En el mundo de la ciencia y la innovación los biomateriales están adquiriendo una relevancia crucial. Los plásticos han sido fundamentales para la vida moderna, facilitando el paso de envases de metal y vidrio a materiales livianos y fáciles de transportar y han transformado la forma de vida. Sin embargo, esta ventaja también llegó con el grave problema de la acumulación de materiales que la naturaleza no puede degradar, causando un deterioro significativo del medio ambiente.
Santa Fe sale a conquistar el mundo de los biomateriales
La experiencia de Inmet. Frente a la crisis ambiental los bioplásticos prometen revolucionar la forma de manejar los residuos agroindustriales. Las oportunidades de los biomateriales
Por Patricia Martino
Menos del 10% del plástico producido se recicla, lo que resalta la necesidad de soluciones alternativas. Aquí es donde los biomateriales emergen como una opción prometedora, ya que pueden ser degradados y transformados por la naturaleza, reduciendo así la dependencia de plásticos derivados del petróleo y no degradables. Esta transición es impulsada por regulaciones y una presión global creciente para mitigar los impactos ambientales y en Santa Fe se está trabajando en ese sentido.
Gustavo Schujman, uno de los fundadores de Inmet y actual Gerente de la Unidad de Negocios de la compañía, compartió la relevancia y el impacto de los biomateriales en la industria moderna y contó los avances de esta empresa nacida en Rosario con proyección internacional.
Inmet, una empresa de ingeniería metabólica del grupo Bioceres, se ha destacado por su innovador desarrollo de bioplásticos, una tecnología que promete revolucionar la forma en que manejamos los residuos agroindustriales y enfrentamos la crisis ambiental causada por la contaminación plástica.
Schujman explicó que, desde hace años, Inmet ha estado desarrollando un biomaterial denominado bioplástico, producido a partir de subproductos o residuos agroindustriales. “Desarrollamos microorganismos capaces de alimentarse de estos residuos y acumular en su interior este biomaterial que luego extraemos en un proceso,” comentó. Este bioplástico es completamente biodegradable, descomponiéndose en pocos meses cuando entra en contacto con el suelo o el agua, lo que lo convierte en una solución viable y sostenible para la contaminación plástica.
Los planes de Inmet
Actualmente, Inmet se encuentra en la última etapa del escalado piloto en una planta construida en colaboración con la Universidad Católica Argentina (UCA) en su Facultad de Ingeniería en Rosario. En esta instalación, han avanzado desde fermentadores de laboratorio de unos pocos litros a uno de 1000 litros, lo que les permite producir kilogramos de plástico en cada lote. “Estamos afinando todo lo que hemos desarrollado durante años en el laboratorio para pasar a una escala industrial,” afirmó Schujman.
La compañía ya ha logrado avances significativos, como la primera fermentación para producir plástico PHB 100% biodegradable y compostable en la planta piloto de la UCA. Este bioplástico ha captado la atención de grandes empresas, lo que ha llevado a Inmet a realizar su primera venta internacional y a desarrollar aplicaciones junto a otras compañías interesadas en este biopolímero. Schujman destacó que aunque actualmente producen a escala piloto, la empresa planea escalar a una producción industrial para 2025.
El uso de bioplásticos es crucial en la lucha contra la acumulación de plásticos no biodegradables. Según Schujman, menos del 10% del plástico producido en el mundo se recicla, lo que subraya la necesidad de alternativas como los biomateriales que la naturaleza puede degradar y transformar. “La tecnología nos está ayudando a encontrar soluciones,” subrayó.
Inmet, con más de 12 años de experiencia en biotecnología e innovación, fue fundada con el objetivo de aportar soluciones a la crisis ambiental. En colaboración con el Conicet, han desarrollado una tecnología que utiliza bacterias modificadas genéticamente para metabolizar desechos industriales y transformarlos en biopolímeros con propiedades similares a los plásticos convencionales, pero con un proceso de producción amigable con el medio ambiente. Este método contribuye a la economía circular, reintroduciendo residuos industriales como la glicerina cruda en la cadena de valor.
Modelo con base en Santa Fe
La empresa ha recibido inversiones de Bioceres y del fondo SF500, lo que ha permitido el desarrollo y escalado de su tecnología. Schujman explicó que este tipo de colaboración entre el sector público y privado es esencial para llevar la ciencia argentina al mercado. “La vinculación entre lo privado y lo público consigue algo virtuoso,” afirmó, resaltando la importancia de los fondos de inversión que apoyan a investigadores con buenas ideas para que sus desarrollos lleguen a la sociedad.
Inmet se distingue por su capacidad de colaboración y su enfoque en la ciencia aplicada. “La planta piloto que construimos no solo es para nuestro uso, ya hemos recibido consultas de otras empresas e investigadores interesados en llevar sus proyectos a una escala productiva,” dijo Schujman. Esta planta, equipada con un fermentador de 1000 litros y otro de 500 litros pronto a habilitarse, permite optimizar diversos procesos biotecnológicos, ofreciendo servicios de fermentación, modificación genética de microorganismos, y producción de enzimas.
En cuanto a los plazos futuros, Schujman proyecta que para el próximo año Inmet estará produciendo a una escala demostrativa, y posteriormente, en una planta industrial de gran envergadura. La empresa está preparada para una nueva ronda de inversiones, con una tecnología más madura y probada.
A pesar de los desafíos económicos en Argentina, Schujman ve un gran potencial en la investigación y desarrollo en biotecnología. “Investigar en Argentina es barato, aunque el ingreso de equipos e insumos es lento. Hay que tener visión a largo plazo,” comentó. Enfatizó que la provincia de Santa Fe, con una alta densidad de empresas tecnológicas, es un ejemplo de cómo la ciencia y la industria pueden colaborar para generar un impacto significativo.
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Inmet, con su innovadora tecnología de bioplásticos y su compromiso con la sostenibilidad, está bien posicionada para ser un líder en el mercado global de biomateriales. Con el apoyo de instituciones académicas y del sector privado, la compañía continúa avanzando hacia una producción industrial que podría transformar la gestión de residuos y contribuir significativamente a la mitigación del impacto ambiental de los plásticos tradicionales.
Inmet desarrolló, en conjunto con Conicet, una tecnología de producción de plástico PHB 100% biodegradable y compostable, elaborado a partir de bacterias modificadas genéticamente que se encargan de procesar residuos industriales. Esta es la tecnología que ya está siendo producida en su planta piloto de fermentación.
Si bien ya hay compañías produciendo PHB en el mundo, la innovación de Inmet radica en la forma en la que se produce.