La crisis y la oportunidad pero en clave de urgencia. En esa encrucijada está el ecosistema de agronegocios, a entender por las deliberaciones que se llevaron a cabo en el encuentro Idea Experiencia Agroindustria, en Rosario.
El agro frente a la economía del cambio climático
Por Álvaro Torriglia
El cambio climático se acelera por la emisión de gases de efecto invernadero, originados fundamentalmente en la producción de energía a base de combustibles fósiles. Si esta matriz cambiara 100%, se lograría que en 2030 la temperatura no suba más de 1,5 ° C, señaló Mauricio Saldívar, consultor, docente e investigador en Gestión del Riesgo de Desastres. El climatólogo llamó la atención sobre la relación entre cambio climático y crisis económica: “Las últimas tres Niñas fuertes fueron en el 73, en el 98 previo a la crisis de 2021, y en 2023”, recordó.
El coordinador académico de la unidad de I & D de Crea, Emilio Satorre, subrayó la capacidad del sistema agropecuario para aportar a la mitigación del cambio climático. Y apostó a la agricultura regenerativa como la herramienta de remediación ambiental. Básicamente, dijo, es “volver a la agronomía”.
Satorre remarcó cuatro consensos básicos del mundo agrícola: no ceder capacidad productiva, crecer eficientemente, reducir la contaminación, y garantizar sistemas de producción sostenibles.
Jimena Calvo, coordinadora del área de Economía de Fundar, enfatizó los efectos comerciales de las urgencias que plantea el cambio climático. Que también son urgentes, porque en 2025 comienza a regir el capítulo agrícola de la estrategia europea “De la granja a la mesa”, que limitará las compras de productos como carne y derivados de soja provenientes de campos deforestados.
Esta prescripción, una de las muchas que imponen las metas fijadas en el Pacto Verde firmado en 2019 por los países de la UE, exige, como piso, establecer un sistema de trazabilidad para alcanzar la certificación de libre deforestación.
“Están en juego exportaciones por u$s 4 mil millones”, advirtió Calvo, quien agregó que este compromiso podría llegar a u$s 13 mil millones si, como se espera, estas normativas ambientales son incorporadas también por China y Estados Unidos. Como indicó, esta es apenas “la punta del ovillo de las medidas de protección ambiental” que se vienen en el mundo.
El cronograma para adaptarse a estos desafíos comenzó a correr. No son pocas las empresas argentinas que ya trabajan con esta orientación, desde la ciencia, la tecnología y la innovación. Un vector de transformación es el tránsito desde la utilización intensiva de insumos de síntesis química a los biológicos.
María González San Juan, gerenta de Fertilizar, destacó los tres procesos en que los que están embarcadas las empresas dedicadas a la nutrición vegetal: mejorar los diagnósticos y, consecuentemente, ajustar la aplicación; ajustar el manejo y la administración de los insumos; y transformar la fertilización en sí misma. con productos como los biofertiliznates y bioestimulantes.
Ricardo Yapur, fundador de Rizobacter, la empresa pionera en la producción de insumos biológicos argentinos, recordó que desde que la producción de inoculantes elaborados en base a bacterias que fijan el nitrógeno del aire, el desarrollo de biosinsumos se multiplicó y diversificó. Hoy la misma empresa pionera forma parte del grupo Bioceres, que combina sus productos con las semillas tolerantes a estrés hídrico. “El negocio de fitosanitarios en el mundo es de u$s 80 mil millones, ese es el mercado potencial”, dijo.
Nicolás Larrandart, fundador de la start up Auravant, es uno de los emprendedores que se subió a la ola de innovación relacionada con la tansformación ambiental, a través de una plataforma abierta que permite al productor “gestionar todas las herramientas en materia ambiental”.
Otro emprendedor, Facundo Martinez de Hoz, incorporó la Inteligencia Artificial en una empresa dedicada a la determinación de calidad en tiempo real. Su primera estación fue en la industria de la maltería, identificando variedades y certificando la calidad física de los granos de cebada. Con un plantel de 60 personas, tienen presencia en 25 países y también se están metiendo en el trigo. “Estas innovaciones están cambiando el agro, hoy hay una nueva rama agronómica, que es la de ingenieros agrónomos programadores”, ejemplificó.