Con un acuerdo salarial que satisfizo las demandas de los gremios de trabajadores aceiteros y recibidores de granos, se cerró el martes pasado el conflicto agroexportador. Así, luego de 21 días de huelga nacional, que paralizó los puertos y provocó que se acumularan más de 170 barcos en espera, se reactivó aceleradamente la carga de mercadería. La paz social llegó a la relación entre trabajadores y empresarios pero un día después se abrió otro conflicto entre la agroindustria, los ruralistas y el gobierno. Fue por la decisión del Ministerio de Agricultura de suspender hasta marzo el registro de declaraciones juradas de exportación de maíz.
Crónicas de campaña: Precios altos y conflictos varios
La huelga aceitera paralizó la actividad portuaria y generó que más de 170 barcos esperaran para cargar en la región.
La cartera agropecuaria explicó que la medida obedece a la necesidad de garantizar el abastecimiento del grano a las actividades que usan esa materia prima para sus transformación. Principalmente, productores de carne de todos los tipos y leche.
Agricultura explicó en un comunicado que se autorizó ya la exportación de casi el 90% del saldo exportable y que se busca que unas 4,27 millones de toneladas restantes queden disponibles para el mercado interno. Aclaró que no incluye al maíz pisingallo y que no se frenarán las operaciones ya comprometidas ni las que se pacten para después del 1º de marzo.
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La posibilidad de una suspensión se veía venir por las dificultades que tenían las industrias de segundo piso para hacerse de la materia prima, en un año de aumento de los precios de exportación y mayor retención por parte de los productores. El gobierno busca tanto poner freno a los precios al consumidor como mejorar la posición de la agroindustria, con cuya representación mantiene una buena interlocución.
De allí que profundizó la grieta entre entidades agroindustriales y ruralistas. Referentes como el presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (Cepa) defendieron la medida porque “somos muchos los sectores que venimos con muchas dificultades para conseguir maíz, ya desde hace 90 días”. En sintonía se expresaron empresarios feedloteros.
En cambio, desde la Sociedad Rural, CRA y Carbap salieron con los tapones de punta. Criticaron el “intervencionismo” del gobierno y el “prebendarismo” de las empresas agroindustriales. Es más, desde el ruralismo llegaron a vincular la suspensión de exportaciones de maíz con el acuerdo alcanzado un día antes para levantar el conflicto sindical en el complejo oleaginoso.
Lo cierto es que la intervención en el mercado podría no quedar en el maíz ya que hay otros mercados, como el del trigo, en el que también hay tensión entre el consumo y la exportación.
La puja se acelera en la medida en que los precios de los granos siguen su raid alcista en el mercado de Chicago, donde la soja y el maíz tocaron el miércoles nuevos máximos en seis años.. La oleaginosa subió hasta los u$s 479,05 la tonelada, el maíz en u$s 186,80 y el trigo en u$s 235,44. El martes, la soja había saltado u$s 15, cuando todavía había incertidumbre sobre la resolución del paro en el sector agroexportador.
Los granos estuvieron empujados por las dudas sobre las lluvias en Argentina y Brasil. Dante Romano, analista de AgroAustral, señaló que “so bien la siembra de soja en Argentina sigue avanzando, con 77% sembrado se ubica levemente atrasada respecto al año paso pero muy por detrás del ritmo histórico”, señaló. En cuanto al maíz, el mercado “empieza a seguir de cerca el clima sudamericano”. Respecto del trigo, se siguen con atención las noticias de las restricciones para la exportación de parte de Rusia.
En Argentina, la cosecha de trigo entra en tramos finales. Los rindes fueron bajos en el norte del país, pobres en el centro y mejoran sobre el centro y sur de Buenos Aires mejoran.
Según la consultora Investigaciones Económicas Sectoriales (IES), la menor cosecha se da en un contexto de recuperación de los precios internacionales de los granos, que “permite una mejora en los márgenes brutos y compensa el menor volumen proyectado”. La falta de lluvias afectó la cosecha de trigo y afectarán también la siembra de maíz y soja, por lo que es probable una estrategia de siembra volcada a maíces tardíos, con el fin de reducir la incertidumbre climática y riesgo productivo.
Respecto del clima, las lluvias previstas para los meses del verano, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) proyectó que serán moderadamente inferiores al promedio de esta época del año, con abundante caída de agua solo en determinadas zonas productivas y temperaturas por encima de la media.
En su informe mensual sobre Perspectivas Agroclimáticas detalló que en enero se esperan lluvias abundantes en la mayor parte del área agrícola, aunque su distribución será irregular. Para febrero se observará “una marcada concentración de las precipitaciones sobre el norte y el centro oeste del área agrícola, con excesos hídricos”.
Según la Guía Estratégica para el Agro (GEA), casi la mitad de la región núcleo tiene una faltante de agua anual mayor a los 250 mm respecto de la media pluvial de los últimos 30 años. Hay nueve localidades en el que el 2020 se despide con una deuda que supera los 400 mm.
“El año de la pandemia cierra con gran parte de la región núcleo con los números de lluvias anuales en rojo. En términos productivos, la falta de agua del 2020 le costó a la región 2,25 millones de toneladas de soja del ciclo previo y 2,5 millones al trigo 2020/21 respecto de los que se esperaba”, señaló. El penúltimo día del año comenzó con lluvias. “Se esperaban que sean generalizadas y con volúmenes importantes pero la tormenta pasó por el norte de Buenos Aires y dejó acumulados en torno a los 10 mm. En el sur de Córdoba y sur de Santa Fe los valores van de 7 a 14 mm y en La Pampa tan solo 7 a 8 mm”, señaló la Bolsa de Rosario.