cadena que hablan de que el Gobierno posee una excusa perfecta para intervenir, porque se está en un período de caída de producción y escenario de precios altos a nivel internacional”. En su opinión, “sería un tremendo error intervenir sin dejar que el precio de la leche acompañe la suba de costos que está teniendo el sector productivo, ahí sí estaría amenazada la producción nacional de leche”.
Es que “a partir de la confirmación que realizó el USDA sobre el recorte de producción mundial de soja con especial hincapié en Latinoamérica, la oleaginosa está volando y si la leche no acompaña esta suba, aquellos que arriendan campos o incluso suplementan en base a proteínas, van a ver comprometida su ecuación de costos; esperemos que a nadie se le ocurra hacer nada raro en este contexto, porque verdaderamente se puede llegar a complicar seriamente la actividad”.
La iniciativa de los empresarios
A diferencia de lo que el Gobierno realizó en octubre pasado, cuando congeló los precios de una extensa lista de productos por tres meses, impactando en la estructura de costos sin distinción entre grandes y pymes o volumen de negocio, exigiéndole a las fábricas que se acoplen o que se atengan a las consecuencias, ahora desde la Secretaría de Comercio entendieron que las cosas podrían hacerse mejor si las empresas aceptan negociar.
Es lo que pretende el sector industrial, que todo surja del diálogo y el entendimiento racional, ya que desde un primer momento tanto en el CIL como en APYMEL (pymes lácteas) y la Junta Intercooperativa (cooperativas lácteas), demostraron tener vocación de consenso, tal como ocurrió en mayo del año pasado, cuando unidas como cámaras negociaron los primeros acuerdos con el Gobierno para abastecer en volumen y precio la canasta básica de lácteos, a cambio de que no se modifiquen por decreto las reglas del negocio exportador.
En este sentido, luego de que la medida de congelamiento de precios venciera el pasado mes de enero, desde Comercio Interior aceptaron negociar con las empresas del sector acuerdos puntuales con cada una de las empresas, algo que arrojará novedades en los próximos días.
Según lo confirmó Ércole Felippa, “los acuerdos de precios de la Secretaría se están dando en particular con cada compañía, según marcas, volúmenes y precios individuales”. Al mismo tiempo, “nosotros le presentamos una propuesta superadora para generar herramientas que nos permitan atravesar esta coyuntura de menor oferta de leche (estacional) para que el Gobierno pueda tener un cierto volumen de productos con precios acordados pero fuera del esquema de precios congelados; lo único que solicitamos es el compromiso oficial de no intervenir en las exportaciones, tal como se hizo en mayo del año pasado”.