En el año 2002, cuando los coletazos de la crisis más grande de la historia contemporánea argentina todavía golpeaba a la economía, una larga fila de productores hacía fila frente a un pequeño stand en la Bolsa de Comercio de Rosario. Salían de los paneles y conferencias organizadas en el congreso anual de Aapresid, donde referentes y expertos como Víctor Trucco y Juan Enriquez los instaban a convertirse en empresarios de la biotecnología. Y muchos así lo hicieron: esa hilera era para asociarse a Bioceres.
"En Bioceres hay una especie de orgullo en ir por objetivos difíciles"
La biotecnológica rosarina que cotiza en el Nasdaq cumple 23 años. El recorrido de una empresa fundada en plena crisis de 2001
Por Álvaro Torriglia
La empresa que desarrolló el primer trigo transgénico del mundo y se convirtió en un emblema de las capacidades nacionales para jugar en el mercado mundial de la ciencia y la tecnología, había sido creada apenas unos meses antes. En el peor mes de 2001, hace 23 años, por 23 productores agropecuarios.
“Es muy sorprendente el camino recorrido y la transformación de la empresa desde esa idea original, creo que tiene que ver con la osadía de enfrentarse a desafíos frente a los que otros se frenan”, analizó Patricia Miranda, directora de Asuntos Regulatorios de Bioceres. Y agregó: “Hay una especie de orgullo en ir por objetivos difíciles”.
En ese sentido, resaltó el espíritu de aquel grupo de “visionarios” que se preguntaron: “¿Por qué en lugar de incorporar tecnología desarrollada por otros, no nos animamos a generarla nosotros?”. Desde ese lugar entendieron que “una asociación público privada, que en este caso significó buscar investigadores del ámbito académico para aplicar sus desarrollos, era una veta que los podía diferenciar”.
Esa apuesta a la ciencia y la tecnología, y a la interacción con el sector público, la convirtió en un ícono de las capacidades del empresariado argentino. Su mayor hito fue el desarrollo, a partir de un logro de investigadores del Conicet, de cultivos transgénicos tolerantes a sequía. Así entró en las grandes ligas de la biotecnología.
Biotecnología a escala mundial
El gen HB4 fue aislado por la investigadora del Conicet y la Universidad Nacional del Litoral (UNL) Raquel Chan. Durante quince años, la científica y su equipo se propusieron estudiar cómo las plantas se adaptan al medio ambiente. El primer descubrimiento, en 2001, fue un gen del girasol que confiere tolerancia al estrés por sequía.
En 2004 el Conicet y la UNL patentaron esa construcción genética y lo licenciaron a Bioceres, conformando una alianza pública privada exitosa. En 2012 el equipo de investigación oficial logró repercusión internacional al desarrollar la tecnología HB4, la primera transgénica desarrollada íntegramente en Argentina.
El convenio de vinculación que permitió introducir el evento aislado por Chan en trigo y soja fue la plataforma de arranque y el emblema reputacional de Bioceres, que hoy cuenta con una cartera de productos y servicios muy diversificada.
Con más de 600 patentes y presencia en más de 30 países, el grupo se dedica también a invertir en empresas de base científica. Dos de sus empresas están listadas en Nasdaq: Bioceres Crop Solutions, empresa de biotecnología primera a nivel mundial en desarrollar cultivos de soja y trigo tolerantes a la sequía; y Moolec Science, precursora en modificaciones genéticas de la soja para producir proteína de cerdo.
“La necesidad te obliga a crecer de golpe y ahí la empresa encaró nuevos desafíos y demostró que era capaz de adaptarse para llevarlos a cabo, señaló”, destacó Miranda.
El crecimiento de la empresa
En su recorrido, fue tejiendo asociaciones con empresas de todo el mundo, adquiriendo firmas y desarrollando un abanico de spin off que piden pista para convertirse en nuevos unicornios.
En 2021, la compañía firmó un convenio con el gobierno provincial para crear del SF 500, un fondo para apoyar a emprendedores de base científico tecnológica.
“En algún momento surgió, primero, la posibilidad de ayudar a otros proveyéndoles servicios, y después, ayudar a que aparezcan otras biotecnológicas, ahí se realizó inicialmente la asociación con Santa Fe”, explicó e indicó que ya hay más de 24 startups que superaron el proceso de selección y que “pueden ser en un futuro nuevas Bioceres”.
La asociación público privada está en el ADN de la compañía. “Los proyectos biotecnológicos son inversiones a largo plazo y los privados no tienen disponibilidad para invertir en ellos; y vincularse con el Estado te garantiza esos fondos que luego va adoptar otro privado”, describió Miranda. Y aclaró que no se trata de “una apuesta del Estado sin ningún futuro” ya que “justamente acá hay del otro lado privados interesados en los proyectos”.
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La directora de Asuntos Regulatorios de la empresa subrayó el acompañamiento del Estado en esta trayectoria. Uno de los hitos de esa relación fue la creación del Instituto de Agrobiotecnología de Rosario (Indear), en polo del Centro Científico y Tecnológico del Conicet en Rosario.
La ejecutiva destacó que “Rosario tiene un polo científico tecnológico realmente sorprendente y no necesariamente relacionado con el campo porque también hay mucho desarrollo de empresas de software”.
Una encuesta reciente mostró que un porcentaje mayoritario de las empresas biotecnológicas en el país tenía que ver con Santa Fe. Para Miranda, el sector es el futuro porque sólo desde esa visión pueden ser atacadas las consecuencias de la acción del ser humano en el ambiente. “Las soluciones a los viejos desarrollos dependen sí o sí de la biotecnología”, enfatizó.
El economista Roberto Bisang acuñó el concepto de biodesarrollismo para explicar cómo la bioeconomía puede convertirse en el modelo de desarrollo de la Argentina.
El escenario de la biotecnología en Argentina
De acuerdo al primer censo argentino de empresas de bio y nanotecnología, realizado en 2023, Argentina cuenta con 340 empresas biotecnológicas, lo que ubica al país en el noveno puesto a nivel mundial.
En los últimos 15 años la cantidad de empresas del rubro casi se triplicó, a partir de la conformación reciente de un núcleo de startups altamente innovadoras, varias de las cuales surgieron como desprendimientos (spin-offs) del sistema de ciencia y tecnología, o de otras empresas privadas.
La tarea requiere de la asociación público privada y de la preservación del recurso científico. “Si seguimos entendiendo al gasto en ciencia y tecnología como gasto no tenemos futuro. Si en cambio lo vemos como una inversión, vamos a ver que es lo que más efecto multiplicador tiene”, señaló Federico Trucco, CEO de Bioceres, durante una entrevista con Agroclave en 2019.