No alcanzan los cambios tan profundos que tuvieron los segmentos productivos durante las últimas 3 décadas, ni el sistema de producción capitalista que impulso un desarrollo limitado de Argentina durante muchos años. El contexto, es la situación crucial por la cual está atravesando el mundo, donde los datos de los principales organismos estimadores y la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la alimentación (FAO) ya indican que hacia el año 2050, la población mundial va a crecer e incorporar 2000 millones de personas más que van a requerir alimentación y otras necesidades.
Argentina podría virar al modelo productivo alemán
Hacia el 2030 podrían revertirse las prioridades, avanzando hacia un esquema de sustentabilidad que mejore la productividad y permita una mayor renta. No se descarta mitigar la comercialización de commodities y avanzar en productos elaborados
La muestra Agritechnica de Alemania es un escenario preferencial para conocer la maquinaria agrícola de última generación.
Ya se habla de comenzar a incrementar la producción de alimentos en el orden del 3 % mensual y sostenerlo con firmeza a partir de los próximos 4 años, para frenar el impacto de la deficiencia alimentaria que se viene dando en Africa, Medio Oriente y el continente Asiático.
Desde hace un tiempo, las principales potencias económicas del mundo, vienen observando a América y más puntualmente la región sur de continente como la zona fundamental para asumir la responsabilidad de la producción y oferta de alimentos.
La ecuación ya está dimensionada e intentará que esta región pase de producir 1.500 millones de toneladas de alimentos que generan un excedente de exportación cercano al 18%, a más del doble en los próximos 25 años. Es decir, alcanzar los 3.500 millones toneladas para asegurar tranquilidad en el mundo, aunque principalmente frenar que 400 millones de niños mueran de hambre en las ciudades más vulnerables del planeta.
El camino de la genética
La gran incógnita está en cómo resolverlo y bajo qué sistema de producción. Ahí es donde entra a jugar el punto de equilibrio que podría estar dándose a través de la genética que viene transitando un camino muy adelantado con variables que muestran la posibilidad inmediata de hacer que los maíces rindan 240 quintales, superando el promedio actual de Argentina que se sitúa en los 70 u 80 quintales por hectárea.
Igual no es suficiente, ni tampoco lo ha sido la siembra directa y la agricultura de precisión con sus beneficios en la sustentabilidad y la rentabilidad productiva. Solo vienen formando parte de las 5 o 7 variables que no han permitido achicar –de forma limitada- la brecha de alimentos que tiene el mundo.
Para muchos, el eje está puesto en la maquinaria agrícola y un proceso que permitirá generar una matriz para alimentar a todo el planeta. Este herramienta que hace años definía su precio por la robustez o los kilogramos de hierro que la componían, hoy cuadruplica su valor y resultados productivos por toda la tecnología que lleva encima. Los sensores, sistemas de monitoreo que lleva incorporados y la Inteligencia Artificial (IA), que monitorea algoritmos y más de 5 millones de datos por segundo y por hectárea.
Algo que viene indicando el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), al considerar que bajo esta sistema es posible devolver los nutrientes que el faltan a cada porción del suelo para que se incremente la producción y reviertan 70 años de extracción con una reposición que no supera el 34 %.
El impacto de la IA
Lo que suena a ciencia ficción, hoy es parte de una realidad que se está ensayando en cada planta, para determinar lo que necesita cada cultivo para mejorar el resultado de sus frutos y achicar la falta de alimentos que afectan a la población.
Hay un dato, que podría reflejar el protagonismo de Argentina en todo este avance que se dio en los últimos 5 años. Nuestro país dejo el décimo tercer puesto para pasar al ranking de los 11 países con un alto desarrollo tecnológico orientado a la Seguridad Alimentaria. Detrás hay solo 183 países más que siguen esa carrera, relacionada con la precisión en el manejo agropecuario.
Acá hay un inconveniente, ya que las nuevas teorías en el desarrollo productivo han empezado a decir que la agricultura de precisión que utiliza Argentina, corresponde a un viejo modelo que se desarrolló en EEUU hace 30 años atrás, donde el eje era maximizar la rentabilidad y luego sostenerla con cuidado del medio ambiente.
El modelo alemán
De a poco, toma valor otro modelo que se desarrolló hace 20 años en Europa -con epicentro en Alemania- y empieza a seducir a muchos decisores en política agropecuaria de nuestro país. El eje es la sustentabilidad y productividad; luego la rentabilidad. Se sabe que –por medio de los nuevos sistemas información- para dar sostenibilidad estable a los sistemas agrícolas es necesario analizar entre 1200 variables y más de 5 millones de datos por región productiva para determinar el equilibrio que aseguraría una renta constante.
El trabajo está determinando recetas claras, sobre ambientes menos productivos para revertir la situación y –aún más- lograrlo también en zonas marginales, elevando los parámetros a condiciones similares a las zonas núcleo centrales.
Los Estados, esperan que –en menos de 30 años- las naciones productivas maximicen resultados, mantengan y aumenten la sustentabilidad y alcancen sistemas de altos resultados rentables.
En poco tiempo, solo el 5% de las personas trabajarán en el campo y cerca de un 80% lo hará de forma cognitiva desde otros lugares para ese objetivo. El poder de las máquinas y su autonomía se hará cargo de todo, bajo el consentimiento de quienes están inventando todo esto o – tal vez- bajo una minuciosa forma de un saqueo programado hacia la actividad rural y su esencia.











