Están las cooperativas que salvan pueblos produciendo forraje hidropónico en el norte árido cordobés y las mutuales que se expandieron al punto de comprarles hipermercados a las grandes cadenas comerciales. También las asociaciones de productores de hongos o los quinteros que se agrupan para defender su actividad. Y las empresas recuperadas por trabajadores, que conviven con organizaciones que se convirtieron en fuertes jugadores del mercado de granos. Hay además pymes que apuestan a la innovación en sus productos y sindicatos que construyen las góndolas para que los alimentos de la red cooperativa lleguen a precios justos al consumidor. El entramado de la economía social es amplio y rico en historia.
Alimentos: la economía social fortalece su cadena de valor
Con la consigna de “unir a los dispersos”, las cooperativas y mutuales del país buscan profundizar sus vínculos
Por Álvaro Torriglia
Su desafío es estrechar vínculos para constituirse en una cadena de valor sólida, capaz de disputar mercados y políticas públicas. La creación de Alimentos para la Nueva Argentina, una cooperativa que agrupa a más de cuarenta entidades de este sector es un paso más en ese sentido. Y el primer Encuentro en Defensa del Alimento Argentino que organizó recientemente en Rosario, se constituyó en una actividad fundacional para seguir enredando estas experiencias.
Sebastián Ferro, secretario de cultura de la Asociación de Empleos de Comercio (AEC) y presidente de la cooperativa, recordó que la entidad se conformó en marzo de 2023 por iniciativa de unas cuarenta organizaciones de la economía social de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y provincia de Buenos Aires, principalmente. La idea fue unir a los dispersos. “Hay un montón de organizaciones que están plantadas en el territorio y son gigantescas pero no tienen vínculo de comercialización por distintas razones, una de ellas es el peso en la cadena de los grandes formadores, que en general son de origen extranjero, en la distribución y venta”, explicó.
El peso que adquirió su proveeduría en el mapa del consumo rosarino le permitió al sindicato mercantil asumir, a través de su mutual Amecro, un rol central en la convocatoria para articular a estos actores. De la aventura participan también mutuales de gran envergadura, como el grupo Gesta, de Villa María, empresas recuperadas como la Nueva Cotar de la Gente, los pequeños industriales lácteos santafesinos nucleados en Apymil, cooperativas regionales como Churqui Cañada, organizaciones de consumidores, movimientos campesinos y sindicatos. Es una entidad en continuo proceso de incorporación de socios.
“La primera etapa fue juntarnos, había una gran dispersión y hoy somos unos 40 socios, cada uno con sus problemas, sus proyectos y su miradas, pero la idea es ir juntándonos, creemos que lo que va a destrabar el tema de la articulación son las góndolas”, señaló Ferro.
El encuentro de Rosario nació de la necesidad de fortalecer este movimiento pero también de defender la producción alimentaria local en un contexto complicado, dentro del cual la política económica nacional deprime el consumo interno, alienta la concentración y la extranjerización y estimula las importaciones. Por eso, señaló el titular de la cooperativa Alimentos para la Nueva Argentina, “también buscamos fijar una posición política a favor de la producción argentina de alimentos”.
Innovación en las cooperativas
El universo que se dio cita en la sede de la AEC abunda en variedad, amplitud, envergadura y vocación innovadora. Un espíritu que, por ejemplo, se refleja en la colaboración entre la Asociación de Pequeñas y Medianas Industrias Lácteas (Apymil) y la cooperativa La Nueva Cotar de la Gente para que la tradicional marca rosarina lance en breve al mercado una bebida láctea en polvo, de alto valor proteico, elaborada en base a derivados de suero de leche.
“El mundo está descomponiendo la leche cruda para usar sueros y darles valor,”, explicó Mariano Viroglio, de Apymil, entidad que accedió al know how que utilizará Cotar para fabricar este producto, a partir de su vinculación con empresas del exterior. Explicó que este desarrollo provocó, por ejemplo, “una reestructuración de la industria láctea” mexicana. Allí, las bebidas elaboradas en base a proteínas de sueros desplazaron del consumo de miles de niños el hábito de desayunar con “refresqueros”, una especie de bebida gaseosa.
Emiliano Medin, presidente de la cooperativa con planta en barrio Industrial, señaló que ya completaron los ensayos y la inscripción en la Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria. El producto pronto estará en las góndolas. El packaging también es cooperativo ya que lo proveerá Envases Flexibles, de Mataderos.
La cooperativa de trabajo que conduce Cotar se creó hace dos años cuando los trabajadores recuperaron la histórica empresa láctea, de 93 años, de una de las tantas crisis que atravesó en los últimos tiempos. “Ahora estamos en un período de estabilidad”, subrayó Medin, quien señaló como uno de los desafíos del movimiento sumar cooperativas primarias para lograr una mayor producción de leche.
El mercado lácteo argentino se concentró y extranjerizó en las últimas décadas pero las industrias santafesinas dan pelea y lo hacen organizadas en Apymil, la entidad que representa a las pequeñas fábricas de quesos distribuidas “desde Diego de Alvear a Villa Ocampo”, como explicó Viroglio. Son las que “abastecen el mercado interno, generan trabajo y sostienen los tambos familiares en los pueblos del interior”.
Esa defensa del territorio productivo los llevó hace ya unos años a estudiar la experiencia italiana de posicionamiento de sus quesos regionales a partir de la denominación de origen. Así fue que comenzaron a trabajar con los organismos tecnológicos y universidades para identificar especificidades en la producción santafesina. Sabores y cepas propias que delinean cinco regiones. Ya se producen dos quesos regionales, en San Genaro y San Martín de las Escobas. La movida incluyó la capacitación de jurados para consolidar sellos de calidad y acciones institucionales para visibilizar la producción local.
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Por caso, el 90% de la producción de queso azul del país, que en gran parte venden las grandes marcas nacionales, sale de plantas de la provincia. Y la Legislatura provincial sancionó una ley que crea la región del queso azul en cinco departamentos santafesinos, lo que permitirá defender esa identificación a nivel nacional e internacional Apymil, que transitó una experiencia de comercialización directa a través de los almacenes de quesos, es uno de los abastecedores de la proveeduría de AEC. En esas mismas góndolas están los productos de la Red Alimentos Cooperativos, que entrega en 50 bocas de expendio artículos de la economía social en 15 provincias. Javier Rodríguez, de la cooperativa Cauqueva, que agrupa a agricultores de la Quebrada de Humahuaca, destacó la clave del crecimiento. “Todos comercializamos lo de todos”, remarcó.
Enredarse en la economía social
Pero esta fortaleza, consideró, hay que hacerla valer para “construir una cancha propia en lugar de sobrevivir en la cancha ajena, como hacemos ahora”. La organización trabaja con universidades nacionales para innovar en aspectos productivos pero en los últimos años enfocó esa colaboración en la tarea de “sistematizar” su propia práctica. El objetivo es estudiar la cadena de valor para “cooperativizarla”, llevando los criterios de la economía social al financiamiento, los acuerdos de precios, la logística y la planificación productiva. En el camino de esta consolidación “es vital multiplicar la organización del consumo”, a través del crecimiento del canal mutualista.
Al respecto, en Villa María hay una experiencia emblemática. Es la del grupo Gesta, un entramado de doce entidades que nació de la Asociación Mutual Mercantil Argentina (Amma) y que adquirió un peso económico enorme en esa región. A tal punto que en 2021, le compró a la cadena Casino un hipermercado y luego firmó un convenio para que lo gestione la Cooperativa Obrera de Bahía Blanca, una de las mayores organizaciones de consumo del país.
La mutual fue impulsada a principios de los 80 por dirigentes provenientes del sindicalismo combativo cordobés que encontraron en el mutualismo una herramienta para responder a necesidades concretas de los empleados de comercio. Las primeras reuniones eran clandestinas, recordó Miguel Olaviaga, presidente del grupo. La organización fue creciendo a partir de las demandas del grupo fundador.
Hoy, además del hipermercado, tienen la principal cableoperadora y proveedora de Internet de Villa María, prestan servicios múltiples y cuentan con droguerías y cadenas de farmacias, producción de alimentos y fábricas de productos para animales, entre otras cosas. Recientemente firmaron con el Grupo Cooperativo y Mutual Devoto, otro gigante de la economía social en la provincia mediterránea, un convenio para trabajar en planes de cooperación en el área de vivienda y espacios de comercialización.
“Nuestro modelo es una red”, señaló Olaviaga, quien comentó que en el área de los servicios de salud para sus asociados tienen dos proyectos en el horizonte. Uno tiene que ver con la provisión de medicamentos. “Hay una gran sobrefacturación allí y hoy $ 0,30 de cada peso que se invierte en seguridad social se va en ese rubro”, describió. La mutual está en conversaciones con empresas indias para instalar un laboratorio de genéricos. El otro objeto de atención es el de las pequeñas clínicas que pueden entrar en breve en crisis, cuando se cumpla la decisión del gobierno de derogar la ley de emergencia que desde los años 90 alivia al sector con una moratoria. “Hay miles de empresas de asistencia médica en riesgo de caer y estamos viendo qué tipo de asociación se puede ensayar para salvarlas”, explicó el dirigente.
Pueblos en lucha
La economía social como herramienta de “salvataje” orientó también, en buena medida, los primeros pasos de la cooperativa de trabajo Churqui Cañada. Fundada en este pueblo del norte cordobés, de 34 habitantes y en riesgo de desaparición, la organización encontró la llave para dar trabajo y perspectiva de desarrollo a partir de la hidroponia, en el marco de una política de triple impacto.
“En medio de una geografía condicionada por un clima seco nos propusimos que Churqui Cañada no desapareciera, y para eso había que crear trabajo y la herramienta cooperativa fue la adecuada”, relató Victoria Moncada, titular de la organización que produce y comercializa forraje verde hidropónico para alimentación animal, un sistema que permite un ahorro del 90% en el consumo de agua.
El mismo sistema de producción le abrió a la organización el “mercado de la clorofila”, demandante de un “superalimento” elaborado por el “jugo de pasto”, generado a partir de brotes hidropónicos. Lo consumen deportistas, personas con problemas de salud y también se utiliza en mezclas para tragos. La cooperativa que comercializa sus productos con la marca Norte Verde también incorporó la producción hidropónica de verduras de hoja, que ya comienza a verse en los supermercados.
“El gran problema del alimento argentino es que no tiene góndola para vender su producto, por eso uno de los grandes proyectos es la compra en conjunto y la apertura de productos en distintos lugares del territorio a los que llegar con un precio justo”, señaló Ferro, de la cooperativa Alimentos para la Nueva Argentina.
La entidad tiene vínculos también con Agricultores Federados Argentinos (AFA), la cooperativa primaria que nació hace más de 90 años como parte del complejo federado, y que hoy es una de las originadoras de granos más importante del país. A partir de ese negocio fue desarrollando actividades para generar valor. De hecho, cuenta con 100 líneas de producción de alimentos, que se renuevan a un ritmo de 10 por año, según comentó el gerente de esa división, Darío Trangoni.
AFA tiene un molino harinero en San Martín de las Escobas, en el que están invirtiendo para subirse a la tendencia de panificación ultracongelada. También adecuó la planta de elaboración de legumbres para ampliar la gama de productos terminados. Y en pocos días más inaugurará una fábrica de bioinsumos en Ramallo.
Los vectores de crecimiento son muchos y se constituyen en una cadena de valor capaz de traccionar a otras cooperativas. “En caso de no poder cerrar acuerdos con nosotros, una alternativa es hacerlo con integrantes de nuestra cadena de proveedores”, remarcó.
Otro nucleamiento que tiene su origen en el antiguo ecosistema de la Federación Agraria Argentina es la Federación de Cooperativas Federadas (Fecofe), que agrupa a más de cien cooperativas distribuidas en once provincias.
Producción de lácteos y otros alimentos, acopio, logística y transporte forman parte de su campo de trabajo. Recientemente firmaron un acuerdo con la Empresa Pública de Alimentos (EPA) de Rosario, el emprendimiento motorizado por Ciudad Futura, por el cual llegan a los afiliados a sindicatos y distintas organizaciones sociales con cajas de alimentos secos producidos en sus cooperativas, a $ 17.500. Esa experiencia también está siendo replicada en la provincia de Buenos Aires, con apoyo del Ministerio de Desarrollo Agrario de ese distrito.
La pampa húmeda, el gran territorio de la producción de granos para la exportación, también alberga cooperativas y emprendimientos agroecológicos. El presidente comunal de Zavalla, Guillermo Rajmil, contó cómo el conflicto por las fumigaciones en el periurbano se transformó en una oportunidad para desarrollar en esa localidad una franja de producción extensiva sin aplicación de agroquímicos. La creación de una suerte de “tasa ambiental” fue clave en la promoción de una experiencia que derivó en la creación de dos cooperativas: una dedicada a la producción de biopreparados para usar en el periurbano y otra, Masabia, que también vende productos agroecológicos en la proveeduría de empleados de comercio.
La producción sustentable promueve la organización de cooperativas como la de hortalizas de La Plata, que ya conformó dos mercados para llegar al consumidor, además de abastecer a comedores locales. Por ese camino van también los productores de “Aldea” (Cophal) que elabora hongos frescos y secos, con plantas en las localidades bonaerenses de Moreno, Mercedes y Pilar.
“La soberanía alimentaria no es solamente el precio, sino que es formación, capacitación, el conocimiento que nos lleva a producir productos de calidad, sanos y accesibles”, expresó el presidente de esa cooperativa, Ariel Tirelli. La secretaria de la cooperativa rosarina Mil Hojas, Marianela Sangria, agregó: “El objetivo de este encuentro es que las mutuales y cooperativas podamos unirnos, apoyarnos y vendernos nuestros productos para seguir agregándole valor”.
El referente en mutualismo y cooperativismo Nahum Mirad consideró estratégico que “la organización cooperativa, sindical y mutual” se involucre en la problemática de la producción de alimentos. “Un gran problema es la pérdida brutal del poder adquisitivo de los trabajadores, el aumento de la pobreza, la indigencia y la desocupación, eso hace que esté cayendo en picada el consumo y el acceso a alimentos esenciales como lácteos y carnes”, advirtió. Por eso es clave “encontrar estrategias vinculadas al asociativismo para tener acceso a aquello que, por dificultades económicas, es inalcanzable”, indicó.
Es una lucha que muchas veces se hace cuesta arriba. Lo expusieron los referentes de la cooperativa de trabajo La Litoraleña, que tras recuperar en 2016 una empresa en crisis, creció, se consolidó y hoy llega con sus tapas de empanada a la proveeduría sindical de calle Corrientes. Sin embargo, enfrenta una constante ofensiva judicial contra la gestión obrera de la fábrica.
La economía social, en este sentido, también es una trinchera. “En este modelo económico nada va a venir de arriba, la articulación deberá hacerse desde abajo”, advirtió el economista Cristián Módolo, apenas abierto el encuentro.