El fuego es uno de los eventos destructivos que más altera los ecosistemas naturales. A menudo, abordar los incendios en terreno es difícil o imposible. Por eso, la teledetección satelital es una herramienta clave para caracterizarlos y monitorearlos. Incluso, a los ocurridos en el pasado. Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) evaluó la magnitud de los incendios del año 2020 en Córdoba. Con una intensidad de moderada a alta, el fuego afectó 110.000 hectáreas de vegetación natural y redujo la productividad de la vegetación hasta un 10%. La combinación con información geoespacial auxiliar permitió identificar áreas prioritarias para restaurar.
Qué áreas naturales restaurar primero tras un incendio
Se estableció la extensión y la intensidad de los fuegos ocurridos en Córdoba en 2020. Se definen sitios prioritarios en los que recuperar la vegetación tras incendios
“Estudiar los incendios en el lugar y el momento en que ocurren es casi imposible, pero hacerlo ‘desde arriba’ es más sencillo. Las imágenes satelitales son ideales para saber, por ejemplo, el tipo de vegetación que se quemó o establecer la magnitud de la superficie afectada, la intensidad de los incendios y el impacto sobre variables clave de los ecosistemas”, dijo Pablo Baldassini, docente del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información (Fauba).
Pablo explicó a Sobre La Tierra que, además, combinar la información satelital con otra de tipo socioambiental —como tipo de vegetación, distancia a pueblos cercanos y a cuerpos o cursos de agua, densidad de población o pendiente del terreno, por ejemplo— permite establecer áreas prioritarias de restauración post-fuego a partir de un abordaje llamado ‘multicriterio’.
Información caliente de Córdoba
En ese marco, Baldassini señaló que en el año 2020, junto con Hebert Castillo —egresado de la Especialización en Teledetección y SIG en la Escuela para Graduados Fauba— decidieron estudiar un incendio ocurrido entre agosto y septiembre de ese año en el noroeste de Córdoba. Este fuego se destacó por ser uno de los más grandes de los últimos años.
Castillo y Baldassini determinaron el área afectada y las características del fuego y de los ecosistemas quemados. “En total se quemaron 110.000 hectáreas, de las cuales el 40% presentó una severidad entre moderada y alta. El 93% de lo que se quemó fue vegetación natural, en particular pastizales y arbustales. El resto fueron bosques abiertos y cerrados”.
Pablo indicó que también evaluaron los impactos post-incendio en distintas variables del ecosistema. La más afectada fue la evapotranspiración, que integra las pérdidas de agua a la atmósfera desde el suelo y la vegetación. En los sectores donde el fuego fue más severo, cayó hasta un 25%. Estos resultados están publicados en la revista Investigaciones Geográficas.
Según el investigador, en comparación con los valores pre-incendio, otras variables relevantes resultaron menos afectadas. En donde el fuego fue más intenso, la productividad de la vegetación cayó un 10,6% y la temperatura del suelo aumentó un 10,2%. Estos valores están dentro de lo reportado para otros incendios con severidades similares a la de este estudio.
“Por último, con un análisis basado en múltiples criterios pudimos identificar cuatro áreas prioritarias de restauración. Al 50% del área afectada —mayormente cubierta por pastizales naturales— le correspondió una baja prioridad. Por otra parte, solo al 7% —con arbustos y bosques naturales— le correspondió una alta prioridad en cuanto a su restauración”, detalló.
Academia, decisores
Baldassini profundizó en aspectos relevantes del trabajo. “Creo que lo más destacable es que usando teledetección pudimos obtener información detallada sobre los incendios en áreas naturales. Esto debería facilitar la toma de decisiones y la asignación racional de recursos para recuperar primero los sitios más afectados, recursos que siempre son escasos”.
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“El análisis de áreas prioritarias de restauración apunta a eso, a cómo asignar recursos a donde más se necesitan. Usamos ese conjunto de variables que mencioné antes, pero también podríamos cruzarlo con otro set de características socioambientales diferentes, asignarles una determinada importancia relativa y así definir tales áreas”, aseguró.
A modo de cierre, el investigador de la Fauba destacó la importancia de sus resultados para implementar políticas públicas que garanticen la sustentabilidad de los ecosistemas. “Desde la academia generamos información robusta que está disponible. Ahora, quizás lo que falta es el vínculo con quienes deben tomar decisiones. Me parece un aspecto clave, aunque muchas veces difícil de lograr”.