La bioeconomía es el paradigma de desarrollo que se impone en el mundo y para la Argentina es un modelo superador. En buena medida, porque es capaz de superar la restricción externa y el límite energético el viejo esquema de sustitución de importaciones. Y al mismo tiempo porque cuenta ya con una base científica y una capilaridad territorial que lo instalaron como una “industria a cielo abierto” en Argentina.
La bioeconomía, nuevo modelo de desarrollo
Por Álvaro Torriglia
Bioeconomía. Roberto Bisang y Fernando Vilella, en Aapresid.
Así lo señaló Roberto Bisang, uno de los economistas que más estudió el proceso de crecimiento de la industria de la biotecnología en Argentina, durante uno de los paneles del congreso de la Asociación Argentina de Productores de siembra Directa (Aapresid).
Junto a Fernando Vilella, ex decano de la Facultad de Agronomía de Buenos Aires, se enfocaron en las oportunidades y en los desarrollos ya existentes en el terreno de la biotecnología, las agtech, la generación de energía a través de la biomasa, la economía circular, los biocombustibles y los bioinsumos, entre otros rubros destinados atender la demanda de una economía global que cambia, traccionada en buena medida por las amenazas a medio ambiente.
Una economía que, apuntaron los dos, cambia aceleradamente desde apenas un lustro y, mucho más aceleradamente, desde los últimos dos, pandemia y guerra en Europa mediante. Hay una reconfiguración del mapa energético, de la producción, del modo en atender la problemática la salud”, explicó Bisang. La irrupción del Covid y su tratamiento, son, a su juicio, un buen ejemplo del nuevo mundo: “En 55 días desde que se lo detectó se secuenció el genoma y en 120 días estaban las primeras vacunas”, subrayó.
La biología manda. Vilella explicó que en el actual mapa global, en el que se pronostica la necesidad de atender el déficit alimentario que afectará a 900 millones de personas en los próximos años, sólo el 10% de la población mundial vive en regiones que tienen “excedente de fotosíntesis”. Es decir, alimentos y energía generada desde la naturaleza viva. En diez años, señaló, será sólo el 5%.
Argentina está en este último lote y ya es conocida su capacidad de producir granos, carne y sus subproductos. Aunque su matriz exportadora revele que el nivel de integración y agregación de valor sea todavía bajo. El caso del maíz es paradigmático: madre de una enorme cadena y diversificada cadena productiva, se exporta en un 70% como grano.
“Exportamos alimentos para la producción animal en otros países”, señaló Vilella. “Somos exportadores productos primarios y semielaborados”, completó Bisang, investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (UBA) y de la Universidad de Tres de Febrero.
¿Puede cambiar esto? Algunas cosas están cambiando. En parte, a partir del importante desarrollo e integración entre el sector científico y tecnológico, y la producción, en una economía dinámica como la vinculada al agro. Tanto en el mundo de las agtech como en el de las empresas de base científica “hay una base muy importante que creció en los últimos 15 años”, describió Bisang. Y destacó la creación de una gran red científica y tecnológica muy desplegada en el territorio, donde participan el sector público y privado, de niveles nacionales,provinciales y municipales”.
En este punto es en el que cree que la economía argentina tiene posibilidad de subirse “desde temprano” a un tren que va a hacia un nuevo paradigma de desarrollo global. “La última vez que se dio ese salto fue con el modelo de sustitución de importaciones basado en la industria metalmecánica, aunque en ese caso se trataba básicamente de copiar a los países desarrollados”, señaló.
Ese modelo, agregó, “ya fue”, al menos como camino exclusivo. Entre otras cosas, por su déficit comercial. “La balanza comercial de la industria de alimentos, bebidas y tabacos es superavitaria en 11 mil millones de dólares, la de la electrónica es deficitaria en u$s 12.600 millones”, subrayó.
Explicó que el 45% de la actividad industrial está vinculada al primer y segundo nivel de producción biológica. Y destacó tanto su extensión territorial como su capacidad de crear empleo de calidad. “Argentina debe apostar a la bioeconomía como motor de desarrollo”, subrayó.