El sector agroindustrial representa el 17% de la recaudación del Estado nacional, el 19% de la generación de valor agregado, el 19% del empleo privado y el 57% de las exportaciones de bienes. Argentina es el tercer país exportador neto de alimentos del mundo, el primer exportador mundial de harina y aceite de soja y el sexto en biodiesel. Asimismo, desde los noventa hasta la primera década de este siglo, más que duplicó su participación en la producción mundial de soja, maíz, trigo, girasol, sorgo y cebada, hasta llegar al 4,7%. Pero en los últimos 18 años ese aumento encontró límites. De hecho, según el Banco Mundial Argentina, es el único exportador líder de productos agropecuarios cuyas ventas disminuyeron para el período 2011-2021.Y, de acuerdo al Usda, la participación en volumen de las principales cadenas agrícolas bajó del récord del 19% en la campaña 2006/07 a 12% para las últimas cinco campañas comerciales.
Agroexportaciones: un diagnóstico para salir del estancamiento
La Bolsa de Comercio de Rosario realizó un exhaustivo análisis de las fortalezas, oportunidades, debilidades, amenazas y debilidades de las cadenas agrícolas argentinas. Una hoja de ruta para un mundo complejo
Romano informó que los FOB de mercado para Argentina cayeron tanto en soja y subproductos como en cereales.
Con el fin de diagnosticar los elementos internos y externos que influyen en este desempeño de las cadenas agrícolas, y trazar escenarios futuros, la dirección de estudios económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario encaró un análisis descriptivo de fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas (Foda) de las principales cadenas de cultivos extensivos de Argentina. Un trabajo profundo y fundacional que estuvo a cargo de los economistas Guido D’Angelo, Bruno Ferrari y Emilce Terré.
Bajo este análisis puso a seis cadenas de cultivos extensivos en materia de producción para Argentina: soja, maíz, trigo, sorgo, girasol y cebada. Siguiendo el criterio de Cepal (2010) se optó por considerar, en los encadenamientos hacia adelante, hasta la primera o segunda transformación del procesamiento industrial, según las particularidades propias de cada cadena. Para los vínculos hacia atrás, se contemplaron los principales rubros proveedores de insumos y servicios directos.
Fortalezas
Las fortalezas que sostienen al agro argentino, destacaron D’Angelo, Ferrari y Terré, son territorio, suelo y agua; innovación y sustentabilidad; instituciones sólidas y eficientes; inserción internacional; cercanía de la zona núcleo al puerto y la relevancia del nodo Gran Rosario como clúster agroindustrial.
Territorio, suelo y agua: Argentina no sólo es el octavo país más extenso del mundo sino que, de acuerdo con la FAO, cuenta con la octava superficie cultivable más grande del mundo. Pero, al ser menos densamente poblado, es el segundo en hectáreas cultivables per cápita, con casi 1 millón de hectáreas por habitante, sólo por detrás de Canadá. Su territorio se distingue no solo por su vasta extensión, sino también por la gran variabilidad ambiental, lo que hace que sea uno de los pocos países que cuenta con todos los órdenes de suelos. Y su área más fértil se sitúa en una extensa llanura que goza de un clima subtropical-templado, lo que potencia su capacidad agrícola. La diversidad climática, además, da lugar a múltiples ecosistemas que permiten una gran gama de producciones, entre las que se incluyen frutas, hortalizas, verduras, algodón, papa, cereales, oleaginosas, cultivos industriales, caña de azúcar, arroz, maní, ganado, vino y yerba mate, entre otros. En cuanto a los recursos hídricos, Argentina ocupa el puesto 16 entre los 197 países clasificados por la FAO en términos de reservas de agua, con 876 kilómetros cúbicos, lo que representa el 2% de las reservas mundiales.
Innovación y sustentabilidad: la innovación y adaptación tecnológica constituyen aspectos distintivos del sector agroindustrial argentino, desempeñando un papel clave en el sostenido crecimiento de la productividad agrícola a lo largo del tiempo. Mientras la superficie sembrada en Argentina se duplicó desde 1990/91 hasta la actualidad, la producción total aumentó tres veces y media, pasando de 40 millones de toneladas a un récord histórico de 141,5 millones en la campaña 2018/19. Entre las tecnologías innovadoras que impactaron sobre los modos de producción se destacan, la agricultura de precisión (Argentina es el segundo país en adopción de estas prácticas sólo por detrás de Estados Unidos), la siembra directa (el 90% de la producción extensiva en Argentina se realiza con siembra directa), los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), el aumento en el consumo de fitosanitarios y fertilizantes (aumentó cerca de un 3.000% entre 1990 y 2021), el silobolsa y el desarrollo del ecosistema AgTech, donde más allá de los drones y satélites, nuevos softwares de gestión, trazabilidad y comercialización, incluyendo la tecnología blockchain, y desarrollos biotecnológicos, entre otros; comienza a formarse una red de empresas tradicionales, productores, startups, incubadoras, institutos de investigación y desarrollo, inversionistas en “venture capital” y demás actores, que colaboran en el desarrollo e implementación de tecnologías innovadoras aplicadas a la agricultura).
Institucionalidad: la producción y el comercio agroindustrial argentino fue fecundo en la creación de instituciones sólidas y eficientes que contribuyen a múltiples objetivos, incluyendo la eficiencia y sostenibilidad de las prácticas de manejo productivo, la mejora de las condiciones de comercialización del grano, el financiamiento a los distintos eslabones de la cadena, la apertura de mercados, la formación de recursos humanos y la facilitación de información oportuna para la toma de decisiones, entre otros. Destacan la misma Bolsa y sus cámaras arbitrales.
Inserción internacional: Como grano, o bien como aceites y subproductos, de una producción total de 136,6 millones de toneladas, 96,1 M, o el 70%, tiene como destino el mercado externo. Los productos de la cadena agroindustrial argentina en su conjunto tienen presencia en el 70% de los países del mundo, más de 150 Estados en total.
Cercanía de la zona núcleo al puerto: el 74% de la producción de los seis principales cultivos se encuentra a 300 Km de los puertos del Gran Rosario, Quequén y Bahía Blanca. El 57% de la producción de los seis cultivos principales se encuentra a 300 Km del Gran Rosario. En Brasil, la región del Mato Grosso, el estado de mayor producción de soja del país se encuentra a más de 1.600 km del puerto de Paranaguá. Una distancia similar puede medirse entre las principales regiones productivas de Estados Unidos.
Nodo Gran Rosario: se ubica sostenidamente en el seundo puesto en el ranking de nodos portuarios agroexportadores del mundo, detrás de Nueva Orleans. En este complejo se asienta casi el 80% de la capacidad de producción nacional de crush de oleaginosas.
Los desafíos internos: debilidades
Los economistas de la Bolsa apuntaron como debilidades la infraestructura de transporte deficiente, el estancamiento de la producción, las dificultades para profundizar encadenamientos productivos, la baja adopción de herramientas de cobertura del riesgo precio y la distancia a los principales centros de consumo global.
Infraestructura: el sistema vial argentino consiste en 640.000 km de rutas y caminos. De estos, 400.000 kilómetros son caminos municipales, mayormente sin pavimentar, 40.000 nacionales y 200.000 provinciales. De estos últimos, la mitad son de tierra, 20% de ripio y apenas 30% pavimentados. Las autovías y autopistas sólo cubren el 8% de la Red Vial Nacional. Según fuentes oficiales, sólo un tercio de la red vial nacional se encuentra en buen estado (Ministerio de Obras Públicas, 2021).
Estancamiento de la producción: si bien los rendimientos argentinos mostraron un marcado crecimiento en muchos cultivos, éste es mucho menor al aumento que se observa en otros grandes productores agrícolas, como Brasil. Al recortarse los márgenes por factores como los derechos de exportación y la brecha cambiaria, también se limita la posibilidad de fertilizar en la cantidad necesaria como para reponer nutrientes en los suelos argentinos. Además de los recortados márgenes, las mermas en la provisión de infraestructura limitan sustancialmente el crecimiento productivo de la agricultura en múltiples regiones del país. El menor crecimiento de rindes y de superficie sembrada explican cómo la producción de soja, maíz y trigo creció 79% entre las campañas 2023/24 y 2002/03, mientras la producción de Brasil se elevó 185%. Argentina aún podría incorporar 6,5 millones de hectáreas adicionales a la producción agrícola respetando la Ley de Bosques Nativos vigente en el país).
Encadenamientos productivos: una oportunidad clave para Argentina se encuentra en profundizar las cadenas de valor agregando procesamiento a sus productos, mediante la producción de harinas/aceites, biocombustibles, productos lácteos, etcétera. Un abanico muy amplio de países -entre los que destacan Estados Unidos, Brasil, Indonesia y Malasia- aumentaron sostenidamente sus tasas de corte con biocombustibles a lo largo de las últimas décadas. A contramano, Argentina retrocedió sustancialmente en una industria donde supo ser pionera. La menor tasa de corte, el menor volumen de demanda efectiva, la sequía y las condiciones de exportación marcaron un 2023 con una caída cercana al 50% y en mínimos del 2008. En este marco, la capacidad ociosa de la industria del biodiesel tocó un máximo histórico del 79%. De la misma manera, la producción de leche se ha mantenido prácticamente estancada luego del máximo de 2015. Con este contexto, las exportaciones del complejo lácteo aumentaron hasta 2013, alcanzando un valor de u$s 1.600 millones, y luego se redujeron significativamente hasta llegar a u$s 548 millones en 2019.
Cobertura del riesgo precio: En el mercado de referencia de Chicago (Estados Unidos) se negocia un volumen de futuros equivalente a 12 veces la producción mundial. En Argentina, considerando la producción total de los granos, no se llega a operar ni una sola vez el volumen en futuros y opciones. Así, se exacerba el “riesgo precio”, dejando a los participantes de la cadena agrícola muy expuestos a los vaivenes de las cotizaciones.
Distancia a los principales centros de consumo global: se estima que 85% de la población mundial vive en el hemisferio norte, siendo Argentina “el país más austral del mundo”. Por esto debe incurrir en un costo fijo más alto que otros países competidores para transportar la mercadería desde los puertos del país hasta los consumidores del exterior. A modo de ejemplo, según Refinitiv, el costo en dólares por tonelada del flete marítimo desde el Río de la Plata a Tokio promedió en octubre de 2024 US$ 59/t, en tanto que la misma ruta partiendo desde Paranaguá Brasil se ubicó algo por debajo con US$ 58/t y desde el Golfo de EE. UU. a Japón desciende a US$ 55/t.
Oportunidades
A la hora de evaluar las oportunidades, los economistas de la Bolsa mencionan la tendencia al crecimiento del consumo de proteína vegetal, la creciente demanda de producciones sustentables, la transición energética y la apertura de mercados.
Consumo de proteína vegetal: la demanda de proteína vegetal para consumo está llamada a crecer por dos vías, una directa a medida que aumenta el ingreso disponible de la población mundial, y una indirecta vía la mayor demanda de proteína animal que, a su vez, exige un uso de forrajeras. En relación con la demanda de productos básicos agrícolas, siguiendo las proyecciones de la Ocde-FAO al 2033 se prevé que el consumo total crezca 1,1% anual en los próximos diez años, hasta 20,6 millones de calorías. El 94% del consumo adicional tendrá lugar en los países de ingresos bajos y medios. En particular, la región de Asia meridional y el Sudeste asiático. Con relación a la demanda de granos y subproductos como alimento forrajero, de 2024 a 2033 la FAO y la Ocde esperan que el stock ganadero mundial crezca 10%.
Producciones sustentables: en los próximos años, se espera que el comercio mundial de biocombustibles, bioplásticos, biofertilizantes, biofármacos y productos derivados de la biotecnología crezca a tasas muy por encima de las subas esperadas en el comercio de aceites, harinas, granos y carnes. América latina y el Caribe se posiciona como un diamante en bruto para la era de los biomateriales, por su gran riqueza biológica y la disponibilidad de recursos naturales. Como ejemplo, el reemplazo del consumo doméstico de polímeros tradicionales por polímeros biodegradables de base maíz puede ser uno de los vectores dónde la producción de biomateriales puede posicionar a la Argentina en el contexto del cambio climático al tiempo que agrega más valor a las cosechas del agro. El desafío es el desarrollo de cadenas de valor con productos agroindustriales y biomateriales sustentables para seguir potenciando a la agroindustria argentina. En este marco, la trazabilidad de los productos se muestra como una gran oportunidad para la Argentina.
Transición energética: El mundo está en una carrera hacia la transición energética, que reduzca su dependencia de combustibles fósiles hacia fuentes de energía renovables. En esta reconversión, la biomasa (incluyendo los cultivos agrícolas) está llamada a ser uno de los insumos claves para generar energía más limpia. El porcentaje del maíz que se utiliza como insumo para la industria de bioetanol mostró un crecimiento exponencial en la primera década del siglo XXI a nivel mundial, para estabilizarse algo por debajo del 40%. El uso de aceite de soja para la producción de biodiesel continuó su sendero alcista e impulsado más recientemente por el HVO se acerca a representar casi la mitad de la demanda total de este subproducto. Son muchas las ventajas comparativas que tiene Argentina para la producción no sólo de maíz y soja sino también para otros cultivos como colza o camelina, que despiertan cada vez más interés de los jugadores de la cadena como insumos para la generación de energías más limpias. La producción de Combustible de Aviación Sostenible (Conocido como SAF por su nombre en inglés sustainable aviation fuel) espera ser el vector de la demanda de estos cultivos en Argentina.
Apertura de mercados: Argentina tiene relaciones diplomáticas con más de 170 países y dispone de embajadas en más de 100 países. Las industrias relacionadas al sector agropecuario argentino tienen presencia en más de 150 estados. De esta manera, la agroindustria argentina llega al 70% de los países del mundo. Los avances hacia acuerdos de libre comercio entre el Mercosur con diversos bloques encuentran elevadas oportunidades para mejorar el acceso de productos de las cadenas de granos argentinas.
Financiamiento: la reciente reglamentación del Pagaré Producto a través del decreto 1124/24 abre nuevas oportunidades para la fluidez de negocios y el financiamiento agro. Dicho decreto permite la emisión de pagarés con intereses vinculados al valor de un producto, como los “commodities”. Esta operatoria permitirá, en términos prácticos, el uso de la propia producción agrícola como moneda de cuenta, dinamizando el crédito hacia el sector productivo a través del mercado de capitales o en forma privada.
Amenazas
Por el lado de las amenazas, los economistas citan la volatilidad de precios internacionales, alta carga impositiva, necesidad de financiamiento, variabilidad climática, enfermedades y plagas, concentración de destinos, creciente competencia como exportadores de harina de soja y barreras comerciales.
Volatilidad de los precios: actualmente, las cotizaciones de los principales cultivos atraviesan un sendero bajista de mediano plazo, buscando encontrar piso, en un contexto de amplias existencias. Más allá de estos cambios, la variabilidad de las cotizaciones se incrementó sustancialmente en los últimos años. En el período 2020-2024 los precios de los principales productos del agro tuvieron el triple de volatilidad que en los cinco años anteriores. En general, dicha volatilidad puede ser vista como una amenaza al incrementar los riesgos tanto macroeconómicos de la economía como de los productores en su proceso productivo. La participación en mercados de derivados agrícolas y financieros recorta estos riesgos y permite dar un marco de mayor estabilidad a la actividad agrícola.
Alta carga impositiva: con una presión tributaria sobre el PBI del 29,7%, de los treinta países más grandes medidos según su PBI, Argentina se ubica en el puesto número 10 en el ranking de mayor presión tributaria. Según la estimación de márgenes brutos y netos del productor en zona núcleo que elabora la Bolsa de Comercio de Rosario, los impuestos pagados sobre campo propio o campo alquilado han representado entre un tercio y la mitad del margen neto del productor. De acuerdo con las últimas estadísticas del BID, entre 2002 y 2021 el Estado argentino detrajo casi u$s 200.000 millones del campo y la agroindustria. Argentina es uno de los pocos países del mundo en tener un apoyo neto negativo en el sector agrícola (y en cobrar impuestos a la exportación).
Necesidad de financiamiento: la participación del financiamiento propio en la producción de los principales cultivos tiende a ser bajo entre el 25% y 30%, mientras que el resto corresponde a financiamiento de terceros. Si bien es sumamente positiva la existencia de sinergias dentro de las cadenas de valor, también es importante la diversificación de las fuentes de financiamiento para evitar riesgos sistémicos. En los últimos años, viene creciendo paulatinamente la preponderancia del crédito bancario y los mercados de capitales, pero por menor financiamiento propio más que por diversificar fuentes de financiamiento de terceros.
Variabilidad climática, enfermedades y plagas: desde buena parte del siglo XX se registra un proceso de calentamiento global como consecuencia en buena parte de las actividades humanas y con un ritmo de avance sin precedentes respecto de los niveles preindustriales. En este contexto, debe considerarse que el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones, impactan con especial crudeza en la producción agrícola, reduciendo la estabilidad y previsibilidad de las cosechas. El incremento en la posibilidad de ocurrencia de estos eventos extremos es un riesgo latente para la principal actividad generadora de divisas por exportaciones de Argentina, lo cual hace cada vez más necesario la adopción de estrategias de adaptación eficaces para mitigar los efectos nocivos de estos fenómenos, como el manejo integrado de plagas (MIP). La presencia de plagas y enfermedades en los cultivos han sido factores controlados favorablemente con diversas tecnologías fundamentalmente desde el comienzo de la Revolución Verde. No obstante, al igual que en el caso de las malezas, las plagas insectiles no están exentas de desarrollar resistencias, quebrar la resistencia de evento transgénicos o cambiar sus dinámicas o comportamientos poblacionales. La disminución en la efectividad de las tecnologías disponibles para disminuir el impacto en la producción debido a las malezas, plagas y enfermedades es una amenaza persistente en la actividad agrícola y la estabilidad de los rendimientos.
Concentración exportadora: al analizar los destinos de exportación se encuentra que en algunos productos se verifica una alta concentración en materia de destinos. Tomando como base el año 2022, prácticamente la totalidad del sorgo se destina a China. El biodiesel argentino se destina prácticamente en su totalidad al mercado de la Unión Europea, y la única puerta de ingreso a dicho mercado es Países Bajos. En el caso de la soja sin procesar y cebada, nuevamente aparece China en un rol preponderante, con una participación cercana al 90% y 60% en dichos productos. Luego, para el caso de los aceites de soja y girasol sumado la harina de girasol, India tiene una participación entre el 40 y 50% en dichos productos. Luego, Brasil es el principal destino del trigo representando el 30% del total exportado en 2022, pero con la posibilidad de alcanzar el 50% dependiendo de los volúmenes de producción.
Harina de soja: Estados Unidos está incrementando considerablemente su capacidad de crush para satisfacer sus crecientes necesidades de aceite de soja en la producción de biodiesel y HVO. Se espera que la capacidad instalada aumente 28% durante el período 2022-2026. Así, Estados Unidos podría incrementar su oferta exportable de harina de soja en cerca de un 50% de 2022 hacia 2026. No conforme con ello, la capacidad de crush del Brasil aumentó 20% desde 2021 hasta nuestros días, y espera seguir haciéndolo. Las proyecciones del consumo mundial de harina de soja muestran un crecimiento a un ritmo inferior a los planes de aumento de la producción estadounidense y brasilero. Esto podría generar caídas en los precios internacionales de este producto, que es responsable de cerca del 14% de la canasta exportable nacional.
Barreras arancelarias y paraarancelarias: como bien destacó el reciente Informe Draghi, encargado por la Comisión Europea, los países hoy navegan en “un mundo de geopolítica más inestable”. Además de los conflictos armados y las múltiples crisis diplomáticas, el escenario internacional para el comercio global plantea un panorama desafiante. Al cierre del 2024, el período 2019-2024 espera ser el quinquenio de crecimiento más lento para comercio global desde 1985-1990. No conforme con ello, desde 2020 todos los años se viene rompiendo el récord de intervenciones de política comercial. En el mundo se hace cada vez más frecuente echar mano de aranceles, subsidios, medidas de protección comercial, entre otras medidas que obstaculizan el comercio global.