Desde mediados de la década del 90, los sistemas agroalimentarios argentinos vienen experimentando cambios importantes: mayor productividad y escala, desarrollos tecnológicos en semillas e insumos, nuevos modelos de negocio, entre otros. Sin embargo, hasta ahora estaba pendiente monitorear a gran escala los efectos del sector a nivel productivo, ambiental y social. Es así que nace la Red de Estudio de Sistemas (Redes), un espacio del que participan Fauba, Inta, Aapresid y Crea para diagnosticar el nivel de sustentabilidad del agro e impulsar prácticas que ayuden a mejorarla.
¿Cuán sustentable es el agro argentino?
Para la primera etapa diagnóstico, la red lanzó una encuesta a productores para conocer el nivel de adopción de prácticas sustentables tales como: uso de fitosanitarios según toxicidad, monitoreo de plagas, nivel de rotaciones, profesionalización de los procesos productivos, control de calidad de las labores de contratistas, organización y gestión interna de la empresa e interacción con la comunidad, salud de los suelos, entre otras 57 preguntas. Con las 170 respuestas obtenidas en todo el país, se elaboró un sistema de puntaje para evaluar la sustentabilidad por eje y global, es decir integrando todos los ejes: social, económico y ambiental.
Los resultados muestran que la mayoría de los establecimientos “hace las cosas bastante bien”, sobre todo en lo relativo a ciertas prácticas agronómicas que tienden a lo sustentable: siembra directa con rotación de cultivos que son fertilizados e inoculados, monitoreo de adversidades con abandono de fitosanitarios de banda roja y rotación de modos de acción de herbicidas. Todo esto bajo una dirección técnica profesionalizada y flexible.
Cuando nos ponemos exigentes, hay otras prácticas asociadas a la sustentabilidad que aún se adoptan muy poco: inclusión de pasturas en la rotación, uso de productos biológicos o de tecnologías de aplicación selectiva de fitosanitarios. Muchos admiten seguir utilizando productos de banda amarilla y casi ninguno hace un control de calidad de las tareas tercerizadas a contratistas. Tampoco se suele contemplar la escala de paisaje en la toma de decisiones.
También se detectó un grupo minoritario de empresas “de punta” con alta adopción de prácticas sustentables, ubicadas en buenas zonas productivas de Buenos Aiers, Córdoba y Chaco. Un punto en común a destacar en todas ellas: son establecimientos agrícolas que no tuvieron ninguna campaña en alquiler en los últimos 10 años.
La ‘pata más floja’ resultó ser la social. El relevamiento reveló la falta de interacción de las empresas con el entorno y escasa participación en la toma de decisiones en el territorio. También se encontró dificultad en la organización interna de las empresas y de prácticas que promuevan el bienestar laboral, como actividades recreativas con los empleados.
Los próximos pasos
Si bien el proyecto RedEs cumplió su ciclo, Aapresid planea subir la apuesta a este trabajo, debido a que el estudio y medición de la sustentabilidad sigue siendo el principal foco de la Institución.
Así, se apuesta a desarrollar una herramienta de medición de la sustentabilidad para empresas agropecuarias, con el fin de ayudar a los productores a saber dónde están parados y que puedan corregir el rumbo de la gestión cuando sea necesario.
Otra de las apuestas es generar un ‘mapa de sustentabilidad’ donde pueda visualizarse el universo de realidades existentes y que muestre el contraste entre manejos y ambientes.
También se analizarán las ‘brechas de sustentabilidad’ - es decir la distancia entre el estado actual y el deseable en las esferas ambientales, productivas y sociales - y las relaciones causa-efecto que determinan estas brechas.
Por último, se apuntará a promover y difundir manejos superadores. Desde ya, esto plantea un gran desafío y se están trazando los lineamientos de trabajo para alcanzar el objetivo.