El presidente de Argentrigo, Miguel Cané anticipó que más allá de la diversidad de variables que han complicado la producción agropecuaria, se sigue sembrando trigo sobre un piso cuando la proyección debería estar entre las 7 a 9 millones de hectáreas.
Trigo: el grano no debe ser sólo una variable del sistema
Al mismo tiempo, explicó que si pensáramos en un país con menos restricciones, este cultivo podría hacerse bien, manejando unos mayores niveles de fertilización y una mejor utilización de fungicidas, lo que se traduciría en altos niveles de rendimientos.
“Por ahora, sólo se genera un costo elevado, porque Argentina sigue teniendo intervenciones asociadas a los volúmenes de equilibrio de exportación, los fideicomisos para abaratar el precio de la harina que _aparte de no haber dado resultado_ frenaron el crecimiento del cereal”.
Según este referente, el trigo no ha tenido inversiones desde hace un largo tiempo, porque por encima de las restricciones climáticas y de mercados _que el productor la entiende perfectamente_ el Estado se ha encargado de hacer el resto.
“No ayudan las medidas temporarias, sino que por el contrario, generan una reacción defensiva en los productores que ha llevado al grano hacia una menor inversión, aplicación de recursos, calidad y avance tecnológico”, dijo.
Hace unas semanas, organismos de estimación como las Bolsas de comercio y cereales del país, anticiparon que el grano podría perder 200 mil hectáreas más, si no se recuperan los niveles de humedad en algunos partidos de la provincia de Buenos Aires. De ser así, habría una pequeña baja en la visión más optimista del inicio de campaña.
Es decir, el número de hoy son 6 millones de hectáreas con un núcleo de provincias que se han venido recuperando de la sequía, a excepción de Córdoba que tiene niveles de seca considerables y ha comenzado a retrotraer las intenciones de siembra.
“Las lluvias de fines de mayo fueron buenas en la parte centro este del país. No hacia el oeste, donde la complicación se sigue manifestando en parte de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y La Pampa”, remarcó Cané, agregando que los datos de Argentrigo han mapeado varias zonas que podrían llegar muy justas a la siembra.
Por ahora, se está esperando un avance en 800 mil a 1 millón de hectáreas, que definirían el cronograma global de la campaña que proyecta un rendimiento medio nacional de 3.000 kilos por hectárea (30 qq.). La noticia es buena, si se interpreta que se estaría saliendo de una campaña (2022/23) tan mala y pareja en sus dificultades. Sin embargo, la alternativa de los productores que está centrada en recuperar todo lo perdido, se viene transformando en una revancha que posiblemente no sea tan inmediata.
La alternativa, pasa por considerar que desde las zonas no trigueras típicas, los productores se están empezando a dar cuenta que aplicando tecnologías modernas y diferenciales, los resultados son óptimos y hasta excelente. Entonces, la vieja visión sobre el trigo como cultivo de relleno para facturar algo sobre el final de cada año; ahora empieza a analizarse de otra forma.
“El criterio ha cambiado, porque hay un gran potencial. Muchos piensan que las expectativas las pueda dar este cultivo, por encima del cultivo de segunda”, enfatizó Cané, considerando que a futuro se tratará de ajustar los números.
El empresario, sabe que el valor por hectárea (u$s 500) sigue siendo alto. Sobre todo en una economía endeble, donde se necesitan 93 dólares para cubrir una hectárea con 150 kilos de fertilizantes (urea) y un poco más de 100 dólares para llegar a 100 kilos de fertilizantes fosforados.
Cuando el dinero no está, la tecnología, al igual que la utilización de insumos, caen en un 30 % y es probable que eso suceda en esta nueva etapa.