Hace ya unos años que el sorgo abandonó su letargo y comenzó un camino de recuperación en el escenario productivo argentino. Hoy es un cultivo de exportación que, por algunas circunstancias coyunturales, compite por el momento en cotización del maíz y tiene como principal cliente a China. Hay dos preguntas que sobrevuelan a la actividad: si este escenario se va a consolidar y si este regreso también tendrá un capítulo en el mercado interno Por caso, como alimento en las emergentes cadenas de carne porcina y aviar.
Sorgo vuelve a pedir pista en la producción argentina
Por Álvaro Torriglia
Esas preguntas fueron puestas a consideración en el panel “Un muro sin derrumbar, ¿cómo ampliamos el futuro del sorgo’”, que se desarrolló en el marco del congreso de Maizar. En la sala Brevant, Juan Alzari, trader de Gear SA; José Arrieta, presidente de Coppcor y tesorero de la Federación Porcina Argentina, y Bernardo Iglesias, investigador del Inta orientado a la nutrición de aves, arrimaron sus respuestas, bajo la coordinación de Julián Siri, gerente de coordinación de Advanta Semillas.
La respuesta a la primera pregunta fue que sí. Alzari analizó la situación del mercado del sorgo y estimó que su nuevo estatus en el universo exportador, a partir de la demanda china, que tenderá a consolidarse. El cambio clave, explicó, fue en 2018, cuando se aprobaron los protocolos de ventas al gigante asiático.
Hasta ese momento, los “momentos del sorgo” eran espasmódicos. “En los 80 en Argentina llegaron a producirse 5 millones de toneladas, en 3 millones de hectáreas, por el efecto en los mercados del boicot comercial a la ex Unión Soviética”, recordó. Después la exportación bajó a cero y experimentó algún repunte recién en 2011, a raíz de una sequía en Estados Unidos. Luego volvió a lagunear hasta que China abrió su mercado. Y ahí se pasó a sembrar un millón de hectáreas y exportar 2,5 millones de toneladas.
El trader de Gear aclaró que, aunque en esta última campaña la sequía redujo el volumen exportable y aumentó la demanda interna para consumo interno, en los últimos años, el mercado chino se llevó el 95% del sorgo argentino. Y estimó que, con pequeñas variaciones, seguirá en esa proporción por los próximos años.
Los precios
En materia de precios, señaló, el sorgo vive hoy uno de esos “momentos”. Cotiza a u$s 260 por tonelada mientras que el maíz gira alrededor de las u$s 200 toneladas. En el mercado interno, son $ 60 mil contra $ 55 mil. “Esto obedece también a causas circunstanciales internas, como las distintas versiones del dólar agro”, aclaró. Pero lo destacable a futuro es que “mientras hace cuatro años uno sembraba sorgo sin saber qué precio iba a tener, hoy hay precio casi todo el año”.
Con el precio asegurado, el otro factor que debería impulsar la siembra de sorgo sería el de la tecnología de producción. Alzari recordó que el rendimiento del cultivo venía parejo con el del maíz hasta mediados de los 90, cuando la aparición de los eventos como el BT y el RR comenzaron a despegar la productividad del cereal. “Hoy la brecha de rendimiento es de 3 mil kilos por hectárea y cerrarla es indispensable para ganar superficie”.
Es que, mientras el sorgo siga siendo el cultivo que se siembra donde no se puede sembrar maíz, “será difícil que le dispute un lugar en el consumo doméstico”, señaló.
Y en ese punto entró la pregunta del coordinador, Julián Siri: “El sorgo ahora compite con maíz y soja y es cultivo de exportación, pero ¿cómo lo podemos usar acá?”.
En las cadenas de producción de carne porcina y aviar, que acumulan ya más de una década de crecimiento, está parte de la respuesta desde la demanda. Arrieta, de la Federación Porcina Argentina, recordó que en 20 años, el sector pasó de una oferta productiva de 5 kilos a 17 kilos per cápita por año. Y un consumo de 8 a 17 kilos también. Además, el mercado cambió. Según el plan estratégico de la entidad, para 2030 estas dos variables van a seguir creciendo y el consumo de maíz del sector pasará de 2 millones de toneladas a 5 millones de toneladas anuales. “Ahí el sorgo puede encontrar su lugar”, enfatizó.
De hecho, recordó que "hace 20 años las granjas usaban sorgo porque era más barato que el maíz”. Hoy el alimento de excelencia es el cereal pero “se puede balancear porque los perfiles nutricionales son los mismos, si se ajustan las dietas”.
Para que eso suceda, señaló, hay que resolver algunos temas. Uno es el de los costos. “El 45% del costo de producción de la cadena de producción porcina está en la granja, el 70% del costo de la granja es la alimentación y el 60% del costo de la alimentación es el engorde”, describió.
Además de bajar el “precio de sensibilidad”, el sorgo debe pasar otras pruebas para ocupar ese lugar. Una es reducir el nivel de tanino, que por su sabor amargo reduce el consumo voluntario del animal. La otra es el ajuste que se debe realizar en las plantas de balanceados, sobre todo en materia de granulación.
Bernardo Iglesias, investigador del Inta especializado en nutrición de aves, coincidió en el diagnóstico. Aunque valoró el aporte nutricional, sobre todo energético, del sorgo, fue tajante. “Si tiene alto nivel de tanino no puede ser utilizado en alimentación animal”.
Destacó que en 2011 se dio un paso importante en ese sentido cuando se instrumentó una calificación comercial del grano, según el nivel de tanino (alto, medio, bajo). Y también señaló que “se han realizado experiencias para neutralizarlo”. Describió, al respecto, el proceso de “amoniación” por el cual la complementación del grano con urea, en determinadas condiciones de humedad, permite el “secuestro” de ese elemento no deseado para la nutrición.
“Esta tecnología se puede usar pero implica un mayor costo y precisión”, explicó. También apuntó que la reintroducción del sorgo en los planteos de alimentación animal, implica alguna inversión en producción y logística dentro de la planta para “fragmentar el grano y almacenarlos en silos diferentes”. Salvadas estas condiciones, el sorgo puede disputar su lugar en esas cadenas de producción. Aunque para eso, coincidieron los panelistas, debe consolidar su recuperación.